La página oficial de Penguin Randomhouse ha publicado un extracto extendido de los primeros 8 capítulos de la novela Light of the Jedi, de Charles Soule, la cual inicia el proyecto multimedia The High Republic. Ya habíamos traducido el primer capítulo que pueden leer aquí.
CAPÍTULO DOS
EL ANILLO EXTERIOR. SISTEMA HETZAL.
2.5 horas para el impacto.
El técnico de escáner (tercera clase) Merven Getter estaba listo. Listo para checar su salida, listo para tomar el transbordador de regreso al sistema interior, listo para llegar a la cantina que estaba a unas cuantas calles del espaciopuerto en la Luna Enraizada donde Sella servía los tragos, listo para ver si hoy era el día en el que tendría el coraje suficiente para invitarla a salir. Ella era Twi'lek y él Mirialan, ¿pero qué más daba? Todos somos parte de la República. Era la frase de la Canciller Soh y la gente lo creía. De hecho, Merven creía creerlo, también. Las actitudes estaban cambiando. Las posibilidades eran infinitas.
Y tal vez, una de esas posibilidades involucraba a un técnico de escáner (tercera clase) asignado a una estación de monitoreo en la lejana eclíptica del sistema Hetzal, en sí increíblemente lejos en el Anillo Exterior, tristemente distante de las brillantes luces de los interesantes mundos del Centro de la República. Tal vez éste técnico de escáner (tercera clase), quien había pasado sus días mirando holopantallas, apuntando el tráfico de naves espaciales que entraban y salían del sistema, podría de hecho ser notado por la hermosa mujer de piel escarlata que le servía una jarra de la cerveza local tres o cuatro veces por semana. Sella últimamente se quedaba un rato a platicar con él, dando de vueltas mientras atendía a otros clientes que llegaban a su pequeña taberna. Parecía encontrar sus historias sobre la vida en las orillas del sistema inexplicablemente interesantes.
Merven no comprendía porqué estaba tan fascinada. A veces las naves llegaban al sistema, saliendo del hiperespacio y apareciendo en las pantallas, y otras veces se iban... y sus iconos desaparecían de sus pantallas. Nada interesante pasaba jamás, los planes de vuelo eran registrados anticipadamente, así que siempre sabía lo que entraba o salía. Merven era responsable de asegurarse que esos planes de vuelo se siguieran y nada más. En el caso de que algo inusual ocurriera, su trabajo sólo era notificar a las personas más importantes que él.
El técnico de escáner (tercera clase) Merven Getter pasaba sus días mirando como la gente se iba a otros lugares. Él, por el contrario, se quedaba en el mismo lugar.
Pero tal vez no hoy. Pensó en Sella. Pensó en su sonrisa, la forma en la que decoraba sus lekku con esos encajes que ella misma diseñaba, la forma en la que detenía lo que estuviera haciendo para servirle una jarra de cerveza en el momento en que entraba, sin que tuviera que pedirla.
Si. La invitaría a salir a cenar. Esta noche. Había estado ahorrando, y sabía de un lugar no muy lejano de la cantina. No tan lejos de su propia habitación tampoco, pero eso ya era pensar demasiado.
Solo tenía que terminar su endemoniado turno.
Merven le echó un vistazo a su colega, la técnico de escáner (segunda clase) Vel Carann. Quería preguntarle si podía salir más temprano ese día y tomar el transbordador hacia la Luna Enraizada. Ella siempre estaba leyendo algo en su datapad, sus ojos danzando de un lado a otro. Tal vez alguna de las novelas de romance Jedi con las que estaba obsesionada. Merven no lo entendía. Había leído unas cuantas, todas estaban ambientadas en las remotas fronteras de la República, llenas de amores no correspondidos y miradas anhelantes... la única acción eran las batallas con sables de luz que claramente eran un sustito para lo que los personajes realmente querían hacer. Vel no debía leer material personal durante el trabajo, pero si la denunciaba, simplemente presionaría un botón y cambiaría a un manual técnico insistiendo en que no estaba haciendo nada malo. El problema es que, ella era segunda clase, y el era tercera clase, lo que significaba que mientras él hiciera su trabajo, ella no tendría que hacer el suyo.
No. No valía la pena ni siquiera pedir salir temprano. No a Vel. Podía terminar el resto de su turno. Ya no faltaba mucho y...
Algo apareció en su pantalla.
"¿Eh?" dijo Merven.
Eso era raro. No había nada programado para entrar o salir del sistema en los próximos veinte minutos.
Algo apareció. Varios "algos". Diez.
"¿Que..." dijo Merven.
"¿Algún problema, Getter?" preguntó Vel, sin dejar de mirar su pantalla.
"No estoy seguro," dijo. "Tengo un montón de entradas no programadas, y no están reduciendo su velocidad."
"Espera... ¿qué?" dijo Vel, poniendo a un lado su datapad y finalmente echando un vistazo a sus monitores. "Oh, eso es extraño."
Más iconos aparecieron en las pantallas de Merven, demasiados para contarlos en un vistazo.
"¿Es esto... crees que son... asteroides, tal vez?" dijo Vel, su voz temblorosa.
"¿A esa velocidad? ¿Saliendo del hiperespacio? No creo. Haz un análisis," dijo Merven. "Mira a ver si puedes descubrir que son."
La estación de Vel permaneció silenciosa.
Merven echó un vistazo.
"Yo... no se como hacerlo," dijo ella. "Después de la última actualización, nunca me preocupé en aprender los sistemas. Parecías tener todo bajo control, y yo solo estoy aquí para supervisar, sabes y..."
"Bien," dijo él, nada sorprendido. "¿Puedes al menos rastrear las trayectorias? Esa subrutina ha sido la misma durante los últimos dos años."
"Si," dijo Vel. "Puedo hacer eso."
Merven regresó a sus pantallas y empezó a teclear comandos en sus teclados.
Ahora había cuarenta y dos anomalías en el sistema, todas moviéndose casi a la velocidad de la luz. Increíblemente rápido, en otras palabras, demasiado para las reglas de seguridad. Si en realidad eran naves, quien las piloteaba se haría acreedor a una enorme multa. Pero Merven no creía que fueran naves. Eran demasiado pequeñas para empezar, y no tenían emisiones de motores.
¿Asteroides, tal vez? ¿Rocas espaciales, de alguna manera lanzadas hacia el sistema? ¿Alguna especie rara de tormenta espacial, o un enjambre de cometas? No podía ser un ataque, eso sabía. La República estaba en paz, y parecía que así estaría por un buen rato. Todos eran felices, viviendo sus vidas. La República funcionaba.
Además, el sistema Hetzal no tenía nada digno de atacar. Era solo un grupo ordinario de planetas, el mundo principal y sus dos lunas habitadas, la Fructificada y la Enraizada, con un enfoque en producción de agricultura. Tenía algunos gigantes gaseosos y bolas heladas de roca, pero realmente solo era un montón de granjeros y de las cosas que hacían crecer. Merven sabía que era importante, que Hetzal exportaba comida para todo el Anillo Exterior, y que algunos de sus productos incluso llegaban a los sistemas internos. Había esa cosa llamada bacta, de la que había estado leyendo, un tipo de reemplazo milagroso para la juvan que intentaban cosechar en el mundo principal, se suponía que revolucionaría la medicina si lograban producirlo en masa... pero, a fin de cuentas, eran solo plantas. Era difícil emocionarse por plantas.
Hasta donde sabía, Hetzal era famoso por que era el mundo natal de una famosa cantante de gill llamada Illoria Daze, quien podía hacer vibrar su aparato vocal de tal forma que podía cantar melodías en armonías de seis partes. Eso, en combinación con su interesante historia de pobreza a riqueza, la había hecho famosa en toda la República. Pero Illoria ni siquiera estaba aquí. Vivía en Alderaan con toda la gente elegante.
Hetzal no tenía nada de valor real. Nada de esto tenía sentido.
Otro montón de objetos apareció en sus pantallas, tantos que estaban congestionando la habilidad de su computadora para rastrearlos. Incrementó la resolución, cambiando a una vista del sistema, para tener una mejor opinión. Merven podía ver que las cosas, fueran lo que fueran, no estaban entrando al sistema solamente por la ruta de acceso normal del hiperespacio. Estaban saliendo por todas partes, y de hecho varias se habían acercado bastante a...
"Oh no," dijo Vel.
"También lo veo," dijo Merven. No había necesidad de hacer un análisis de la trayectoria.
Las anomalías iban hacia el sol, y muchas estaban en curso de interceptar a los sistemas habitados y sus estaciones orbitales. Las cosas no estaban disminuyendo su velocidad. Para nada. A casi la velocidad de la luz, no importaba si eran asteroides, o naves, o burbujas heladas de dulces. Con lo que chocaran simplemente... desaparecería.
Mientras observaba, uno de los objetos golpeó un satélite de comunicaciones no tripulado. Tanto la anomalía como el satélite desaparecieron de su pantalla, y la galaxia ahora tenía un poco más de polvo estelar.
Hetzal Prime era suficientemente grande como para resistir unos cuantos impactos como esos y sobrevivir como un cuerpo planetario. Incluso las dos lunas habitadas podrían soportar un par de golpes. Pero todos los que vivían en ellas...
Sella estaba ahora en la Luna Enraizada.
"Tenemos que salir de aquí," dijo. "Estamos en la zona de impacto, y más de estas cosas están apareciendo en cada segundo. Tenemos que ir al transbordador."
"Estoy de acuerdo," dijo Vel, con un rastro de confianza regresando a su voz. "Pero necesitamos enviar una alerta a todo el sistema. Tenemos que hacerlo."
Merven cerró sus ojos por un momento, y los volvió a abrir.
"Tienes razón. Por supuesto."
"La computadora necesita los códigos de autorización de ambos para activar la alarma a todo el sistema," dijo Vel. "Lo haremos cuando de la señal."
Tecleó unos cuantos comandos en su teclado. Merven hizo lo mismo, y esperó su señal. Cuando la dió, terminó de teclear su código.
Una pequeña alarma sonó en el cuarto de operaciones al tiempo que el mensaje era enviado. Merven sabía que un sonido similar estaba siendo escuchado en todo el sistema Hetzal, desde las cabinas de los recogedores de basura hasta el palacio ministerial en el mundo primario. Cuarenta mil millones de personas ahora estaban mirando hacia arriba con miedo. Una de ellas era una hermosa Twi'lek de piel escarlata probablemente preguntándose si su Mirialan favorito acudiría a la taberna esa tarde.
Merven se levantó.
"Hemos hecho nuestro trabajo. Es hora de ir al transbordador. Podemos enviar un mensaje explicando lo que sucede mientras vamos en camino."
Vel asintió y se levantó de su asiento.
"Si. Salgamos de..."
Uno de los objetos saltó del hiperespacio, tan cerca y moviéndose tan rápidamente que, en términos astronómicos estaba encima de ellos para cuando apareció.
Una llamarada y la anomalía desapareció, junto con la estación de monitoreo, sus dos técnicos de escáner, y todos sus objetivos, miedos, esperanzas y sueños; la energía cinética del objeto había convertido todo en átomos en menos de un instante.
Escrito por Charles Soule.
Traducido por Mario A. Escamilla
Original de: Light of the Jedi Extended Excerpt.
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