lunes, 22 de junio de 2020

Primer capítulo de The High Republic: Light of the Jedi

Prepárate para dar el primer paso hacia una nueva era de Star Wars. Ambientada 200 años antes de los eventos de la saga de Skywalker, el proyecto The High Republic muestra a los Jedi en su esplendor, cuidando la galaxia durante una época de paz. Pero no pasa mucho antes de que la paz sea perturbada por un devastador incidente que hace que los Caballeros de la Orden Jedi se pongan en acción.

La primera novela en explorar esta era es Light of the Jedi, de Charles Soule. Aunque sale a la venta hasta el 5 de enero del 2021, presentamos el primer capítulo a continuación.



La Fuerza está con la galaxia.

Es la era de La Alta República: una pacífica unión de mundos de pensamiento similar donde todas las voces son escuchadas y el gobierno se realiza mediante el consenso, no la coerción o el miedo. Es una época de ambición, de cultura, de inclusión, de Grandes Obras. La visionaria canciller Lina Soh dirige a la República desde la elegante ciudad mundo de Coruscant, ubicada cerca del brillante Centro Galáctico.

Pero más allá de los Mundos Centrales y sus muchas Colonias pacíficas, existen los Anillos, Interior, Medio, y finalmente en el borde del espacio conocido, el Anillo Exterior. Estos mundos están llenos de oportunidades para aquellos suficientemente valientes como para navegar por las rutas hiperespaciales recién cartografiadas que llevan a ellos, aunque existen peligros. El Anillo Exterior es un refugio para aquellos que desean escapar de las leyes de la República, y está lleno de depredadores de todo tipo.

La Canciller Soh ha prometido acoger a los mundos del Anillo Exterior bajo la protección de la República a través de ambiciosos programas de alcance como el Faro Starlight. El orden y la justicia son preservados en la frontera galáctica por los Caballeros Jedi, guardianes de la paz que han dominado increíbles habilidades que provienen de un misterioso campo de energía conocido como la Fuerza. Los Jedi trabajan de cerca con la República y han accedido a establecer puestos de avanzada en el Anillo Exterior para apoyar a quien sea que necesite ayuda.

Los Jedi de la frontera pueden ser el último recurso de la gente que no tiene a quién más acudir. Aunque los puestos de avanzada operan independientemente y sin asistencia directa del gran Templo Jedi en Coruscant, sirven como una efectiva fuerza disuasoria para aquellos que desean cometer el mal en la oscuridad.

Pocos pueden hacerle frente a los Caballeros de la Orden Jedi.

Pero siempre habrá quien lo intente...

CAPÍTULO UNO

HIPER ESPACIO. LA NAVE LEGACY RUN.

3 HORAS PARA EL IMPACTO.

Todo está bien.

La capitana Hedda Casset revisó las lecturas en las pantallas integradas en su silla de mando por segunda vez. Siempre las revisaba al menos dos veces. Tenía más de cuatro décadas de experiencia en vuelos, y se figuraba que estas revisiones dobles habían contribuido en gran parte a que ella siguiera volando. El segundo vistazo confirmaba lo que había visto en el primero.

"Todo está bien," dijo, en voz alta esta vez, anunciándolo a su tripulación en el puente. "Es hora de dar mis rondas. Teniente Bowman, tiene el mando."

"Enterado, capitana," respondió su primer oficial, levantándose de su asiento para ocupar el de ella hasta que regresara de su paseo vespertino.

No todos los capitanes de cruceros de largo alcance manejaban su nave como un navío militar. Hedda había visto naves espaciales con pisos sucios, tuberías que goteaban y grietas en las ventanas de la cabina, detalles que herían su alma. Pero Hedda Casset había comenzado su carrera como una piloto de cazas espaciales con la Fuerza de Tarea Conjunta Malastare-Sullust, manteniendo el orden en su pequeño sector del Anillo Medio. Había comenzado volando un Incom Z-24, el caza de asiento individual que todos conocían como Buzzbug. En su mayoría habían sido misiones policiacas, perseguir piratas y cosas así. Eventualmente, recibió promociones para comandar un crucero pesado, una de las naves más grandes de la flota. Había sido una buena carrera, haciendo trabajo bueno.

Había sido dada de alta de la FTC con distinciones, consiguiendo trabajo como capitana de naves mercantes en la Cofradía Byrne, su propia versión de un retiro relajado. Pero más de treinta años en puestos militares significaban que el orden y la disciplina no estaban solo en su sangre... eran su sangre. Así que, cada nave que volaba estaba preparada como si fuera a enfrentarse en una batalla decisiva contra una armada Hutt, incluso si solamente llevaba a bordo un cargamento de pieles de ogrut que iban del planeta A al planeta B. Ésta nave, la Legacy Run, no era la excepción.

Hedda se puso de pie, respondiendo al saludo del Teniente Jary Bowman. Se estiró, sintiendo como tronaban los huesos de su columna vertebral. Habían sido demasiados años patrullando dentro de pequeñas cabinas, demasiadas maniobras con excesivas fuerzas G, a veces en combate, a veces solo para sentirse viva.

El problema verdadero, pensó, mientras ponía un mechón de cabellos grises en su lugar, era que habían sido demasiados años.

Dejó el puente, saliendo de la precisa maquinaria que era su cubierta de mando, caminando a través de un corredor compacto en dirección al enorme y caótico mundo que era el resto de la Legacy Run. La nave era un Transporte de Carga Modular Clase A de Kaniff Yards, casi tan viejo como ella. Lo que hacía que la nave estuviera más alla de su vida operacional, pero aún dentro de los parámetros de seguridad si es que se le hacían mantenimientos de forma regular, como así sucedía. Su capitana se encargaba de ello.

La Legacy Run era una nave de uso mixto, aprobada tanto para cargamento como para pasajeros, de ahí su designación como "modular". Se componía de un amplio compartimiento central, en forma de prisma triangular, con la sección de ingeniería en popa y el resto del espacio designado como área de carga. El puente se conectaba al casco central a través de enormes brazos cilíndricos, uno de los cuales ella atravesaba en ese momento. Otros módulos más pequeños se podían conectar a la sección central, hasta ciento cuarenta y cuatro, los cuales podían agregarse o removerse dependiendo de las necesidades de cada corrida.

Hedda adoraba las cualidades variables de la nave, porque significaba que nunca sabías que era lo que obtendrías, a qué raros desafíos te enfrentarías en el siguiente trabajo. Había volado la nave en una ocasión cuando la mitad de la zona de carga había sido acondicionada como un enorme tanque acuático, para llevar a un gigantesco pez sable desde los mares tormentosos de Spira hasta el acuario privado de una condesa en Abregado. Hedda y su tripulación habían transportado sin accidentes a la bestia, lo cual no había sido nada fácil. Y había sido peor aún, cuando la criatura fue regresada a Spira tres ciclos después, cuando la pobre cosa se había enfermado debido a que la gente de la condesa no tenía idea de como cuidarla. Al menos eso tuvo a su favor la mujer, puesto que había pagado el flete completo para regresar al pez sable a su hogar. Mucha gente, especialmente la nobleza, simplemente la hubiera dejado morir.

En comparación, este viaje en particular, era de lo más simple. Las secciones de carga de la Legacy Run estaban llenas al ochenta por ciento con colonizadores camino hacia el Anillo Exterior, provenientes de mundos sobre poblados del Centro y las Colonias, en busca de nuevas vidas, nuevas oportunidades, nuevos cielos. Era algo con lo que concordaba. Hedda Casset había llevado una vida inquieta. Tenía la sensación de que así moriría, mirando hacia afuera de la ventanilla de una nave, esperando que sus ojos miraran algo nunca antes visto.

Debido a que esta era una corrida de transporte, la mayoría de los módulos de la nave estaban en configuración básica de pasajeros, con asientos que podían convertirse en camas que, en teoría, eran suficientemente cómodas para dormir. Había almacenamiento, sanitarios, algunas holopantallas, pequeñas cocinetas y eso era todo. Para los colonos que podían pagar por comodidades y conveniencias adicionales, había auto-bares operados por droides y compartimientos privados para dormir, pero no eran muchos. Esta gente era ahorrativa. Para empezar, si tuvieran dinero, probablemente no estarían camino hacia el Anillo Exterior para intentar hacer futuro. La sombría orilla de la galaxia era un lugar de desafíos tanto emocionantes como mortales. Más mortales que emocionantes, en realidad.

Incluso el camino para llegar era intrincado, pensó Hedda, su mirada perdida en los remolinos del hiperespacio que podían verse a través del enorme ventanal por el que pasaba. Desvió su mirada, sabiendo que podía pasarse fácilmente veinte minutos observando si se dejaba llevar. No podías confiar en el hiperespacio. Era útil, claro que sí, podía llevarte de un lugar al otro, y era la razón de la expansión de la República lejos de los Mundos Centrales, pero en realidad nadie lo comprendía del todo. Si tu droide de navegación calculaba mal las coordenadas, incluso por una fracción, podías salirte de la ruta programada, el camino principal a través de lo que fuera el hiperespacio, y entonces encontrarte camino a quien sabe donde. Si sucedía incluso en las rutas más usadas cerca del centro galáctico, aquí fuera, donde los exploradores apenas habían trazado algunas rutas, bueno... era algo que siempre tenías que estar vigilando.

Trató de pensar en otra cosa y continúo caminando. La verdad era que, la Legacy Run estaba viajando a través de la ruta más conocida y más transitada hacia los mundos del Exterior. Era como ir a entregar leche. Las naves se movían constantemente a través de esta ruta, en ambas direcciones. No había nada de que preocuparse.

Pero más de nueve mil almas viajaban a bordo de la nave y dependían de la Capitana Hedda Casset para llegar sin contratiempos a su destino. Y ella se preocupaba.

Hedda abandonó el corredor y entró al casco central, llegando a un espacio circular amplio, un lugar abierto que era necesario debido a la estructura de la nave y que había sido reacondicionado como una especie de área común. Un grupo de niños pateaba una pelota, mientras los adultos platicaban cerca de ahí, o se estiraban en una zona que al menos era distinta a aquella en la que despertaban cada mañana. El espacio no era lujoso, solo un cruce de caminos donde se reunían varios corredores, pero estaba limpio. La nave empleaba, a insistencia de su capitana, una tripulación automatizada de limpieza que mantenía los interiores limpios e higiénicos. Uno de los droides se escurría a través de una pared en ese momento, realizando una de las interminables tareas que necesitaba una nave de este tamaño.

Tomó un instante abarcar el grupo, aproximadamente unas veinte personas, de todas las edades, provenientes de varios mundos. Humanos, por supuesto, pero también unos cuantos Trandoshans de piel escamosa, una familia de Biths e incluso un Ortolan, de piel azul con una enorme trompa y enormes orejas a cada lado de su cabeza, no eran muy comunes. Pero sin importar su planeta de origen, todos eran gente ordinaria, pasando el tiempo hasta que pudieran comenzar una nueva vida.

Uno de los niños la miró.

"¡Capitana Casset!" dijo el niño, un humano de piel color aceituna con pelo rojo. Ella lo reconoció.

"Hola, Serj," dijo Hedda. "¿Qué hay de bueno? ¿Todo bien por acá?"

Los otros niños interrumpieron su juego y se amontonaron alrededor de ella.

"No caerían mal nuevos holos," dijo Serj. "Ya vimos todos los que había en el sistema."

"Es todo lo que tenemos," replicó Hedda. "Y dejen de intentar entrar al archivo de los títulos para mayores de edad. ¿Creen que no me doy cuenta? Esta es mi nave. Y sé todo lo que sucede en la Legacy Run."

Se acercó a ellos.

"Todo."

Serj se sonrojó y miró a sus amigos, quienes también habían encontrado de repente cosas muy interesantes que ver en el piso, techo o paredes.

"No se preocupen," dijo ella enderezándose. "Lo comprendo. Es un viaje muy aburrido. No van a creerme, pero dentro de poco, cuando sus padres los pongan a arar los campos, a construir bardas o pelear contra rancors, se acordarán del tiempo que pasaron en esta nave. Solo relájense y disfruten."

Serj puso los ojos en blanco y todos regresaron al juego que habían inventado.

Hedda sonrió y continuó caminando, asintiendo y platicando con la gente. Gente. Probablemente algunos eran buenos, y otros malos, pero por los siguientes días, eran su gente. Le gustaban estas corridas. Sin importar lo que pasara en el futuro de las vidas de estas personas, estaban camino al Anillo Exterior para tratar de hacer sus sueños realidad. Ella era parte de eso, y la hacía sentir bien.

La República bajo la Canciller Soh no era perfecta, ningún gobierno lo había sido ni lo sería, pero era un sistema que le permitía soñar a la gente. No, aún mejor. Los motivaba a tener sueños, grandes y pequeños. La República tenía sus fallos, pero considerando las cosas, podía ser muchísimo peor.

Hedda tomó una hora para hacer sus rondas, llegó hasta los compartimientos de los pasajeros y luego checó un cargamento de tibanna super congelado para asegurarse de que la sustancia volátil estuviera apropiadamente asegurada (lo estaba), inspeccionó los motores (todo bien), investigó el estado de las reparaciones de los sistemas de circulación ambiental (en progreso y con planes de terminarse a tiempo) y se aseguró que las reservas de combustible fueran adecuadas para el resto del trayecto incluyendo una reserva extra (lo eran).

La Legacy Run era exactamente como lo esperaba. Un pequeño mundo, bien ordenado dentro del espacio salvaje, una pequeña burbuja de seguridad que mantenía el vacío a raya. No podía asegurarle nada a los colonos una vez que se dispersaran por todo el Anillo Exterior, pero vería que llegaran ahí sanos y salvos para tomar el siguiente paso.

Hedda regresó al puente, donde el Teniente Bowman casi saltó de su asiento en el momento que la vió entrar.

"Capitana en el puente," dijo, y los demás oficiales se enderezaron.

"Gracias, Jarv," dijo Hedda, mientras su segundo al mando se hacía a un lado y regresaba a su puesto.

Hedda se acomodó en su silla de mando, checando las pantallas, buscando algo fuera de lo normal.

Todo está bien, pensó.

BANG, BANG, BANG, BANG

Una insistente alarma a alto volumen sonó. Las luces del puente se pusieron en configuración de emergencia, bañando todo en luz roja. A través del ventanal, los remolinos del hiperespacio se veían raros de alguna manera. Tal vez era por la luz de emergencia, pero tenían... un tinte rojo. Como enfermizos.

Hedda sintió como el pulso se aceleraba. Su mente se puso en modo de combate sin pensarlo.

"¡Reporte!" gritó, sus ojos mirando a sus pantallas buscando la procedencia de la alarma.

"Es alarma de la navicomputadora, capitana," contestó el navegante, Cadete Kalwar, un Quermiano joven. "Hay algo frente a nosotros en la ruta hiperespacial. Justo enfrente. Enorme. Impacto en diez segundos."

La voz del cadete permaneció firme, y Hedda estaba orgullosa. Probablemente no era mucho mayor que Serj.

Sabía que esta situación era imposible. Las rutas eran seleccionadas porque no tenían escombros potenciales, su claridad era calculada hasta un metro de resolución. Cualquier granularidad sería detectada y evitada por los droides navegantes haciendo ajustes a través del vector. Las colisiones a velocidad luz entre rutas establecidas eran absurdas matemáticamente.

También supo que aunque era imposible, estaba sucediendo, y esos diez segundos eran mínimos a las velocidades a las que viajaba la Legacy Run.

No puedes confiar en el hiperespacio, pensó.

Hedda Casset apretó dos botones en su consola de mandos.

"Prepárense," dijo, con la voz calmada. "Tomaré el control."

Dos joysticks de control se desplegaron de los descansabrazos de su silla, y Hedda los tomó, uno en cada mano.

Se dio el lujo de tomar una bocanada de aire y se dipuso a pilotar.

La Legacy Run no era un Incom Z-24 Buzzbug, ni siquiera una de las Longbeams de la República. Era un carguero de más de sesenta años de antigüedad al final, o más allá, de su vida operativa, lleno a toda su capacidad, con motores diseñados para aceleración y deceleración gradual, acoplarse con espaciopuertos y estaciones orbitales. Era tan maniobrable como una luna.

La Legacy Run no era ninguna nave de combate. Ni cercanamente. Pero Hedda la maniobró como si fuera una.

Miró el obstáculo en su camino con su ojo entrenado y sus instintos, lo vio acercarse a una velocidad increíble, lo suficientemente grande como para desintegrarse junto a su nave en meros átomos, el polvo viajando para siempre en las rutas hiperespaciales. No había tiempo para evitarlo. La nave no podía girar tan rápido. No había espacio, ni tiempo.

Pero la Capitana Hedda Casset estaba al mando, y no le fallaría a su nave.

Un milimétrico ajuste en el control izquierdo y una rotación severa en el derecho hicieron que la Legacy Run se moviera. Más de lo que quería, pero menos de lo que hubiera esperado, y el enorme carguero libró el obstáculo, aunque pasó tan cerca que Hedda pareció sentir que su cabello se movía, a pesar de todas las capas de metal y escudos entre ellos.

Pero estaban vivos. Habían evitado la colisión. La nave estaba entera.

Entraron en una zona de turbulencia y Hedda luchó contra ella, sintiendo los vaivenes en sus manos, cerrando sus ojos, sin necesidad de ver. La nave crujió, su estructura quejándose.

"Puedes hacerlo, vieja amiga," dijo en voz alta. "Somos un par de ancianas malhumoradas, pero aún tenemos mucha vida por delante. Te he cuidado mucho y lo sabes. No te defraudaré si no me defraudas."

Hedda no le falló a su nave.

Pero la nave le falló a ella.

El crujido de metal se convirtió en un grito. Las vibraciones por el paso de la nave a través del espacio adquirieron un tono que Hedda había escuchado muchas veces. Era el sentir de una nave que había sobrepasado sus límites, ya fuera por recibir mucho daño en batalla, o como aquí, por realizar una maniobra que estaba más allá de sus capacidades.

La Legacy Run se estaba desintegrando. Le quedaban pocos segundos de vida.

Hedda abrió sus ojos. Soltó los controles y tecleó unos comandos en su consola, activando las compuertas que sellaban cada módulo en caso de desastres, pensando que tal vez podría salvar a algunos pasajeros. Pensó en Serj y sus amigos, jugando en el área común, y esperando que las puertas de emergencia no se hubieran cerrado en zonas que de repente se abrirían al vacío. Esperaba que los niños hubieran regresado con sus familias al escuchar las alarmas.

Pero no lo sabía.

No podía saberlo.

Hedda miró a su primer oficial, quien le devolvió la mirada, dándose cuenta de lo que iba a suceder. Le rindió un saludo.

"Capitana," dijo el teniente Bowman, "ha sido un..."

El puente se abrió.

Hedda Casset murió, sin saber si había podido salvar a alguien.


Escrito por Charles Soule.
Traducido por Mario A. Escamilla
Original de Read the First Chapter of Star Wars: The High Republic - Light of the Jedi by Charles Soule




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