jueves, 18 de junio de 2020

Cuarto extracto de Alphabet Squadron: Shadow Fall

La novela Shadow Fall de Alexander Freed continúa la historia de Alphabet Squadron. El grupo de pilotos de la Nueva República es un completo desastre, su líder es Yrica Quell, una desertora Imperial. Cada miembro del escuadrón tiene su propio bagaje. Además el Escuadrón Alphabet se formó durante un raro tiempo en la transición posterior al fin de la Guerra Civil Galáctica. La Nueva República está a la alza, pero los remanentes de Imperio permanecen obstinados en su causa. En este segundo libro, el Escuadrón continúa buscando a los pilotos de TIE más letales de la galaxia: Shadow Wing.



Había palabras que Kairos no entendía. Incluso después de años de escucharlas, tenía problemas para comprender las complejidades del lenguaje llamado comúnmente Básico Galáctico. Pero las palabras no siempre eran la barrera para comprender, y sabía lo que ocurría en el campo de batalla.

Sabía porque las naves y soldados estaban en retirada. Pero no se uniría a ellos.

Una sola avenida enorme llevaba hacia el complejo Tri-Center, a la que concurrían diversas tributarias. Una horda de tropas vestidas de blanco caminaban hacia la entrada principal, hacia la fachada de metal que alguna vez fue transparente y que daba la impresión de ser un acantilado, ahora salpicada de manchas y opacada con la ceniza en los lugares donde había recibido disparos. Si bien la eterna penumbra de Cerberon envolvía las calles, el atrio interior brillaba con luz, iluminando a los soldados rebeldes atrapados que intentaban contener la invasión.

Tal vez tenían alguna manera de escapar. Salir del complejo.

Sobrevoló a altura baja por el bulevar, mientras los impactos de las descargas de partículas se impactaban contra sus escudos. Su nave temblaba cuando el campo electromagnético se quemaba y resplandecía. Disparaba sus propios cañones hacia la multitud, enviando cuerpos carbonizados entre las hordas de sobrevivientes. Eran demasiados para que ella fallara, incluso aunque trataran de dispersarse.

Tal vez sus aliados no necesitaban que Kairos los salvara. Tal vez ella actuaba por su propia cuenta.

Manoseó los controles de su nave con sus enormes guantes, al tiempo que olía el hedor podrido de su cuerpo retorcido bajo su máscara. No podía oler el humo o los cuerpos carbonizados, aunque podía imaginarlo con perfecta claridad. Alineó su nave diez grados hacia arriba, exponiendo su parte inferior a los disparos continuos del enemigo y dirigiéndose hacia el complejo. Redirigió todo el poder de sus escudos frontales hacia sus cañones principales, un acto de hechicería técnica que no tenía ningún significado adicional, no resonaría en el mundo real, pero sería efectivo para sus propias necesidades.

Los cañones destellaron. El aullido del metal destrozado resonó a través de sus órganos (de algún modo incluso pudo saborear el hierro) y entró el atrio a través del nuevo hueco en la pared, cambiando entre los motores hacia los repulsores, girando noventa grados y flotando diez metros por encima de los asombrados soldados de la Nueva República.

Kairos había estado en guerra consigo misma, su espíritu desgarrado. Había pensado muchas veces en abandonar a su gente, dejando a la desertora, dejando a Adan. Pero no abandonaría a Adan.

Medio protegida por los restos de la pared del atrio, Kairos aceptó la explosión de un cohete contra su flanco. La nave cedió y se inclinó hacia un lado; miró en su consola el daño en los motores propulsores y repulsores, pero seguía flotando. Ajustó gentilmente una palanca y se levantó de su asiento, regresando a la cabina principal. Con el toque de un botón, abrió la compuerta y se posicionó detrás de la torreta, disparando hacia la horda.

Comprendió que Adan y la desertora buscaban atraer a su enemigo hacia una trampa, ella comprendía esas palabras correctamente, después de que Adan la hubiera apartado a un lado y le explicara paso a paso. Los carniceros de Nacronis y Pandem Nai y tantos otros mundos no merecían escapar de la justicia. Tampoco merecía escapar del castigo la bestia de Troithe que se hacía llamar gobernador, quien había liberado a monstruos contra sus enemigos. Así que aceptó la estrategia de un hombre más sabio que ella, y aceptó pagar el precio con su sangre.

Usó el torrente de disparos de la torreta para barrer la calle a través del hueco en la pared, por todo el bulevar, desgarrando stormtroopers y tropas vestidas de negro, sus caras sudorosas gritaban. Podía escuchar claramente la batalla ahora, el chasquido de los disparos y el crujido de las llamas. Al tiempo que sus enemigos contestaban el fuego y la cubierta comenzaba a temblar, pensó que la horda parecía disminuir.

Desde que habían llegado a Troithe, había asesinado y permitido que nobles guerreros fueran asesinados. En su compromiso con la venganza, con la flagelación de sus enemigos, había aceptado el sacrificio de los soldados que de otra manera debía preservar. Había aceptado pagar el precio. No podía cambiar de opinión ahora.

La cubierta saltó dando aviso de que la nave comenzaba a fallar. Saltó desde la torreta para agarrarse de uno de los asientos al mismo tiempo que los repulsores morían y el U-wing se desplomaba hacia el piso del atrio. Solo escuchó un rugido cacofónico y perdió la vista, su visión fue destrozada por el estrés de la gravedad y los compartimientos, cuando recuperó la vista su cuerpo estaba empapado de dolor. Cualquier movimiento era acompañado de oleadas de agonía. Pero había sufrido cosas peores, así que escaló la cabina destruída para recuperar su arma.

No podía dar la espalda. No podía alejarse. No después de todo lo que había sucedido.

No sabía qué había sucedido con los soldados de la Nueva República. Acomodó su ballesta contra su hombro y gorgoteó en lugar de gritar, después de cada patada que los disparos producían. El choque de su U-wing había llenado el atrio de humo y llamas, y las nubes brillaban como en Pandem Nai, de un exquisito tono escarlata, cuando absorbían el color de los rayos de partículas que se dirigían hacia ella.

Podía sentir el aire en su piel. La cubierta de sus antebrazos estaba quemada. Había roto su último voto.

Disparó en dirección hacia el humo. Disparó hacia los stormtroopers que se abalanzaban hacia ella, apilando cuerpos sobre cuerpos, aunque no eran nada en relación a la historia en general, no eran nada comparados con todos los que ella había matado en el pasado y todos los soldados que no había podido salvar; siguió disparando hasta que perdió el sentido del tacto y no pudo mantenerse de pie. Escuchaba disparos de cañones afuera del complejo pero no pudo levantar su cara para observar.

Escuchó los gritos de los soldados rebeldes que permanecían vivos.

Lo último que Kairos vio fue la hermosa cara de Yrica Quell, la desertora, la traidora, mirándola desde arriba.


Escrito por Alexander Freed
Traducido por Mario A. Escamilla
Original de STAR WARS SHADOW FALL Excerpt Puts Kairos in an Intense Battle

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