Para los fans de Star Wars y la Rebelión, Jyn Erso es una leyenda. Pero antes de que comandara la misión para robar los planos de la Estrella de la Muerte, antes de convertirse en esa leyenda, Jyn era solo una víctima más del Imperio con un futuro incierto. La nueva novela Rebel Rising de Beth Revis, publicada ésta semana en Estados Unidos, nos cuenta cómo la hija de Galen Erso se convirtió en la audaz guerrera, estratega y rebelde que conocimos en Rogue One. Les presentamos el extracto exclusivo.
Cuando Jyn despertó a la mañana siguiente, todo parecía muy oscuro. No había ventanas. El aire olía raro, rancio, no fresco. Su corazón latió con fuerza mientras trataba de deshacerse de la sensación de desorientación que le causaba despertar en un lugar que no era su hogar.
Jyn se frotó los ojos. Estaban secos y le picaban, entonces recordó que había estado llorando. Y luego recordó porqué. Su estómago se contrajo, sintiendo el ácido en su garganta. No podía olvidar los recuerdos del día anterior. El sonido del cuerpo de Mamá cayendo, sin vida, al piso. Esperar, esperar, esperar a que alguien llegara a rescatarla mientras se escondía en la cueva.
Pero eso no era verdad. No había estado esperando a alguien. Había estado esperando a Papá. Él era quien se suponía que la rescataría. No Saw. Una llamarada de ira la envolvió, sorprendiéndola con su intensidad. Nunca había sentido tanta rabia. E incluso cuando sabía en su corazón que Papá no tenía la culpa por no haberla rescatado, se aferró a la emoción. Era mejor que la tristeza que amenazaba con ahogarla.
No había señales de Saw cuando abrió la puerta de su cuarto y se asomó al pasillo. Su estómago le dolía de hambre. Se preguntó si debería tocar en las puertas cerradas y buscar a Saw, pero en su lugar caminó hacia la sala común y encontró otra lata de leche nutritiva del mismo estante que Saw había abierto anteriormente. La bebió sola en la mesa.
Ociosamente, miró todas las diferentes cosas que Sah había dejado allí. Era un poco desordenado; la lata vacía de leche nutritiva que había bebido la noche anterior seguía en la mesa, al igual que más basura. Pero un lado de la larga mesa estaba reservado para el trabajo de Saw. Le recordaba a Jyn cómo trabajaba su papá, caos organizado, decía el. Había hojas transparentes con cartas estelares y diagramas de naves Imperiales mezclados. Pero parecía que Saw había hecho a un lado todo eso. Había un datapad en el área despejada, y Jyn vio las notas que Saw había hecho sobre los cristales. Había marcado ciertos planetas, algunos de los cuales sabía que su papá también había investigado. Jyn tocó un holo-cubo en la mesa, y la cara de su padre se iluminó, flotando frente a ella.
Jyn miró a su alrededor con culpabilidad; no quería que Saw pensara que era una fisgona.
Pero no vio a Saw por ningún lado.
Debe estar en alguna de esas habitaciones, pensó ella, mirando a la media docena de puertas cerradas.
O tal vez afuera.
Bebió la leche del fondo de la lata.
No me abandonó.
Dejó la lata en la mesa.
No estoy sola. No lo estoy.
Estaba todo muy, muy callado.
"¿Saw" dijo Jyn en voz baja. No quería despertarlo si estaba dormido. "¿Saw?" dijo otra vez, un poco más alto.
Ninguna puerta se abrió.
Empujó su silla de la mesa, el metal chirriando sobre la piedra. ¿Podría haber tomado su nave y volado lejos, dejándola aquí sin nada más que cubos de comida y lo que fuera que los Wreans sean?
El corazón de Jyn latió rápidamente, y fue de puerta en puerta por el pasillo, ya no le importaba si molestaría a Saw. Un Saw enojado era mejor que ningún Saw. La mayoría de las puertas tenían llave, y las pocas que no, no tenían más que telas de arañas y muebles rotos, obviamente apilados de cuando Saw había limpiado la base para sus propios propósitos. Jyn se empezaba a llenar de pánico, y estaba temblando cuando llegó a la puerta que daba al exterior. La abrió y aunque no vio a Saw, lo escuchó.
Jyn trepó el peñasco donde había caído la torre de comunicaciones. Saw había colgado en las varillas oxidadas varios droides de sus cuellos, una mezcla de cuerpos metálicos altos y delgados, y alternaba entre usar su blaster y atacar a los droides muertos en combate cuerpo a cuerpo. Saw era grande, viejo y lleno de cicatrices, pero cuando peleaba, se veía tan vivo en una forma que Jyn no había creído posible.
Golpeó un droide, pegándole tan fuerte que su cuerpo tembló sobre el armazón de metal. Giró rápidamente, apuntando a un droide colgado más lejos y disparando su blaster. Sin esperar a ver si su tiro había acertado (lo había hecho) se agachó y dio un giro, terminando cerca de algunas rocas que usaba como cobertura mientras que disparaba tres tiros más hacia tres droides. Sus cuerpos golpearon la torre de metal, sus caparazones vacíos saltando con la fuerza de los disparos.
"¿Saw?" preguntó Jyn.
Saw se levantó, el sudor corriendo por su cabeza calva, siguiendo el contorno de la cicatriz en su cara. Se quedó inmóvil, esperando a que ella hablara.
No fue sino hasta ese instante cuando Jyn se dio cuenta porqué, cuando el Imperio vendría y los soldados se acercaban, su madre le había hablado a Saw. No era porque fuera su amigo, aunque esa era parte de la razón. Era por esto.
"¿Puedes enseñarme cómo pelear así?" preguntó Jyn.
"Cariño," dijo el, sonriendo, "ese es el plan."”
Escrito por Beth Revis.
Traducido por Mario A. Escamilla.
Original de JYN ERSO’S FUTURE UNFOLDS IN REBEL RISING – EXCLUSIVE EXCERPT
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