El libro Force Collector fue lanzado al mercado hoy 19 de noviembre de 2019 en Estados Unidos. En él, el adolescente Karr tiene visiones de la Fuerza cuando toca ciertos objetos. Con ayuda de su amiga Maize, se embarca en un viaje por toda la galaxia para saber más sobre la Fuerza y los Jedi.
Cuando finalmente emergieron del hiperespacio, el planeta Utapau se cernía sobre ellos, una esfera llena de espacios verdes y franjas de color café claro, con pocos tonos azules para romper la monotonía. Por aquí y por allá, las luces parpadeaban en la franja sombreada, pero no había mucho que ver desde tal distancia. Atrapadas en su órbita, se encontraban nueve lunas, danzando grácilmente alrededor del planeta y entre ellas.
Maize anunció triunfalmente, "¡Estamos aquí! ¿Ahora, a dónde vamos? No es un planeta muy grande, pero sigue siendo... quiero decir, todo un planeta. Si tus dolores de cabeza te hormiguean o lo que sea, dame alguna dirección." Extrajo un listado de datos del planeta acerca de lo que podía encontrarse en la superficie, así como ciudades, pueblos, asentamientos y puestos de avanzada.
"No es así como funcionan mis habilidades, exactamente, pero no me opongo a seguir mis instintos, tampoco." Karr miró la información y se concentró. Este era el planeta donde había muerto el General Grievous, terminando así la guerra. Había aprendido eso en la escuela y se consideraba un apasionado de la historia en cuanto a lo que se refería a los Jedi. ¿Había algún lugar que lo llamaba específicamente? Parecía una lista de lugares y datos fríos, no podía distinguir qué era importante de lo que no.
Entonces vio a Ciudad Pau en la información. "¡Espera! Alto, justo ahí."
Ella pausó la información. "¿Qué? ¿Qué se supone que debería de ver?"
"Ciudad Pau, ahí es donde empezó todo. La Batalla de Utapau. Empecemos ahí."
"Aquí dice que es un gran hoyo en la tierra." Maize escogió el lugar sin importar. "¿Estás seguro de esto?"
"Cien por ciento," mintió entre dientes.
"Bien, entonces es allí donde vamos. Espero que estés contento."
"Muy contento."
"Solo uno de nosotros lo está."
Él rió. "Vamos, admítelo. También te estás divirtiendo."
"¡No admitiré nada!" declaró ella, pero con una sonrisa.
Cuando llegaron a su destino, ambos se sintieron abrumados. Más de cerca, la ciudad era al tiempo más y menos de lo que habían esperado, y el viento golpeaba la superficie. Hacían un esfuerzo para permanecer de pie, preparándose para afrontar las ráfagas de viento, con los ojos llorosos de tanto pestañear.
"Vaya, no estabas bromeando. Cuando dijiste que era un 'hoyo en la tierra' pensé que era alguna expresión."
"No," dijo ella, "literalmente es un sumidero. Todas las ciudades aquí lo son. Eso creo."
Karr se paró entre Maize y RZ-7 frente a la nave Avadora, que habían aparcado al lado del enorme círculo que desaparecía en las profundidades del planeta. "¿Por qué nos pusiste aquí?"
"Porque es una cosa dejar tu planeta con la nave de tu padre, y otra diferente aparecerte con un yate de la Primera Orden sin un plan de vuelo," Maize leyó rápidamente sobre el lugar, sus dedos deslizándose sobre una tira de información en su datapad. "Es definitivamente un sumidero, y hay toda una ciudad allí abajo. Vaya, nunca había visto algo así."
Karr entrecerró los ojos en la oscuridad. "Parece no tener fondo."
"No, solo son once niveles. Vamos a checar."
"¿Tal vez deberíamos explorar los alrededores primero?"
Ella negó con la cabeza. "De ninguna manera. Hay demasiado viento aquí, y ya tengo la blusa llena de arena. Vamos."
Dejó que ella tomara la delantera, no porque tuviera algún problema con adentrarse en las profundidades de una civilización desconocida, o, probablemente a causa de eso, pero no iba a admitirlo.
Los niveles de la ciudad eran sus propios vecindarios, según Maize, quien podía leer y caminar y hablar al mismo tiempo, mucho mejor de lo que Karr hubiera podido hacer. Arriba vivían los oficiales de gobierno, y debajo los residentes más ricos, y así sucesivamente en cada nivel. Casi en el último nivel se encontraban los cultivos que alimentaban la ciudad. Había turboelevadores que conectaban cada nivel y transportaban a la ciudadanía, hacia arriba o hacia abajo, según se necesitara.
"¿Qué hay en el nivel más bajo?" preguntó él.
"Minas, al parecer. Excavaron todo esto hasta topar con piedra. No, espera. No es piedra. Son huesos fosilizados. Es su principal material de construcción. Se ve interesante la operación y hay mucho que ver y hacer. Tu eres el que está conectado con estos caballeros láser telequinéticos. Tu dices lo que hay que hacer ahora."
La ciudad pulsaba y vibraba a su alrededor, ocupada principalmente por los Utai y sus cabezas alargadas y ojos saltones. Pero había muchos extranjeros así que nadie miraba con extrañeza a los adolescentes más allá de una mirada de curiosidad. Abundaban los humanos, así como droides de todo rincón de la galaxia. Weequays, Rodianos, Sakiyans, y un número de especies diferentes. Debajo de los niveles más brillantes y limpios con las viviendas y tiendas más caras, pululaban los mercados y mercaderes, y una docena de idiomas se hablaban en cada cuadra.
"¿Vamos a deambular todo el día o... ?" preguntó Maize.
RZ-7 intentó decir. "Tal vez podría hacer una sugerencia."
"Estoy pensando, estoy pensando."
Una enorme criatura, de piel seca, como un lagarto, graznó y esquivó un droide de mantenimiento. La criatura llevaba una silla de montar y tenía un jinete, quien maldijo al droide en un idioma que Karr no pudo entender.
"Por acá, tiene que haber algo." Esperaba tener razón. Podía sentir el latir de su corazón, mientras apuntaba con nerviosismo sintiendo la sangre detrás de sus ojos hacia una tienda de segunda mano, apretujada entre un taller mecánico y una tienda de abarrotes especializada en alguna cultura local que olía a bayas y mariscos crudos. Casi hizo que se vomitara, pero se controló y se concentró en el asunto.
"¿Una tienda de chatarra, señor?"
"Las tienda de chatarra son minas de oro, RZ. Mira, te lo probaré."
Un enorme humano, de complexión robusta, estaba recargado en una pared, fumando alguna sustancia desconocida de una pipa casi tan larga como su antebrazo. Resopló en dirección hacia Karr y preguntó, "¿A quién le dices chatarra?"
"Hace demasiado calor. Es por los pozos termales," añadió. "Uno o dos niveles hacia abajo. A veces el calor sube y vuelve todo pegajoso. Ahora, ¿qué deseas de mi tienda de chatarra, niño?"
"No lo sabe," dijo Maize.
"¿Solo quieren echar un vistazo? Puedo vivir con ello. Tal vez encontrarán un tesoro." Echó otro sorbo de su pipa, la volteó y pisó las colillas para apagarlas. "Entren, y veamos que encuentran."
El interior era una tierra maravillosa de revoltijos y cosas tiradas. Había hileras de estantes que llegaban hasta el techo, tan llenos de cosas que se inclinaban del peso. A simple vista, Karr vio libros, rollos, juguetes y armas y juegos, arneses y sillas para animales de carga, aparatos de comunicación, pantallas y tabletas de cómputo, cajas y latas y botones y lámparas, equipo de supervivencia, botellas de alcohol añejado que nadie en su sano juicio consideraría beber.
El mercader se deslizó detrás de la barra y se dejó caer en una silla redonda con cojines que se habían ajustado a su enorme tamaño. "Soy Sconto, amigos míos. ¿Qué los trae hasta Ciudad Pau, y que desean hallar en mi tienda?"
"¿No creo que tenga algo de la Guerra de los Clones?" preguntó Karr.
El hombre les sonrió. "¿Se están burlando? Tengo lo mejor que pudo haber sucedido durante la Guerra de los Clones... ¡yo!"
Escrito por Kevin Shinick
Traducido por Mario A. Escamilla
Originalmente publicado en Instagram.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario