¿Quieres saber cómo terminó? El escritor Drew Karpyshyn (trilogía de Darth Bane) ha escrito la historia corta que hemos traducido a continuación.
La Esperanza de una Madre
Senya se preparó mientras empezaba su descenso; la atmósfera contaminada de Ord Mantell hacía que las turbulencias fueran comunes. Apretando los controles, forcejeó para estabilizar el transbordador mientras brincaba y se sacudía.
Un pitido agudo y sostenido surgió de la parte trasera de la nave, la multitud de máquinas conectadas al cuerpo inconsciente de Arcann en la bahía médica improvisada gritaron en protesta al ser zarandeadas por el duro viaje. Ella estaba entrando rápido y muy inclinada, lo que empeoraba la turbulencia. Pero mientras más tiempo estuviera en el aire, era mayor la posibilidad de ser detectada por los sensores de la superficie. La gente de Ord Mantell no estaba contenta con la nueva Emperatriz del Trono Eterno, pero la enorme recompensa que Vaylin ofrecía por la captura de su madre podía ser suficiente para hacer que varios reconsideraran su lealtad.
La superficie del planeta debajo era virtualmente invisible en la penumbra nocturna, pero Senya sabía bien a donde se dirigía. Ingresó las coordinadas y aterrizó el transbordador de manera segura a unos pocos kilómetros de su destino. Recorrer el último tramo del viaje a pie podría parecer demasiado cauteloso, pero las apuestas eran demasiado altas como para tomar riesgos innecesarios. Miró a su hijo comatoso una última vez, asegurándose que sus signos vitales permanecieran estables y que todos los tubos y cables estuvieran conectados a su cuerpo. Satisfecha que el aterrizaje no hubiera desconectado nada, salió del transbordador y lo dejó asegurado.
Solo llegar a Ord Mantell había sido un riesgo, pero era uno que ella había sido forzada a aceptar. Había hecho lo mejor para cuidar a su hijo, pero las heridas de Arcann estaban fuera de su alcance curativo. Si no podía encontrar a alguien más habilidoso, no duraría mucho tiempo.
Senya no tenía ya muchos aliados. Había volteado la espalda a la Alianza, traicionando al Extranjero por el bien de su hijo. Y Vaylin la estaba buscando con todos los recursos disponibles para los Zakuul y el Imperio Eterno. Aún así, cuando todo parecía perdido, un solo rayo de esperanza emergió de la fuente menos esperada: los Vástagos. Dispersados y ocultos tras la muerte de su líder, los visionarios que alguna vez guiaron al Imperio Eterno se habían comunicado con ella.
Al principio, Senya había sospechado alguna clase de truco. Durante su reino, Arcann había cazado a los Vástagos hasta casi extinguirlos. Pero los Vástagos solo estaban motivados por sus profecías y visiones, no por la venganza. Ellos querían que el depuesto Emperador viviera; creían que todavía tenía una misión por cumplir. Ella no había preguntado cuál era el destino que los Vástagos habían previsto para Arcann, no estaba segura de querer saberlo. Salvar la vida de su hijo era lo único que importaba, y estaba desesperada, casi sin opciones. Así que cuando los Vástagos le pidieron que acudiera a Ord Mantell, lo había hecho.
No estaba allí para encontrarse con los Vástagos. Aún estaban siendo muy cautelosos, eran muy vulnerables, para arriesgarse a un encuentro. En su lugar, habían enviado a alguien de su clase. La gran mayoría de Caballeros de Zakuul eran leales al Trono Eterno, sin importar quién se sentara en él. Pero dado el historial de violencia de Vaylin hacia su orden, había algunos que no estaban listos para jurarle lealtad a la nueva Emperatriz. Temían que Vaylin desbandara, o incluso destruyera, su orden.
Estos hombres y mujeres que osaban enfrentarse a la nueva Emperatriz eran la única esperanza de Senya, o eso le habían explicado los Vástagos. Tenían equipo médico y suministros que ella no podía adquirir, y expertos que sabían cómo usarlos. Además respetaban a Senya. Había luchado cuerpo a cuerpo junto a muchos; y los demás la conocían por su reputación. Si podía convencerlos de ayudarla; de ayudar a Arcann...
Me escucharán. Tienen que hacerlo.
La noche era oscura; las lunas gemelas de Ord Mantell estaban cubiertas por nubes espesas y nocivas. La única luz provenía de su pica de luz, el suave brillo azul de la hoja apenas alumbraba la oscuridad hasta un metro de distancia.
Sus pasos eran lentos y cautelosos; la capa desigual de polvo comprimido crujía bajo sus botas mientras caminaba por la oscuridad impenetrable. Basada en las coordenadas que había recibido, sabía que estaba cerca. Pero algo estaba mal. No había señales de algún campamento: ninguna luz parpadeaba a la distancia; no había susurros, ni rastros de movimiento; ningún centinela se le había acercado durante su camino.
Senya usó con cautela la Fuerza, intentando penetrar la oscuridad. No sentía nada inusual, pero sus sondeos eran torpes: su entrenamiento se había enfocado principalmente en usar la Fuerza para el combate.
Con sus sentidos en alerta, siguió caminando hasta que su pie topó con un pequeño charco. El chapoteo audible despertó el olor agudo, casi metálico del rhydonio. El olor enfermizo del combustible incrementó su malestar, y sus dedos se clavaron aún más en el mango de su pica.
Dio otro paso, y notó algo en el piso, una sombra oscura y sin forma que apenas era visible con la luz de su pica. Inclinó su arma y pudo ver un brazo desmembrado. Reconoció el guantelete de metal que portaba: ella había usado la misma armadura por décadas. Unos pasos más adelante se encontraba el resto del cuerpo boca abajo, sus extremidades restantes estaban contorsionadas en posiciones antinaturales.
Dándose valor, siguió caminando. El segundo cuerpo se encontraba a unos cuantos metros de distancia, pero en la oscuridad no lo notó hasta que estaba bajo sus pies. A diferencia del anterior, éste cuerpo estaba boca arriba. Con el magro brillo de su arma, pudo darse cuenta de la grotesca expresión de terror puro que estaba tallada en su cara.
Aunque no pudo reconocerlo, Senya sintió afinidad con el guerrero caído. Ella había sido también un Caballero de Zakuul; éstos eran sus hermanos y hermanas. Había entrenado con ellos, vivido a su lado, peleado con ellos.
Moviéndose lentamente, Senya caminó en círculos a través de la oscuridad. Charcos de rhydonio punteaban la superficie, los reflejos cromados amplificaban el brillo de su pica de luz para revelar los cuerpos destrozados de más caballeros caídos. Había acudido a su campamento en busca de ayuda, sabiendo que no rechazarían a una de los suyos. Ahora todos estaban muertos, sus cuerpos desmembrados y desperdigados... y Senya sabía que era su culpa.
Esto no era ninguna coincidencia. Al acercarse a los caballeros renegados había atraído la atención de Vaylin. Su sangre estaba en sus manos. Pero no podía darse el lujo de sentir culpa. No si quería salvar a su hijo. Era hora de irse; no había nada aquí para ellos.
Un suave chapoteo en la oscuridad la hizo voltear. Dio un paso hacia el lugar de donde provenía el sonido, extendiendo la mano con la pica para investigar. Con el brillo pudo ver algo que reconoció inmediatamente: un juguete tallado a mano, abandonado sobre la tierra.
Se preparó para el impacto cuando escuchó pasos que se aproximaban. Una figura familiar se materializó en la oscuridad, sus manos iluminadas con chispazos de energía crepitante. Vaylin extendió sus dedos, y las chispas surgieron de la punta de sus dedos hasta incendiar el charco de rhydonio a sus pies. El fuego se extendió rápidamente, saltando de charco en charco, recorriendo todo el terreno hasta crear un patrón que iluminó la noche.
Entre las llamas, Senya pudo atestiguar la verdadera carnicería que Vaylin había desatado en el campamento: docenas de Caballeros, sus cuerpos mutilados y estropeados, estaban regados de manera desordenada entre restos de naves y transbordadores destruidos. El alcance de la matanza envió un escalofrío a través de su espalda; evidencia de los siniestros horrores de los que era capaz su hija.
Senya levantó su arma, solo para que fuera arrancada sin esfuerzo de sus manos gracias a la Fuerza. La pica voló diez metros por el aire hacia las manos de Vaylin.
Podría aplastar mi cráneo en un instante, pensó Senya. ¡Y no podría detenerla!
Pero cuando Vaylin empuñó la pica de luz robada y cargó hacia ella, sabía lo que pasaría, su hija quería el placer visceral de atravesar su cuerpo en combate.
Usando la Fuerza para jalar el sable de luz de uno de los caballeros caídos hacia su propia mano, Senya se enfrentó a su hija. Las hojas brillantes chocaron con un silbido fuerte y crepitante, por un instante ambas combatientes se miraron frente a frente, sus caras separadas por sólo unos centímetros, rodeados de las llamas naranjas que se expandían rápidamente por todo el campamento.
Senya estaba suficientemente cerca como para mirar fijamente los ojos de Vaylin. Estaban llenos de odio, puro y salvaje; no quedaba ningún rastro de la niña que solía abrazar a su madre. Sorprendida por la intensidad del aborrecimiento de su hija, Senya miró hacia otro lado. En ese instante, Vaylin se agachó, girando la pica de luz en un amplio arco que intentaba cortar las piernas de su madre. Pero Senya ya había dado un salto hacia atrás con gracia, aterrizando en una postura defensiva para contener el siguiente ataque de Vaylin.
"¿Tienes miedo de enfrentarme, Madre?" preguntó Vaylin con una maliciosa sonrisa. Las llamas a su alrededor proyectaban sombras extrañas sobre su cara.
En vez de responderle, Senya se preparó para el siguiente ataque, confiada en sus propias habilidades. Ya se habían enfrentado antes, y Senya había salido avante: su hija podía ser más poderosa en la Fuerza, pero Senya había pasado décadas dominando el arte del combate cuerpo a cuerpo. Si Vaylin quería luchar con ella, solo había un resultado posible.
Como esperaba, Vaylin se lanzó hacia ella con una furia desenfrenada, la pica convirtiéndose en un instrumento giratorio de muerte en sus ágiles manos. Senya bloqueó la ráfaga inicial, desviando cada golpe permitiéndole detener el ímpetu del ataque de Vaylin. Entonces cambió de defensa a la ofensiva, desquitándose con su propia secuencia de golpes rápidos y empujes que no intentaban matar, sino hacer que su hija retrocediera, manteniéndola fuera de balance y en retirada constante.
Pero en vez de ceder terreno, Vaylin contestó con otro vicioso ataque, poniendo de nuevo a Senya a la defensiva. Sorprendida, la mujer mayor trastabilló, haciéndose a un lado al tiempo que la pica rozaba su mejilla lo suficientemente cerca como para sentir el calor de la hoja. Sintió un golpe en su hombro, que rebanó un pequeño pedazo de su armadura.
El siguiente golpe casi rebana su pierna debajo de la rodilla, en el último instante Senya logró retirar su pie. Pero aunque había evitado el ataque, se hallaba fuera de balance y en una mala posición. Vaylin se abalanzó y atacó a su madre; supliendo su falta de técnica con fuerza y agresión pura.
Los reflejos e instintos adquiridos durante más de treinta años de entrenamiento le permitieron a Senya evitar el golpe final... a duras penas. Se agachó y giró hacia la izquierda, saltando sobre una de las paredes de fuego que atravesaban el campamento.
Es ahora más fuerte. Más rápida. Con más confianza.
Pero aún había fallas en el ataque de Vaylin. Ahora que había medido a su oponente, Senya veía las sutiles imperfecciones que podía aprovechar.
Su hija saltó sobre la pared de fuego que las separaba y atacó una vez más. Estaba presionando, tratando de abrumar a Senya para conseguir una victoria rápida. En el siguiente golpe, Senya dejó caer levemente la punta de su sable de luz, ofreciendo una pequeña apertura. Como esperaba, Vaylin intentó aprovechar la vulnerabilidad. Pero Senya estaba lista; anticipando el golpe de su hija, dio un paso hacia un lado y se acercó lo suficiente para golpear el pecho de Vaylin con su codo, haciéndola retroceder.
Vaylin alcanzó a detenerse justo antes de caer en las llamas. Enfurecida, atacó a su madre de nuevo, redoblando sus esfuerzos. Senya continúo fintando y azuzando a su oponente, usando su propia agresión en su contra para controlar la batalla. Podía sentir la frustración de su hija creciendo mientras la batalla se prolongaba, sus ataques se volvían más desesperados, más frenéticos. Una y otra vez Vaylin intentaba aprovechar alguna oportunidad que le permitiera terminar la batalla con un solo golpe, solo para fallar en el último instante gracias a su elusiva oponente.
La fatiga comenzó a cobrar factura. La velocidad deslumbrante de los ataques de Vaylin empezó a alentarse ligeramente cuando sus músculos empezaron a dolerle. Estaba embistiendo y azotando, fuera de balance y de condición. Ambas combatientes respiraban fatigosamente, pero a diferencia de su hija, Senya había mantenido su ritmo, reservando algo para el final.
"Aún peleas con muchas emociones al desnudo," gruño Senya mientras detenía otro golpe, esperando que todavía existiera alguna parte de la pequeña niña que había criado dentro de la salvaje criatura frente a ella. "Te ciega la mente."
"Suenas como SCORPIO," se mofó Vaylin, dando un golpe al vacío donde su objetivo había estado hacía un segundo. "Siempre hablando de lógica y razón."
"¿Es de quien tomas órdenes ahora?" presionó Senya. "¿Una máquina?"
Vaylin hizo un gesto con su mano, lanzando a Senya a través del aire hasta estrellarse con el casco de una de las naves destrozadas que rodeaban el campamento. Senya cayó al piso, aturdida temporalmente.
"¡SCORPIO no es la Emperatriz!" gruño Vaylin, caminando con zancadas hacia su oponente. "Ella comanda la flota GEMINI, pero todos me obedecen. ¡Yo soy la que se sienta en el Trono Eterno!"
Sacudiendo la bruma de su cabeza, Senya se incorporó sobre una rodilla. A pocos metros, hileras gemelas de llamas brotaban a cada lado, el humo cáustico le punzaba los ojos y la nariz.
Ella no puede derrotarme en combate, pero podría matarme si lo deseara. Ha estado jugando conmigo todo este tiempo.
"¿Por qué te interesa tanto el trono?" le preguntó a su hija, aún tratando de razonar con ella.
Su pregunta hizo que Vaylin se detuviera en seco, dándole tiempo suficiente para ponerse de pie.
"Tu hermano siempre quiso ser el Emperador," le recordó Senya. "Pero tu nunca te preocupaste por eso."
"Zakuul necesita un líder fuerte," replicó Vaylin, hablando lentamente. "Y el trono es mio, por nacimiento y por derecho."
"Suena como algo que diría SCORPIO," le dijo Senya. "Pero no creo que sea lo que tu realmente deseas."
Pasaron varios segundos sin que Vaylin ofreciera una respuesta, el silencio roto únicamente por el crepitar de las llamas.
"Sabes lo que quiero, madre, ¡matarte!"
Vaylin arrojó la pica de luz como una lanza, intentando impalar a Senya contra el casco de la nave. Pero Senya anticipó la jugada y giró hacia un lado. La hoja cortó el metal y se hundió en el costado de la nave.
Un chillido comenzó a rugir: el sonido del refrigerante presurizado que escapaba por un hiperimpulsor perforado. Senya apenas tuvo tiempo de registrar lo sucedido cuando explotó el hiperimpulsor dañado.
Se incorporó unos segundos después, mareada y desorientada con los oídos zumbando. La explosión la había aventado a veinte metros de distancia; pequeños pedazos de metal retorcido que alguna vez habían sido parte de una nave se extendían a su alrededor. Levantándose con las manos y rodillas, Senya miró a su alrededor, buscando a Vaylin. Pero no pudo ver más que el humo y las llamas; el fuego había consumido el campamento entero.
¡Arcann!
Sin saber como, Senya se puso de pie, y corrió trastabillando hacia su nave y su hijo. A medida que se alejaba de las llamas, su mente se aclaraba. Sus pensamientos se voltearon hacia los caballeros caídos, consumidos por la pira funeraria que una vez había sido su campamento. Habían arriesgado sus vidas por ella, y Vaylin había acabado con todos ellos.
Ella y Arcann estaban solos una vez más. Sin aliados. Sin un lugar donde huir. Pero ella seguía viva... de alguna forma.
La explosión debía haberme vaporizado.
Había solo una explicación para su supervivencia: Vaylin debió haber usado la Fuerza para protegerlas de lo peor de la explosión.
¿Pero por qué? ¿Para que pueda matarme con sus propias manos? ¿O intentaba solo salvarse a si misma, y yo estaba lo suficientemente cerca de su escudo? ¿Y dónde está Vaylin ahora?
Sabía que su hija estaba viva; de alguna manera Senya hubiera sentido su muerte. Pero aún escudada por la Fuerza, la explosión hubiera sido suficiente para dejar a Vaylin desorientada y debilitada. Vulnerable y temiendo por su propia vida, probablemente había huído.
O tal vez todavía está por aquí. ¡Tal vez la estoy llevando directamente hacia Arcann!
Senya aminoró su paso, aunque ya se encontraba cerca de su transbordador. Su hija la odiaba; lo había visto en sus ojos. ¿Pero qué sentía por su hermano?
Y si viene por él, ¿puedo detenerla siquiera?
No tenía ninguna respuesta cuando llegó al transbordador, tan oscuro y silencioso como lo había dejado. Ingresó el código de acceso y la rampa de acceso se extendió. Con una última mirada detrás del hombro, Senya trepó rápidamente, sellando la nave tras de sí.
El interior del transbordador estaba tenuemente iluminado, pero comparado con la oscuridad de la noche era casi cegador. Su hijo yacía donde lo había dejado; inconsciente sobre su cama, atrapado en la red de tubos, cables y máquinas que lo mantenían vivo.
Senya se inclinó sobre él y acarició cuidadosamente su frente. En la punta de sus dedos pudo sentir la fiebre que aún lo asolaba, tan candente como las llamas que habían consumido el campamento de los caballeros.
"Encontraré alguna manera de salvarte," susurró, dejando caer su mano.
Tomando asiento frente a los controles, encendió los motores. Segundos después, la nave salía disparada hacia el espacio, engullida por la oscuridad.
Escrito por Drew Karpyshyn
Traducido por Mario A. Escamilla
Original de A Mother's Hope
Gracias a Jedi Bibliotek por el tip.
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