En Master & Apprentice, la escritora Claudia Gray explora la relación entre Qui-Gon y Obi-Wan en la priera novela canon en tomar lugar antes de los eventos de Episodio I: La Amenaza Fantasma.
En el extracto que presentamos a continuación, veremos a un joven Qui-Gon y a su maestro siguiendo el rastro de una peligroso caza recompensas en el lejano planeta de Numidian Prime.
"¡Lo estoy persiguiendo!" Qui-Gon gritó en su comunicador, esperando que su voz se oyera por encima del ruido del aire en su moto speeder mientras viajaba a través del follaje de la jungla. "¡Siga mi rastro!"
Su voz se quebró en la última palabra. Fantástico, pensó, pero no había tiempo para fijarse en otra cosa que no fuera la persecución.
Dooku y él eran parte de un equipo de ataque en Numidian Prime, organizado para encontrar a la célebre caza recompensas Shenda Mol. Ella no recolectaba las recompensas asesinando a los individuos, lo cual hubiera sido malo de por sí, sino saboteando naves de pasajeros, detonando explosivos en áreas públicas, e incluso una vez había liberado un virus mortal. Decenas de miles de muertes en cincuenta planetas diferentes, eran solo daño colateral para Mol.
Los Jedi la habían rastreado hasta Numidian Prime, donde tenía un búnker y un puñado de seguidores. Pero todos sus seguidores habían sido arrestados y ahora era responsabilidad de Qui-Gon y su Maestro capturar a Mol.
Aceleró su moto speeder, tratando de volar sobre el denso follaje del piso de la jungla pero debajo de las hojas de las palmeras. La coleta de Padawan se movía con el viento detrás de él, y deseaba haber traido gafas protectoras para sus ojos irritados.
No había tiempo para eso. Se elevó sobre la colina y pudo ver el valle rocoso donde habían detectado el escondite de Mol. Qui-Gon desaceleró, tratando de detenerse lo más silenciosamente posible. Andaría a pie desde ese punto.
Numidian Prime era un mundo pantanoso y traicionero, pero Shenda Mol se había atrincherado en terreno alto. Qui-Gon podía caminar silenciosamente sobre las hojas y viñas que todavía estaban verdes y suaves. Aparte de algunos pájaros que volaban sobre su cabeza, no parecía haber fauna en el área. Con una mano en su sable de luz, sacó su escáner para asegurarse que caminaba en la dirección correcta.
Unas cuantas colinas, grandes y rocosas, parecían ser el lugar más probable para el escondite de Mol. Qui-Gon se detuvo en la falda de una de ellas para guardar su escáner y prepararse para el combate. Dooku llegaría pronto, pero no había garantías de que su objetivo estuviera...
"No te muevas," dijo Shenda Mol. Estaba recargada sobre una formación rocosa unos metros arriba, en la colina, y apuntaba su bláster a su cabeza.
Qui-Gon se detuvo. Su mano permaneció en su sable de luz; contra cualquier oponente normal, hubiera confiado en su entrenamiento para sacar su arma a tiempo y bloquear los disparos de bláster. Pero se trataba de Shenda Mol. Era una Falleen, con reflejos reptilianos ultra rápidos. Incluso entre los Falleen su reputación como tiradora no tenía comparación.
"Dime algo," dijo él, sin moverse. "Siempre he escuchado sobre tu puntería perfecta..."
"Has oído bien." Sacudió su cabeza y el cabello negro de su cola de caballo se posó sobre su hombro verde. "Si lo dudas, muévete y lo confirmarás."
Qui-Gon no tenía intención de moverse... aún. "Si puedes apuntar a cualquier individuo desde una enorme distancia, ¿por qué usar bombas o virus? ¿Por qué matar miles cuando podrías matar solo a uno?"
Mol sonrió. "Hay un pequeño juego que me gusta. Necesito más víctimas para ganar, aunque, solo compito contra mi misma. Esa es la única competición que me interesa, sabes. La gente debería entenderlo."
Dooku llegaría en cualquier momento, pensó. El Maestro Dooku debía haber rastreado su moto speeder. Todo lo que necesitaba Qui-Gon era ganar tiempo.
"¿Eres uno de los aprendices, no?" Meneó su cabeza, estudiándolo. "No eres una gran captura. Eres del tipo que normalmente desecharía."
Qui-Gon no apreció que lo llamaran aprendiz, pero era el menor de sus problemas. "No, aún no soy un Jedi completamente."
"Lo sé," dijo Mol. "He comido quesos más viejos que tu."
"Tengo catorce años."
"Catorce." Ella siseó, como suelen hacer los Falleen cuando se divierten. Él penso que era mejor no responder.
Mol se movió un poco, prácticamente reptando, mientras mantenía su blaster listo para disparar. Qui-Gon sabía que no había dejado de apuntarle ni un momento. Ahora estaba un metro más cerca.
Ella dijo, "¿qué hare contigo?"
"Lo más inteligente sería darte la vuelta e irte," dijo Qui-Gon. "Por supuesto, eso es lo que yo quiero que hagas, pero además es cierto. Mientras más rápido te vayas, tendrás más oportunidad de que perdamos tu rastro."
"Y entonces me seguirán persiguiendo."
Eso, también era cierto.
Mol entrecerró sus ojos. "¿Te contaré mi pequeño juego, aprendiz?"
"Parece que eso piensas hacer," dijo Qui-Gon con calma. El mango de su sable de luz estaba lleno del sudor de la palma de su mano.
"Es así. Trato de matar un objetivo de cada edad posible. Al menos hasta doscientos años, no pienso cazar ancianos todo el tiempo. Por el momento el mas anciano ha sido un Whiphid de ciento sesenta y dos años. Y la más joven tenía solo cuatro días. Yo la cuento como cero años."
Mol hablaba con orgullo en la voz. Hizo que el estómago de Qui-Gon se revolviera.
"Y esto es lo que sucede," su sonrisa se hizo más grande. "He matado a uno de trece años y a uno de quince. Pero eso deja un pequeño hueco. Uno que podrías llenar perfectamente."
Va a matarme. Qui-Gon apretó su mano sobre el sable de luz, debía tratar de bloquear su disparo, aunque fuera fútil.
Un destello de luz explotó desde la jungla, golpeando a Shenda Mol. Ella gritó en agonía, tirando su bláster y cayó dando tumbos por la colina hasta caer al piso. Qui-Gon no podía verla, el follaje bloqueaba su campo de visión, pero podía escuchar gorgoteos que provenían de su garganta. Podía escucharla rascando la tierra, como si estuviera usando sus garras o pies para patear el piso. Antes de que pudiera preguntarse qué había pasado, el follaje se abrió revelando al Maestro Dooku.
"Matas a los inocentes y lo presumes," dijo Dooku, pasando enfrente de Qui-Gon entre el follaje, enfocado solamente en Mol. Aunque Qui-Gon deseaba ver a su maestro y revelarse, sabía bien que no era su lugar interrumpir un encuentro que Dooku tenía planeado. "Deseas asesinar a mi Padawan para satisfacer tus lastimosas ambiciones. ¿Te crees impresionante, no? ¡No sabes nada del verdadero poder!"
La luz brillante volvió a destellar una y otra vez. Qui-Gon no podía verla directamente, aunque sintió un cosquilleo en su piel y sus pelos se erizaron. El aire sabía a ozono.
Nada de eso parecía importar, no cuando podía escuchar los agudos gritos de agonía de Mol.
Entonces los gritos de Shenda Mol se callaron. Por un instante Qui-Gon pensó que estaba muerta, pero entonces la escuchó gemir de manera entrecortada. El sonido lo puso en acción.
"Maestro, deténgase." Hizo el follaje a un lado hasta ponerse entre Dooku y Mol. La asesina yacía a los pies de su maestro, acurrucada, temblando. "Por favor. Estoy a salvo. Pongámosla bajo custodia. Ya terminó todo."
La expresión de Dooku era ilegible al principio, pero pronto bajó su mano. "Ya terminó todo," repitió su maestro. De repente pareció volver a la normalidad. "¿Estas bien, mi Padawan?"
"Si, Maestro." Cada vez que Dooku le había salvado la vida, Qui-Gon le había dado las gracias. Pero ahora no podía hacerlo.
¿Qué había hecho su Maestro?
"Llamaré a los demás." Dooku se apartó unos pasos para hablar por su comunicador, mientras Qui-Gon permanecía inmóvil, montando guardia cerca de Shenda Mol quien temblaba en el piso.
Escrito por: Claudia Gray
Traducido por: Mario A. Escamilla.
Original de: STAR WARS: MASTER & APPRENTICE – EXCLUSIVE EXCERPT
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