jueves, 25 de abril de 2019

Alphabet Squadron - Primer Extracto

Éste extracto fue publicado inicialmente en el #1 del cómic TIE Fighter, el 17 de abril de 2019. Posteriormente fue publicado en la página de Penguin Randomhouse.



Capítulo 1

Conciencia situacional

“Estaba a dieciocho kilómetros sobre el nivel del mar cuando me alcanzaron,” dijo ella.

El droide midió su pulso desde el otro lado de la habitación (sesenta y dos pulsaciones por minuto, siete por encima de su nivel normal) y almacenó su huella de voz para estudio posterior. Echó una mirada superficial y notó las cortadas en sus labios y en la frente; y el cabestrillo que sostenía su brazo derecho. Ella había comenzado a recuperar masa muscular, aunque todavía parecía (el droide se permitió una licencia poética) endeble.

”¿Recuerda la altitud precisa?” preguntó el droide. Para esta interacción, había escogido una voz masculina, grave y sonora. El sonido se proyectaba desde un altavoz en l parte inferior de su chasis esférico negro.

“Tengo una memoria muy buena.”

El droide orientó los lentes rojos de su fotoreceptor como si estuviera fijando la mirada. "Yo también."


La mujer soportó su mirada. El droide reajustó sus lentes.

Ésta es la historia que contó.

Dieciocho kilómetros por encima de la superficie del planeta Nacronis, Yrica Quell huía por su vida.

La tormenta de limo rugía afuera de su caza estelar, el fango azul y amarillo daba vueltas en las facetas de su ventanal. Un golpe de viento levantó el lado de babor de su nave, a punto de mandarla en una espiral sin control; ajustó sus repulsores con su mano izquierda enguantada mientras la mano derecha ajustaba una palanca en su posición. La nave se estabilizó, y el rugido confortante de sus motores gemelos de iones se elevó mientras seis millones de pequeños granos de arena entraban por su escape. Quell frunció el cejo mientras brincaba en su arnés, escuchando la agonía de su nave.

Unas luces esmeraldas pasaron disparadas por su ventanal, incinerando listones del fango en la tormenta. Incrementó su aceleración y se internó más en la tormenta, ignorando el grito de sus motores.

Su escáner mostraba tres marcas aproximándose rápidamente por detrás, dos menos de las que esperaba. Movió una mano para activar el comunicador, recalibrando su frecuencia, y llamó dos nombres: "¿Tonas? ¿Barath?" Cuando ninguno contestó, recalibró de nuevo e intentó, "Esta es la piloto de TIE Yrica Quell contactando a control aéreo de Nacronis." Pero Tonas y Barath seguramente ya estaban muertos, y los locales habían sido interferidos, o estaban fuera de rango, o deseaban ardientemente ignorarla.

Otra andanada de partículas esmeralda rodearon su nave. Quell mantuvo su vector. Era una excelente piloto defensiva, pero solo la tormenta podía mantenerla viva ahora. Tenía que confiar en que el viento y el fango cegador se entrometieran con la puntería de sus enemigos.

Su comunicador sonó finalmente. "¿Teniente Quell?"

Se inclinó hacia el frente, forzando su arnés, tratando de mirar a través de la tormenta mientras sus dientes castañeteaban y sus caderas golpeaban el asiento. Un listón de fango azul pasó volando y lo miró, al frente estaba un destello de luz blanca: una tormenta eléctrica al frente y veinte grados a babor. 

"¿Teniente Quell? Por favor conteste."

Consideró sus opciones. Podía dirigirse hacia el relámpago, hacia el centro de la tormenta, donde los vientos serían más fuertes. Ahí podría tratar de localizar una corriente ascendente. Reducir el empuje de sus motores, y dejar que la corriente y sus repulsores antigravedad aventaran su nave hacia arriba mientras sus perseguidores pasaban de largo por debajo. Eso si no se desmayaba, o si no se desorientaba y pudiera girar hacia abajo y atacar a sus enemigos por detrás, eliminando a uno, tal vez dos, antes de que se dieran cuenta de a donde había ido.

"Se le ordena reducir su velocidad, expulsarse de su nave y esperar rescate, detención y una corte marcial."

No pensó que el hombre al otro lado del comunicador fuera a caer en esa maniobra. Lo más probable era que la derribarían mientras giraba indefensa en el cielo.

Y por supuesto, también le dispararían si se expulsara de la nave. El Mayor Soran Keize era un buen hombre, un hombre admirable, pero también sabía que no habría corte marcial.

Cambíó el curso hacia la tormenta eléctrica y enfiló su nave hacia abajo. Hacia tierra, esa tierra, recordó, que como la atmósfera y la gravedad, eran un desafío con el que no estaba acostumbrada a volar. Otros destellos esmeralda le recordaron que sus enemigos se estaban acercando, intentando atraparla en el fuego cruzado.

Dejó que el viento la guiara. No podría volar mejor que el Mayor Keize, pero era al menos tan buena como sus compañeros de escuadrón. Había volado con Shana, había visto las estadísticas de Tong, y Quell se merecía su destino si no podía ponerse a la par de ellos. Se sumió a través de un listón de fango amarillo que la dejó momentáneamente ciega, y redujo el empuje del repulsor hasta que la configuración aerodinámica del caza TIE tomó el control y lo mandó girando en un ángulo agudo. Quell podía encontrar desafiante el vuelo atmosférico, pero sus oponentes estarían definitivamente confundidos con un enemigo a merced de la gravedad. La siguiente andanada de disparos solo fue un destello en su visión periférica.

Pronto estarían de vuelta tras ella. Un trueno sonó tan fuerte que retumbó sus huesos, asegurándole que se encontraba cerca del centro de la tormenta. Pensó, sorprendida por la intención, si debería decirle algo al mayor antes de su final, hacer una última petición o mencionar los años que pasaron juntos, y desechó la idea de su mente. Había tomado una decisión final.

Miró por su cabina al vórtice de colores giratorios. Aceleró tan rápidamente como se lo permitió su TIE, checando sus instrumentos a través del dolor en su cráneo y las luces parpadeantes frente a sus ojos, contó hasta cinco y entonces giró su caza otros 50 grados hacia el suelo.

Después, dos eventos ocurrieron simultáneamente. De alguna forma estuvo consciente de ambos.

Mientras el caza de Quell se dirigía hacia la superficie de Nacronis, sus tres perseguidores, acelerando para igualar la velocidad de Quell, se dirigieron hacia el centro de la tormenta. Dos de los TIE enemigos, de acuerdo a su escáner, intentaron desviarse. Pero fueron arrastrados pro el vendaval, y al desacelerar, chocaron entre sí. Ambos fueron destruidos inmediatamente en la colisión.

El tercer piloto intentó navegar el pozo de rayos y fango. Y le fue mejor, pero su caza no estaba a la par de sus habilidades. Algo salio mal, Quell se figuró que serían las partículas de fango que se habían incrustado entre la armadura del TIE, o que algún rayo había causado un corto circuito en los sistemas del caza, y el Mayor Soran Keize, también desapareció de su escáner. El as del Escuadrón Imperial 204 estaba muerto.

Al mismo tiempo que sus perseguidores encontraron su fin, Quell intentó escapar de su descenso. Pero no veía nada fuera de su cabina, nada en sus instrumentos, y su cuerpo parecía de plomo mientras intentaba operar los controles de su TIE. Logró estabilizar la nave cuando escuchó un estruendo ensordecedor y sintió un empujón en su asiento. Se dio cuenta medio segundo más tarde que el fondo de su ala de estribor había golpeado el lodo de la superficie de Nacronis y que estaba arrastrándose por el fnago. Un segundo después, perdió el control total de su nave y cometió el error de buscar el interruptor de expulsión con su mano derecha.

El caza TIE se detuvo abruptamente y fue lanzada a través del ventanal roto. El arnés de seguridad atrapó su brazo derecho extendido y rompió sus huesos mientras las correas cortaban su cuerpo. Su cabeza golpeó con el interior de su casco. Le siguieron la agonía y la náusea. No escuchó mas que un rugido inidentificable. Se desmayó y despertó casi inmediatamente, a tiempo para saborear el dolor.

Quell tenía una muy buena memoria, pero no recordaba haberse liberado del arnés de seguridad o trepar fuera de su cabina. No recordaba si había vomitado cuando se quitó el casco. Recordaba, vagamente, el olor de los circuitos quemados y su propio sudor, pero eso era todo, hasta que se sentó encima de su nave despedazada entre un pantano multicolor y miró hacia el cielo.

No podía darse cuenta si era de día o de noche. La tormenta giraba, iridiscente, como un torbellino aceitoso, escondiendo el sol o las estrellas o ambos. Se agitaba y crecía, expandiéndose visiblemente a cada momento. Destellando encima de los relámpagos, en lo más alto, estaban las luces naranja de las explosiones atmosféricas, las bombas de otros cazas TIE.

Quell sabía que las explosiones agrandarían la tormenta, la alimentarían así como a otras, hasta que las tormentas destrozaran cada ciudad de Nacronis. El fango azotaría las torres y ciudadelas hasta sus huesos de acero. Los niños se atragantarían con el lodo que inundaba las calles. Todo porque habían dado una orden, y solo Quell y Tonas y Barath se habían atrevido a desafiarla.

Esto era en lo que el Imperio se había convertido en los días después de Endor. Ahora lo veía claramente, pero era demasiado tarde para salvar Nacronis.

Escrito por: Alexander Freed.
Traducido por: Mario A. Escamilla.

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