"He sentido una perturbación en la Fuerza."
El Emperador Palpatine hizo una pausa, expandiendo sus pensamientos hacia los dos hombres parados frente a su trono, esperando sus reacciones.
No. No hombres. Por supuesto que no hombres. Los hombres eran criaturas insignificantes y lastimosas, dignas solo de ser gobernadas, o intimidadas, o de mandarlas a su muerte en batalla. Éstos eran más que simples hombres.
Un Gran Almirante Chiss, genio estratégico y táctico. Un Señor de los Sith, despiadado y poderoso en la Fuerza.
Ambos lo miraban, Palpatine sabía, tratando a su manera de encontrar una razón por la cual habían sido llamados a su presencia. El Gran Almirante Thrawn observaba la voz, las facciones y la postura de su Emperador. Lord Vader, en cambio, extendía sus sentidos hacia su maestro usando la Fuerza.
Palpatine podía sentirlo todo. Pero también podía sentir la tensión entre ambos, sus sirvientes más útiles.
La tensión no era solo porque ambos deseaban sentarse solos al lado de su maestro, en el centro del poder Imperial. Eso era tan solo una parte.
Pero había más. Mucho más. Thrawn había sufrido una reciente derrota seria, que había permitido que un grupo de rebeldes escaparan de entre sus dedos en el planeta Atollon. Ese fallo le había ganado el desprecio de Vader.
Thrawn, por su parte, se oponía vehementemente al proyecto de la Estrella de la Muerte, favorecido por Vader, el Gran Moff Tarkin y el mismo Palpatine, tratando de impulsar su propio proyecto de la fabricación de TIE Defenders en Lothal. La oposición de Thrawn no había llegado al extremo de una resistencia abierta, pero el Emperador sabía que solo era cuestión de tiempo. Vader también lo sabía.
Pero Palpatine no los había llamado para ofrecerles la oportunidad de una reconciliación. Ciertamente tampoco para mediar personalmente en su conflicto. Había que tomar en cuenta otras consideraciones más profundas.
Thrawn había hecho un juramento de lealtad hacia el Imperio. Pero esa lealtad no había sido demostrada completamente. Vader se situaba al lado de Palpatine en su calidad de aprendiz del Maestro Sith. Pero su vida previa con los Jedi no podía ser ignorada ni desechada de manera casual.
Aquí, usando éste preocupante disturbio en la Fuerza, se hallaba la oportunidad de lidiar con ambos asuntos.
Palpatine levantó brevemente sus ojos hacia la enorme ventana en su salón del trono. El Destructor Estelar Chimaera era visible a la distancia, con su forma de punta de flecha que flotaba sobre los edificios y las transitadas vías aéreas de Coruscant. Normalmente no se permitía que las naves militares se posaran en órbitas tan bajas. Pero Palpatine había deseado que la nave estuviera presente en esta reunión, como un sutil recordatorio a ambos sirvientes de lo que había sido entregado a Thrawn, así como lo que podía quitársele.
Vader habló primero, como Palpatine había anticipado. "Tal vez usted perciba al Jedi rebelde Kanan Jarrus," dijo. "O la criatura que el Almirante Thrawn dijo haber encontrado en Atollon."
Palpatine sonrió levemente. Por supuesto que no era a Jarrus a quien percibía. Ese disturbio en la Fuerza ya había sido anotado, codificado y desestimado desde hacía tiempo, y Vader lo sabía muy bien. La sugerencia era solo un recordatorio a Thrawn, y a Palpatine, de la humillante derrota sufrida por el Chiss.
Thrawn no mostró ninguna reacción visible al comentario de Vader. Pero Palpatine había sentido un endurecimiento en su actitud. Le había prometido anteriormente al Emperador que se encargaría de Jarrus y los rebeldes del escuadrón Phoenix, quienes habían escapado entre sus dedos. El fallo había sido culpa en gran medida de factores que no estaban bajo el control de Thrawn, por lo que Palpatine no le había retirado el control de la Séptima Flota.
Pero Vader no tenía paciencia para los fracasos de cualquier tipo, sin importar las razones o excusas. Por el momento simplemente esperaba; listo en cualquier momento para dar un paso al frente y resolver ese problema en particular, si fallaba de nuevo el Gran Almirante.
"El disturbio no proviene de ninguno de ellos," dijo Palpatine. "Es algo nuevo. Algo diferente." Miró alternativamente entre sus súbditos. "Algo que requerirá que ambos trabajen en conjunto para resolver."
Una vez más, ninguno reaccionó visiblemente. Pero Palpatine podía sentir su sorpresa. La sorpresa y la protesta que harían automáticamente.
¿Trabajar juntos?
Esta vez fue el Chiss quien habló primero. "Con todo respeto, Su Majestad, creo que mi deber y mis habilidades estarán mejor empleadas en otro lugar," dijo. "Los rebeldes que escaparon de Atollon deben ser rastreados y eliminados antes de que se reagrupen y se unan a otras células."
"Estoy de acuerdo," dijo el Emperador. "Pero la Séptima Flota y el Comandante Woldar pueden lidiar con ellos por el momento, sin su presencia. El Gran Moff Tarkin se unirá al comandante mientras una nueva misión se le encomienda."
Palpatine sintió un destello en las emociones de Vader, tal vez un atisbo de esperanza para que Thrawn creyera que era el momento adecuado para criticar una vez más el proyecto de la Estrella de la Muerte. Palpatine hizo una pausa, ofreciendo al Gran Almirante la oportunidad de hacerlo.
Pero Thrawn permaneció en silencio.
"Mientras Woldar y Tarkin lidian con los rebeldes," continuó el Emperador, "usted y Lord Vader irán en su nave insignia a atender este otro asunto."
"Entendido, Su Majestad," dijo Thrawn. "Si me permite mencionar que el Gobernador Tarkin no está tan familiarizado con ésta célula rebelde en particular. Tal vez un mejor enfoque sería ofrecer uno de mis Destructores Estelares a Lord Vader para que busque éste disturbio por su cuenta."
Palpatine sintió el súbito arranque de furia de parte de su aprendiz respecto a la elección de palabras de Thrawn. No le ofrecías una nave a un Señor de los Sith. Él tomaba lo que deseaba y cuando lo deseaba.
Pero al igual que Thrawn, Vader sabía cuando permanecer callado.
"Me sorprende, Almirante Thrawn," dijo Palpatine. "Hubiera esperado cierto anhelo de viajar a poca distancia de su hogar."
Los brillantes ojos rojos de Thrawn se entrecerraron, y Palpatine sintió un aura de precaución. "¿Disculpe, Su Majestad?"
"El disturbio en la Fuerza se localiza en la orilla de las Regiones Desconocidas," dijo el Emperador. "Parece estar centrado en el planeta llamado Batuu." Una vez más, sintió su reacción al nombre. Esta vez, la reacción provino de parte de ambos. "¿Supongo que ha oído hablar de él?"
Los ojos de Thrawn se nublaron, y la expresión de su cara azulada se llenó de recuerdos. "Si," murmuró. "He oído hablar de él."
Por supuesto, Vader también lo conocía. Era el lugar donde hacía mucho tiempo ambos habían interferido, sin saberlo, con uno de los planes de Palpatine.
Pero una vez más, Vader continuó en silencio.
"Muy bien, entonces," dijo Palpatine." "Usted, Almirante, estará al mando." Miró a Vader, "Usted, Lord Vader, se encargará del disturbio."
"Si, Su Alteza," dijo Thrawn.
"Si, mi amo," dijo Vader.
Palpatine se inclinó hacia el frente de su trono. "Entonces vayan."
Ambos sirvientes giraron y caminaron hacia la puerta, entre la fila doble de guardias Imperiales que flanqueaban el paso. Palpatine observó su salida: el Chiss en su reluciente uniforme blanco de Gran Almirante, el Sith enfundado de negro, con su enorme capa flotando a su paso.
La solución a este rompecabezas en particular requería sin duda la participación de ambos. Pero aún más importante, le permitiría a Palpatine resolver dudas pendientes.
Sonrió levemente. Era hora de que Thrawn confrontara su futuro.
Era hora de que Vader confrontara su pasado.
Escrito por: Timothy Zahn.
Traducido por: Mario A. Escamilla.
Original de: The Emperor Summons Darth Vader and the Grand Admiral in This Thrawn: Alliances Excerpt – Exclusive
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