lunes, 13 de junio de 2016

Star Wars: Bloodline

Les presentamos la traducción de los primeros tres capítulos de Star Wars: Bloodline, de la escritora Claudia Gray, de quién ya se ha publicado Estrellas Perdidas. La novela, que salió recientemente en Estados Unidos, se sitúa años antes de El Despertar de la Fuerza, cuando la sombra que se cierne sobre la galaxia se comienza a hacer presente.



Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...

Una generación entera ha prosperado durante una época de paz. La Nueva República, gobernada por el Senado Galáctico, ha mantenido el poder por más de dos décadas. Las guerras que dividieron la galaxia se han convertido en leyenda.

Sin embargo el conflicto ha empezado a tomar forma dentro del senado. En la ausencia de MON MOTHMA, antigua líder de la Rebelión y primera canciller de la Nueva República, dos poderosas facciones no oficiales se han formado: los POPULISTAS, quienes creen que los planetas individuales deben retener toda la autoridad, y los CENTRISTAS, quienes favorecen un gobierno galáctico fuerte y un ejército poderoso.

Solo los grandes héroes de la guerra siguen siendo honrados por todos. Una ceremonia en honor de BAIL ORGANA ha unido al Senado en una inusual armonía. Es un día de celebración, pero incluso ahora, las divisiones entre los mundos de la galaxia crecen cada día...

CAPÍTULO UNO


"Cuando miramos atrás hacia la guerra contra el Imperio, hacia los miles de millones de vidas perdidas, a veces parece como si no hubiera valido la pena el terrible precio que pagamos. Pero cuando pensamos en esas personas que murieron en el conflicto, debemos recordar que murieron por la justicia. Por la libertad. Por la extraordinaria paz que hoy gozamos," el Senador Tai-Lin Garr mantuvo sus brazos en alto, abarcando la celebración entera en Hosnian Prime: el brillo del sol, el cielo aguamarino, los incontables ciudadanos de mil especies diferentes unidos bajo las coloridas banderas de sus mundos. La belleza y la promesa de la Nueva República parecía mostrarse frente a todos ellos. "Esto es por lo que luchamos."

Todos aplaudieron. Muchos vitorearon.


La Senadora Leia Organa aplaudió junto con el resto y pensó, lástima que todo se está desmoronando.

Para la mayoría de los observadores, muchos de ellos entre la enorme cantidad de ciudadanos que habían viajado a Hosnian Prime para la ceremonia de dedicación y el concierto, los senadores reunidos en las gradas eran un signo de solidaridad y fuerza. Los planetas desde los Mundos Centrales hasta el Anillo Exterior estaban representados; los humanos portaban sus capas, túnicas y adornos ceremoniales de incontables culturas diferentes mientras miraban la ceremonia junto a otras especies como los Aqualish o los Ithorianos, desde los Mon Calamari de enormes ojos hasta los pequeños y lanudos Ashaftanos, en lo que parecía perfecta unidad. Los aguzados ojos de Leia podían trazar la línea invisible entre las dos mitades de la asamblea: los senadores Centristas en un lado, los senadores Populistas como ella, en el otro. La distancia física no podía medirse, pero la distancia filosófica se ensanchaba cada día. Pronto esa brecha se convertiría en una grieta, una demasiado profunda para mostrar cuán frágil realmente era la paz.

Detente. Leia se forzaba a pensar positivamente. Racionalmente. La política galáctica siempre ha tenido sus partidos, facciones, divisiones. Siempre las tendrá. No todo conflicto ideológico debe terminar en una catástrofe gubernamental completa.

Pero el malestar que se agitaba bajo la brillante superficie de la ceremonia le recordaba a los últimos días del Senado Imperial. Las palabras corteses ocultaban las amenazas ocultas, una casi completa falta de confianza entre los mundos. El estado anímico era demasiado familiar.

Pero aún así, el Senado Imperial también tomaba decisiones de vez en cuando. ¿Lo ves? La historia no se está volviendo a repetir, pensaba con acritud.

Leia se complacía en un solo aspecto de la ceremonia: la nueva estatua que habían venido a dedicar. La estatua, de setenta metros de alto, había sido tallada de piedra de niebla de Jelucan, que resplandecía transparente como el diamante en plena luz, pero se convertía en un tono opaco, entre gris y verde, en la oscuridad. Al tiempo que Tai-Lin terminaba su discurso entre aplausos, una nube se cruzó frente al sol. El brillo de la piedra de niebla se desvaneció para revelar los finos detalles de la estatua de Bail Organa, mostrado en sus atavíos de virrey de Alderaan, con una mano extendida hacia los asistentes, en típica forma hagiográfica. Su cara había sido detallada con exactitud y tallada con amor como si fuera un íntimo retrato. Tal vez los diferentes senadores de los planetas no podían ponerse de acuerdo en nada, pero al menos el legado de su padre se mantenía.

Tai-Lin asintió con la cabeza en dirección a Leia al tiempo que su vaina regresaba a su lugar; para funciones ceremoniales, las vainas estaban permitidas, aunque ahora su uso en el Senado era considerado "demasiado jerárquico". Su gesto servía tanto como reconocimiento de que era su turno para hablar como genuino estímulo. Ella le respondió con una breve sonrisa antes de presionar los controles que moverían su vaina hacia las gradas y enfocarían a los droides micrófono hacia su voz. Una cálida brisa hacía que los pliegues de color azul oscuro de su capa y vestido se movieran, mientras que Leia se ponía de pie ante la audiencia.

"Estoy frente a ustedes no solo como una senadora, sino como la hija de Bail Organa." La voz de Leia era clara y fuerte, sin revelar ninguna de las dudas que la habían acosado durante el día. "Pero aun así, todo lo que he realizado durante mi carrera como senadora se ha basado en las valiosas lecciones que me enseñó sobre el valor. Sobre la fuerza. Sobre el liderazgo."

Liderazgo era algo que el senado necesitaba urgentemente en la actualidad. Mon Mothma había permanecido como una gran influencia aún después de su período como canciller... más de lo que Leia se había imaginado, hasta que Mon Mothma enfermó. Sin alguien que salvara las diferencias filosóficas y creara consenso, el proceso político que habían forjado para la Nueva República estaba mostrando sus debilidades.

Continúo hablando con calma mientras las banderas ondeaban en la fuerte brisa. "El se mantuvo como virrey de Alderaan al comienzo de la época oscura de nuestra galaxia." Un silencio incómodo se generó en la multitud por la mención de su difunto planeta. Leia pretendió no darse cuenta. Su vaina estaba tan alta sobre el piso, que los cientos de miles de personas de un millar de mundos y especies, vibrantes en sus pieles, escamas o melenas, estaban difusas para ella, eran solo una masa de color y ruido, con la cual era difícil conectarse. Pero Leia lo intentaba. "Él ayudó a Mon Mothma a crear la Alianza Rebelde, incluso mientras peleaba valientemente para preservar la poca integridad y autoridad que tenía el Senado Imperial. No me queda duda que hubiera continuado la batalla al lado de nuestros soldados rebeldes si no hubiera sido arrancado tan cruelmente de entre nosotros durante la destrucción de mi mundo."

Continuó, "Fue un privilegio conocerlo como líder y como padre. Tan orgullosa como estoy de su actitud de hacerle frente a la tiranía de Palpatine, también puedo sonreír cada vez que recuerdo cuando se sentaba en el piso para jugar a los bloques con su pequeña hija." Una afectuosa risa recorrió la audiencia.

Bien. Había despertado a la multitud, se los había ganado. Era hora de que Leia dijera las palabras que sus oyentes no querían escuchar.

"Él me enseñó tanto sobre la política, el liderazgo y la guerra, pero sobre todo me enseño que ningún precio es demasiado para ganar nuestros ideales. Bail Organa estaba dispuesto a morir si con ello caía el Imperio. Creía en la Nueva República que hemos logrado crear, y en la promesa de un gobierno igual y justo para todos, bajo la ley." Los aplausos surgieron, y Leia hizo una pausa para dejarlos terminar antes de continuar. "Creía en la unidad, y creía que esa unidad se construía a partir de la transigencia. Mon Mothma, una de sus aliadas más longevas, compartía esas convicciones y las usó para guiar su liderazgo en el Senado. Ella quería que los mundos de la Nueva República encontraran el balance, y que siempre buscaran el punto medio donde pudieran trabajar juntos para un mejor mañana."

Esto ganó más aplausos, pero no tan fuertes, ahora. Los Populistas y los Centristas solo estaban de acuerdo en una cosa en esta época: transigir era para los débiles.

Leia miró a la estatua y se imaginó hablando directamente con Bail Organa al tiempo que terminaba su discurso. "Mi padre nos dejó un legado más precioso que cualquier otro: una paz galáctica. todos aquí hemos heredado la responsabilidad de preservar esta paz de hoy en adelante. Sólo haciéndolo así podremos realmente honrarlo y recordarlo."

El aplauso y los vítores crecieron, hasta ser ensordecedores, en un despliegue de entusiasmo mucho más grande del que Leia había visto en mucho tiempo. ¿Acaso la gente había escuchado su mensaje? ¿Entendían lo frágil que era ahora la paz? ¿Le recordarían a sus senadores que dejaran a un lado sus disputas mezquinas y le dieran a la galaxia el liderazgo que se merecía?

Entonces escuchó el agudo sonido argentino de los cazas X-wing volando sobre ella. El espectáculo aéreo había comenzado. Era por ello que las multitudes aplaudían. No habían escuchado sus últimas palabras.

Eso era... una decepción. Pero no una sorpresa.

Al tiempo que los X-Wings se desplegaban en formaciones dramáticas, Leia suspiró y ajustó los controles que regresarían su vaina hacia los estantes del senado. Si nadie estaba escuchándola, al menos disfrutaría el espectáculo.


"Eres muy pesimista, Leia," insistió la senadora Varish Vicly después de la ceremonia, mientras varios líderes caminaban alrededor de la base de la deslumbrante estatua de Bail Organa. Como todos los Loneranos, Varish tenía un pelaje largo y sedoso de color dorado y cuatro delgadas extremidades le permitían caminar en dos pies o en cuatro patas con igual destreza. Ahora se balanceaba solo en dos, para poder continuar saludando y estrechando manos. "¡Por supuesto que la gente aplaudió por el espectáculo aéreo! Las maniobras con X-wings son mucho más emocionantes que el mejor discurso jamás escrito."

Leia regresó a su lugar un mechón de su cabello que había escapado de su larga trenza. "Solo deseo que la gente nos escuche."

"Míralo de esta forma," el pelaje dorado de Varish ondeaba con la brisa, y su larga y estrecha cara se partía en una enorme sonrisa a alguien saludando en la distancia. "La gente ama a los pilotos de X-wings porque les recuerdan a los grandes soldados de la Rebelión. ¿Ves? La gente no ha olvidado la guerra. Solo que paso hace mucho tiempo."

"Supongo que sí," Leia recordaba estar sentada en el Senado cuando era una joven legisladora de tan solo catorce años y se sentía la más joven entre todos esos miles; estos días, se sentía como la más vieja. La guerra había tenido un gran impacto en su generación, llevándose a todos aquellos que de otra forma hubieran sido líderes. Entre la multitud y el mismo Senado había muchos que ni siquiera habían nacido cuando se había luchado la Batalla de Endor.

Leia debía de considerar su obsolescencia como una medalla de honor. La gente no debería haberse vuelto complaciente con las décadas de paz relativa que les había dado la Nueva República. Pero ella no podía relajarse. No podía dejar de preocuparse. Es lo que sucede cuando creces huyendo del peligro, bajo ataque, siempre esperando ser capturada o asesinada en cualquier momento. La paranoia se convierte en tu única forma de ver el mundo, nunca te deja estar quieta.

"Vamos, ya. Si no te alegras antes de que empiece la cena, te sentaré al lado del Conde Jogurner, para que veas que no... oh, Feleen, ¡acá estoy!" Varish apretó el brazo de Leia una vez más antes de lanzarse entre la multitud para saludar a otro de sus amigos políticos.

Leia sacudió su cabeza con resignación. A pesar de su apariencia frívola, Varish Vicly era una persona de integridad, tan Populista como Leia misma, y una de las pocas senadoras con las que era divertido estar a su lado. (A diferencia de digamos, el Conde Jogurner, quien era bien intencionado pero que no sabía conversar de otra cosa que no fueran los whiskeys de Cheedoa.) Pero ella no era la mejor audiencia para los oscuros miedos de Leia.

Nadie quiere escuchar más sobre la guerra, se dijo Leia. Nadie quiere tener miedo de más caos y confusión. ¿No es esto por lo que peleamos? ¿Para que nadie tuviera miedo?

Miró a la gente, discerniendo entre amigos y enemigos. Tai-Lin Garr, sobresaliendo entre la multitud con su capa escarlata, escuchaba con mirada grave a un grupo de espectadores que aparentemente habían venido a la ceremonia desde el planeta natal de Tai-Lin, Gatalenta. Su espeso cabello negro estaba recogido en un moño; sus ojos oscuros eran pensativos, incluso solemnes, de alguna forma que no entraba en conflicto con la gentil sonrisa de su cara. Cerca de él se encontraba un grupo de senadores Centristas que adulaban a una de las estrellas nacientes de su movimiento, un joven político de Riosa llamado Ransolm Cásterfo. Ciertamente Cásterfo tenía una gallarda figura. Era alto, guapo, carismático y con tan solo treinta y dos años, una edad que antes Leia consideraba madura, ahora parecía imposiblemente joven. Demasiado joven para haber peleado en la guerra, o para tener cualquier tipo de esencia, porque aparentemente los Centristas ahora escogían a sus líderes basados en quien se vería mejor en la propaganda. El estado de ánimo de Leia mejoró cuando vio a la distancia al Almirante Ackbar. Había viajado hasta Hosnian Prime para la ceremonia a pesar de tener casi ochenta años, pero no se habría perdido de un homenaje a Bail Organa. Leia intentó pasar entre la multitud hacia él, esperando tener a alguien con quien recordar los viejos tiempos.

"¿Princesa Leia?" La melodiosa voz que decía el nombre de Leia hubiera sonado seductora a la mayoría de las personas. Solo el entrenamiento diplomático de Leia le impidió hacer una mueca. "¿Princesa Leia, puedo hablar con usted?"

Leia logró colocar una sonrisa convincente en su rostro antes de voltear. "Lady Carise. ¿Qué puedo hacer por usted?"

Lady Carise Sindian, Senadora del mundo Centrista de Arkanis, era de la misma generación de Ransolm Cásterfo pero parecía aún mas joven. Tal vez esa expresión de inmadurez provenía de las prioridades de Lady Carise, más que de su hermosa cara. Sus largas y argentinas ropas estaban bordadas con joyas, mostrando a todos el poder y riqueza de su mundo, en contraste con el vestido azul, más elegante, de Leia. Lady Carise habló, "Debemos discutir la gubernatura de Birren. Como usted sabe, Lord Mellowyn ha fallecido..."

"Por supuesto. Tristemente me enteré." Lord Mellowyn había sido un pariente lejano de Bail Organa. A través de los años, Leia lo había visitado algunas veces, ya que Mellowyin era de las pocas personas que recordaban a su padre y lo habían llamado amigo.

(Cuando ella pensaba en un padre, solo pensaba en Bail Organa. Había sido su padre en espíritu, y eso seguramente contaba más que cualquier otra cosa).

"Bueno, la gubernatura pasa a través de las viejas líneas de sangre..." Lady Carise dijo, sus ojos oscuros encendidos al pensar en títulos reales. Casi nadie tomaba en serio los títulos hereditarios de la nobleza, ni siquiera los otros miembros de las Viejas Casas. Sin embargo, Lady Carise no parecía poder imaginarse un mayor honor. "Pero como Lord Mellowyn no tenía descendencia, su título ha pasado hacia usted."

Leia cubrió su boca como sorprendida. Esperaba ocultar su consternación. Una de las pocas cosas que recordaba de Birren era que sus rituales invariablemente duraban varias semanas. Birren era un pequeño y tranquilo planeta del Anillo Interior que sería un excelente lugar para vacacionar... pero un frustrante exilio para una senadora con trabajo que hacer. "El título es meramente ceremonial, ¿no es así? No puedo imaginar que el pueblo de Birren tenga apuro en reemplazar a un gobernante figurativo."

"¡Pero qué hay del título!" Los ojos de Lady Carise se agrandaron. Sacudió su cabeza, tal vez de manera inconsciente. "¿Como podemos negarle al pueblo la certeza, la seguridad, de saber que su antigua tradición será mantenida?"

"Le diré a mis asistentes que lo investiguen inmediatamente." Esta era la respuesta tradicional de Leia a las conversaciones oficiales que deseaba terminar; sonaba suficientemente oficial y no prometía nada. Lady Carise sonrió y asintió, satisfecha por el momento.

Los X-Wings volvieron a pasar sobre la multitud. Aunque el espectáculo ya había terminado, los pilotos se pavoneaban, disfrutando el vuelo. Por ahora no tenían más propósito, ningún deber sagrado, sólo el regocijo del vuelo.

¿Cuánto ha pasado desde la última vez que estuve despreocupada? pensó Leia. ¿Alguna vez fui así? Probablemente no. 


El corto período entre la ceremonia y la cena que Varish ofrecía a los senadores Populistas, no le dejó tiempo a Leia para relajarse. En cambio, necesitaba reunirse con su personal. Afortunadamente, ahí podía esperar conversaciones más racionales.

En su mayor parte.

"¡Qué maravillosa celebración" dijo C-3PO mientras recorría la amplia oficina oval de Leia. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, posándose sobre las blancas decoraciones y muebles; el recubrimiento dorado del droide brillaba como si fuera nuevo. "Que reunión tan ilustre. Me atrevo a decir que cualquiera que la haya presenciado algún día compartirá ese recuerdo con sus nietos."

"Nunca imaginé esto," Han había murmurado, sentado a la orilla de su cama en la noche, la pequeña cabeza de Ben descansando en la curva del brazo de su padre. "Tener un hijo. Ni siquiera querer un hijo. Pero ahora él está aquí y..."

"Y eres padre." Leia se había acercado más, incapaz de resistir la oportunidad de tomarle el pelo a su esposo. "Imagínate, as. Incluso un día serás abuelo."

La risa de Han la alegró. "Habla por ti misma, cariño. Yo, nunca seré tan viejo."

"¿Princesa Leia?"

Leia despertó de su ensueño, de regreso al aquí y ahora. "Lo siento, Greer. Ha sido un largo día. ¿Qué estabas diciendo?"

Greer Sonnel, la asistente de Leia, continuó tan campante como si su jefe no se hubiera pasado los últimos segundos perdida en sus pensamientos. "Ha sido invitada a la recepción que ofrecerá el Senador Bevicard en Coruscant, que usted dijo que consideraría. ¿Debo rehusar inmediatamente o mañana?"

"Hazlo hasta mañana." No era bueno ser predecible.

Greer asintió, sus dedos moviéndose con destreza en el datapad. Su espeso cabello, azul oscuro, había sido recogido en un simple moño, y el chal tejido que usaba sobre su traje de cuerpo completo había sido fabricado en su tosco mundo natal de Pamarthe. Greer prefería lo sencillo y práctico, siempre: Leia sabía que le estaba costando trabajo su transición al Senado, probablemente porque había demasiada formalidad y muchos disparates. Sin embargo, Greer siempre se había comportado a la altura, y había mejorado sus habilidades diplomáticas en los meses pasados. "¿Me rehúso con cortesía normal o con extra cortesía?"

"Extra. Yo diría. La honestidad merece cortesía. Bevicard es una serpiente, pero al menos no miente sobre quien es." Leia sacudió su cabeza tristemente. "Es lo más que puedes esperar de un Centrista en estos tiempos."

"Pero..." Korr Sella, la hija de Sondiv, interna de la oficina con tan solo dieciséis años, se contuvo a tiempo y se encogió. "Disculpe, Princesa Leia, hablé fuera de turno."

"Te darás cuenta que no soy una rigorista en cuanto a protocolo, Korrie." En el rabillo del ojo, Leia vio cómo C-3PO giraba su torso hacia ella, sin duda horrorizado de pensar que alguien, en algún lado, pudiera ignorar el protocolo. "¿Qué ibas a decir?"

Al principio la niña parecía tan asustada que Leia pensó que la había puesto en una posición muy incómoda. Pero antes de retractar su pregunta, sin embargo, Korrie encontró su determinación. "Iba a decir que, ¿no debería aceptar la invitación? ¿Para ayudar a construir amistad y consenso entre los Centristas y Populistas?"

"En una galaxia ideal, si. Desafortunadamente, no es la galaxia en la que vivimos." Leia sonaba tan hastiada que hasta sintió aversión por sí misma. Con más gentileza, continuó, "La invitación era simbólica, no genuina. Si realmente acepto, Bevicard estará mortificado."

Korrie asintió, pero su expresión continuó intranquila. "¿Realmente están tan separados los partidos?"

Leia se reclinó en su silla, sobándose el cansado cuello. Si tan solo Varish no hubiera dado una cena el día de hoy, se soltaría el cabello. "Me temo que sí."

"Oh", Korrie bajó la cabeza, pero no sin que antes Leia se diera cuenta de su confusión y consternación.

Yo fui igual de joven, alguna vez. Creía tanto en el poder del gobierno para realizar cosas. Leia se había unido al Senado Imperial a los catorce años; no había dejado de creer en el gobierno de ley bajo el Imperio hasta el momento en que vio morir a Alderaan con sus propios ojos. Cómo extraño ese sentimiento, ese sentir que la justicia siempre ganará al final.

"He preparado un comunicado sobre la dedicación de la estatua para mandarlo a las noticias planetarias. Puede echarle un vistazo y decirme que partes cambiar, si es que las hay," Greer tecleó en su datapad, mandando el documento a Leia. No era necesario. Leia sabía exactamente lo que diría, así como sabía precisamente cada uno de los diferentes enfoques que los Centristas usarían en sus propios comunicados. "Eso casi termina nuestra junta de esta tarde, Princesa Leia. Tiene otra hora antes de acudir al banquete de la senadora Vicly. ¿Que le gustaría hacer?"

Leia se dio cuenta de la respuesta que había dado solo unos momentos después de que saliera de su boca. "Quiero renunciar."

Korrie frunció el ceño. Greer hizo una pausa y dijo. "Disculpe usted, señora. ¿Quiere renunciar a tener esta junta o a..."

"Quiero dejar el Senado. Dejar el gobierno completamente." Una sensación nueva, estimulante, surgió dentro de Leia. Tal vez esto significaba sentirse libre. "Quiero renunciar."

CAPÍTULO DOS


Han dijo, "Esto si quiero escucharlo."

La conexión entre Hosnian Prime y el sistema Theron era clara esta noche: sin estática, sin retrasos. Leia podía ver claramente la cara de su esposo, y detrás de él la amplia ventana de su residencia temporal en Theron. Su chaqueta gris reposaba sobre una silla cercana, y el líquido ambarino en el vaso delgado era muy probablemente brandy corelliano. Las pequeñas luces que se movían en el cielo nocturno detrás de Han sin duda eran vainas de carreras que practicaban entrando y saliendo de las famosas formaciones rocosas en espiral.

Nada de eso importaba en comparación con la sonrisa de Han. A pesar del tono escéptico de su voz, Leia podía ver la luz en sus ojos.

"El senado se está convirtiendo en un atolladero político." Cruzó sus piernas por detrás en el sofá y comenzó a desenredarse el cabello, un largo proceso que siempre había encontrado calmante. "Y es nuestra propia culpa. Después de Palpatine, nadie quiere otorgar tanto poder, así que no tenemos un poder ejecutivo, solo un canciller sin autoridad real. Mon Mothma lograba que las cosas se hicieran a través de la fuerza de su carisma, pero casi todos los cancilleres después de ella han sido..."

Han terminó la oración por ella: "Inútiles."

"Básicamente." En esa época, Leia había estado agradecida por el liderazgo de Mon Mothma, pero ahora se daba cuenta que la habilidad de un solo individuo había ocultado las fallas fundamentales en el sistema de la Nueva República. Si Mon Mothma hubiera renunciado antes, ¿se habrían dado cuenta de sus errores? ¿Hubieran corregido la constitución a tiempo? En esta época, era imposible de saber. "El conflicto entre los partidos empeora cada día. La mayoría de los Centristas y Populistas aún son corteses entre ellos, a duras penas. Cada debate en el Senado se convierte en un argumento sin fin entre el 'tono' y la 'forma' y nunca es sobre asuntos substanciales..."

Han continuaba asintiendo, pero sus ojos empezaban a tornarse vidriosos. A estas alturas de su matrimonio, Leia podía predecir el nanosegundo en el que la paciencia de Han sobre las cosas políticas iba a terminar.

Ahora, finalmente, ella estaba tan harta de la política como él.

"Así que, ¿por qué no podria renunciar?" Leia deshizo las hebras finales de su largo cabello, dejándolo fluir hasta su cintura. "Nada me impide renunciar a la mitad de mi término. Podría anunciar mi retiro en las próximas semanas, lo que me daría tiempo de atar cabos sueltos antes de que se lleve a cabo una elección interina. Greer ya se ha comprometido a redactar un comunicado, bueno, ella lo llama un anuncio hipotético. Ella no cree que lo vaya a hacer."

"Ni yo," dijo Han, sin malicia. "Escucha, Leia, nunca he entendido exactamente qué es lo que obtienes de la política, pero algo debe de ser, porque así ha sido toda tu vida."

"Desde que tenía catorce." Cuando era una niña había estado tan orgullosa de representar a Alderaan. Estaba tan impaciente de tener una oportunidad de hacer algo significativo. ¿Por qué no se había tomado el tiempo de ser tan solo una niña? Hasta las princesas se divierten a veces, su madre le había intentado decir eso, de vez en cuando, pero Leia nunca escuchó.

Han continuó. "Has estado harta del Senado antes. Te he escuchado quejarte acerca de las facciones y las negociaciones en punto muerto miles de veces. Pero tu no eres de las que se rinden."

"Esto no es rendirse. Es sólo... aceptar los hechos." Leia suspiró mientras tomaba su cepillo y comenzaba a desenredar los pocos nudos de las puntas. Algunos mechones de gris acero comenzaban a mostrarse en su cabello marrón. "No puedo seguir con esto por siempre, Han. En algún punto, mi tiempo en el Senado debe terminar. ¿Por qué no ahora?"

La cara de Han llenaba la pantalla al tiempo que se acercaba a la cámara, tal vez para estudiar su expresión. Aunque todavía parecía escéptico, ella podía notar que estaba haciéndose a la idea. "No tomes esto de mala manera, pero... ¿qué harás entonces?"

Era una pregunta justa. Leia había dado tanto de su vida a la Rebelión y después a la Nueva República que a veces se preguntaba si quedaba algo de sí misma.

Pero si lo sabía, por supuesto.

"He estado pensando." Fingió reflexionar la pregunta. "¿Que tal si decidiera volar a través de toda la galaxia con algún sinvergüenza?"

Han levantó sus cejas y apuntó hacia su pecho.

Leia rió. "A menos que tengas otro sinvergüenza en mente."

"Oye, oye. Yo soy el único sinvergüenza apto para ese trabajo." Meneó su cabeza con... ¿sorpresa? ¿Incredulidad? Leia no estaba segura. Lo que importaba era la calidez de su sonrisa. Incluso si Han no estaba totalmente convencido de que ella fuera a hacerlo, le gustaba la idea.

Muy en el fondo, enterrado donde ella casi era capaz de ignorar el miedo, Leia no estaba segura de que Han pudiera hacerlo.

Habían estado separados muy a menudo en su matrimonio. Demasiado. La inquietud de Han había sigo gran parte, pero no tenía toda la culpa. Leia había permanecido atada aquí, atascada en el lodo político. Ahora le tocaba el turno de hacer algo por su relación.

"¿Realmente crees que disfrutarías la vida de un corredor?" preguntó Han. "¿Saltando de un sistema a otro, reparando naves, sin saber a donde te diriges?"

"No suena tan distinto de cuando era miembro de la Alianza Rebelde."

"Tal vez no," concedió Han con un movimiento de su cabeza. "Aun así, es un camino salvaje. ¿Segura que estás lista?"

Estaba exagerando. Han generalmente competía a beneficio de la caridad, y era tan capaz de patrocinar una carrera como de correr en ella. Había viajado a Theron para supervisar el prestigioso campeonato de carreras conocido como Los Cinco Sables, que medía la habilidad desde carreras atmosféricas de cazas estelares hasta navegación en el hiperespacio. En otras palabras: Han Solo estaba encargado de hacer cumplir las reglas. Aunque tenía su propia compañía, era un dueño más vigilante y responsable de lo que quería aparentar. La vida que llevaba en estos días lo llevaba a todas partes de la galaxia, pero era muy distante de la peligrosa existencia de un contrabandista.


En comparación con estancarse en el Senado, el mundo de Han parecía el paraíso.

"Libertad y aventura." Ella suspiró. "Si, estoy lista."

Han la estudió por unos instantes, y empezó a sonreír. "Te das cuenta, que después de tres meses en la misma nave, nos vamos a querer matar el uno al otro."

Leia se acercó a la terminal para que él pudiera ver la malicia en su sonrisa. "¿Pero acaso no serán tres meses divertidos?"

Leia estaba pensando en una carrera subluz que habían compartido juntos al inicio de su matrimonio, y que había terminado en una gran pelea. Sin embargo, solos durante todo ese tiempo, sin nadie que los interrumpiera, los había llevado hacia pasatiempos más agradables. Contando los días, estaba casi segura que esos pasatiempos habían traído por consecuencia, meses después, el nacimiento de Ben.

"Oh, será divertido." Han pasó sus dedos cerca de la holocámara, como si pudiera tocar su cara. "Más vale que lo creas."


El siguiente día en el Senado, Leia se encontró recordando una y otra vez la forma en que Han había dicho eso, como una colegiala soñando despierta. Por supuesto que estaba siendo ridícula, y era raro que se distrajera tanto mientras el Senado estaba en sesión.

Pero una vez más, el Senado le ofrecía poco en que concentrarse, en estos días.

Los aplausos en las gradas Centristas le regresaron al aquí y ahora. A través de su consola en su lugar en la amplia, plana y enloquecedora cámara del Senado podía ver las imágenes y hologramas de Ransolm Cásterfo al tiempo que hacía una reverencia ante los vítores de sus colegas, ignorando el silencio estoico de los Populistas. Leia reprodujo mentalmente las últimas palabras que él había dicho... si, alguna queja sobre el número de oradores Populistas durante la ceremonia de dedicación de la estatua. En otras palabras, había dicho exactamente lo mismo que cualquier otro senador Centrista el día de hoy, aunque con más elocuencia. A pesar de todos sus aplausos, los Centristas no estaban más interesados o comprometidos que los Populistas: solo respondían por reflejo. Mientras recorría con la mirada la enorme cámara y los representantes de la multitud de mundos, Leia pensaba que más bien parecían el público que intenta soportar el aburrido acto de una obra de teatro.

"¿Cuántos oradores Centristas ha habido hasta el momento?" murmuró hacia C-3PO, quien ocasionalmente la acompañaba para grabar las sesiones, aunque no hubiera mucho por grabar.

"Diecisiete, y todos han reportado el protocolo irregular durante la ceremonia de dedicación," dijo C-3PO con la felicidad que le reportaba otorgar una respuesta exacta. Entonces giró su dorada cabeza hacia ella y añadió, mas bajo, "Debo decir, que su atención a estos puntos de la etiqueta parece... excesiva."

Leia casi emitió un sonido de queja. ¿C-3PO pensaba que estaban siendo demasiado quisquillosos con el protocolo? Eso era una muy mala señal.

Tocó la pantalla en su vaina para conocer el resto de la orden del día, y se enderezó. Por fin, los senadores se detendrían y escucharían.

Los droides oradores entonaron al unísono, "Se acepta a Yendor, emisario de Ryloth en el Senado."

Leia se sentó aún más derecha al tiempo que Yendor entraba. Más alto de lo normal para un Twi'lek, representaba una figura imponente con sus largos lekkus azules colgando de su cabeza hacia la parte trasera de su capa color café oscuro. Aunque estaba a más de cien metros de distancia, podía verlo bien gracias a las diversas pantallas y hologramas que mostraban su imagen en la consola, algunas incluso en diferentes longitudes de onda, para aquellas especies cuyos ojos eran demasiado distintos de los humanos. Había conocido brevemente a Yendor durante la guerra, cuando él había sido un piloto de X-wing. Aunque Leia dudaba que hubieran conversado más de una docena de veces, el mero hecho de tener a alguien de los viejos días de la guerra frente a ella, la animó.

"Saludo a los estimados representantes del Senado Galáctico," Yendor estaba erguido, a pesar de su avanzada edad y del enorme bastón que usaba para mantenerse en pie. "La historia de mi planeta y de mi gente es bien conocida. Por siglos, hemos sufrido bajo la opresión de los Hutts y sus empresas criminales. La dominación del Imperio redobló nuestras penas. Solo en las últimas décadas, en la era de la Nueva República, hemos sido capaces de concertar nuestra independencia y nuestro autogobierno. Aunque estamos separados, los saludamos, y agradecemos la paz que la Nueva República ha traído a la galaxia."

Leia aplaudió, al igual que muchos otros, tanto Populistas como Centristas. Ryloth era un mundo independiente, apartado de la Nueva República, así que no podía considerarse como miembro de ninguno de los partidos. Además, los Hutts habían sido condenados por ambos partidos.

Yendor agachó rápidamente su cabeza, agradeciendo la respuesta, antes de continuar. "Ahora, sin embargo, nuestra independencia está nuevamente en riesgo. Los Hutts han perdido mucho de su antiguo poder, lo que significa que otros intentan llenar ese vacío. De ellos, los más peligrosos son los cárteles comandados por los Niktos."

"Los Niktos sirvieron a los Hutts durante siglos," le dijo C-3PO. Leia lo sabía perfectamente, pero no gastaría tiempo interrumpiéndolo. Sabía bien que de todas maneras el droide continuaría hablando. "Nunca han tenido realmente un gobierno independiente de su parte. Incluso nunca han tenido un mundo suyo, en realidad."

Entonces el tono del Emisario Yendor cobró un tono más agudo. "Entre las muchas promesas que la Nueva República hizo tras el derrocamiento de Palpatine fue que el crimen organizado nunca se volvería una fuerza tan poderosa como durante la era del Imperio. Las regulaciones fiscales y los exhaustivos patrullajes de las rutas comerciales debían proteger a Ryloth y a cualquier otro mundo de la galaxia de la corrupción de los criminales a gran escala. Pero esas regulaciones solo se aplican esporádicamente, y las patrullas no han aparecido, a pesar de que han pasado más de veinte años. Durante ese tiempo, los cárteles han empezado a afianzar su poder una vez más." Leia se sintió apenada por su culpa en el asunto y esperaba que otros en el Senado lo sintieran igual. Al pelear por los detalles minuciosos, sobre quien haría que cosa, y cómo, el Senado una vez más había dejado de tomar en cuenta la realidad de la situación. Y ahora el precio de su inacción había llegado, y serían los mundos más pequeños y pobres, como Ryloth, quienes lo pagarían más. "Hay un cártel en particular que se ha convertido en un riesgo para las rutas comerciales de nuestro sector," continuó Yendor. "Aunque nuestra información es incompleta, creemos que esta organización criminal ya es casi del mismo tamaño que los Hutts más poderosos durante el apogeo de su influencia. Solo sabemos que nuestros pilotos son atacados, que nuestros comerciantes han sido presionados para pagar derecho de piso,  y que el cártel es liderado por un Kajain'sa'Nikto llamado Rinnrivin Di, quien opera en parte desde el planeta Bastatha."

Los murmullos comenzaron en ciertos sectores de la cámara del Senado, de ambos partidos. La mayoría de nosotros deberíamos haber oído ya de este tipo, pensó Leia, sentándose aún más derecha. Debimos darnos cuenta de un cártel de esa magnitud desde hace tiempo. Pero por supuesto nadie había estado prestando atención a lo que realmente importaba. La frustración hacía que apretara su quijada.

Yendor levantó su mano, tanto para recuperar su atención como para finalizar su discurso. "Hoy el cártel de Rinnrivin presenta un peligro para el futuro de Ryloth y el comercio libre en nuestro sector de la galaxia. Mañana, sin embargo, puede poner en riesgo el estado de derecho de la Nueva República, tal y como los Hutts lo hicieron durante la Vieja República y durante el Imperio. Es por ello, que solicito al Senado que investiguen el alcance y la influencia del cártel de Rinnrivin Di y que tomen las acciones necesarias para restaurar el orden, en nombre de los Twi'leks de Ryloth, pero para el beneficio de todos los aquí presentes."

El silencio que siguió duro pocos segundos... y entonces el Senado se disolvió en una algarabía de palabras sin que nadie escuchara. Los Senadores introducían comandos en sus terminales y los droides programados para mostrar con igualdad los distintos puntos de vista de ambos partidos, los colocaban en las pantallas.

Un Ottegano hablando a través de un vocalizador que traducía sus palabras en sonidos humanos: "¿Cómo podemos estar seguros que la información del emisario es correcta?"

El senador Giller, un anciano Centrista de bigote quien aún portaba sus condecoraciones cada día: "¡También ha habido rumores de criminales Tw'ileks! ¡Tal vez es solo un intento de los Twi'leks para que les ayudemos a eliminar a sus rivales!"

Lady Carise Sindian, con una diadema enjoyada en su cabeza: "Los Senadores no son míseros alguaciles planetarios que puedan ser enviados para resolver cualquier disputa menor con la ley. Debemos pensar en la dignidad de nuestro cargo. ¿Debemos ser reducidos a meros investigadores?"

Varish Vicly, acariciando su pelaje dorado: "Este es un asunto entre sistemas. Aún si los sistemas pertenecieran a la Nueva República, y tanto Ryloth como Bastatha no lo hacen, el Senado estaría extralimitando su autoridad al interferir."

Leia no pudo mas que recordar el hedor del palacio de Jabba, donde cada aliento estaba lleno de grasa y humo de más de una docena de sustancias ilegales. En su mente parpadearon el angustioso recuerdo de Han congelado en carbonita, su rictus de dolor duro como la piedra, el estridente sonido de la risa de quienes veían a Luke luchar por su vida en la mazmorra del rancor, y el peso del collarín metálico que se ajustaba a su cuello.

A fin de cuentas había odiado a Jabba el Hutt con la misma intensidad que al Emperador Palpatine. Pero su odio por Jabba había terminado en una conclusión más satisfactoria.

Leia miró a Yendor de Ryloth recargarse en su bastón y se dio cuenta que era más anciano de lo que parecía. Había hecho este viaje a través de la galaxia para dirigirse a un cuerpo de gobierno del que desconfiaba la mayoría de los Twi'leks, todo para intentar mejorar algo para su gente. ¿Y la única respuesta que obtenía era más dimes y diretes?

Leia sintió un renovado sentido de propósito recorrer su cuerpo al tiempo que una idea se formó en su mente. Tal vez podría hacer el bien antes de renunciar y dejar el gobierno para siempre.

Se puso de pie, una señal hacia los droides moderadores que significaba que un senador deseaba urgentemente hablar a la cámara. Los Senadores no debían abusar de este privilegio, pero Leia no lo había usado en meses. Casi instantáneamente, los holodroides se lanzaron hacia ella. Desde el rabillo del ojo podía mirarse a sí misma en el largo vestido blanco, el mechón canoso entrelazado en su trenza. Cuán augusta y real parecía. Cuán digna. Nadie esperaría que dijera algo que se desviara de la conversación.

Así que fue con gran satisfacción que Leia proclamó, "Honorables miembros del Senado, en mi opinión el emisario de Ryloth ha traído ante nosotros un asunto importante, uno que demanda más investigación. Por lo tanto me ofrezco como voluntaria para liderar la investigación... y como tal, abandonaré Hosnian Prime hacia Bastatha inmediatamente."

Se hizo el silencio, que Leia interpretaba como completo asombro. ¿Cuánto había pasado desde que alguien en el Senado se había levantado y había ofrecido a hacer algo útil?

Demasiado tiempo, pensó. Pero diablos, que bien se siente.


CAPÍTULO TRES



Leia sabía que su propuesta para dirigir la misión a Bastatha era sensata, útil y directa.

Obviamente, el Senado no sabía como reaccionar.

"No podremos asegurar su seguridad, Princesa Leia", dijo Lady Carise Sindian, la única senadora que aún llamaba a Leia por su título nobiliario, en vez de su cargo electo. "No podemos ponerla en riesgo."

"¿No tiene fe en los soldados de la Nueva República, Senadora Sindian?" Esta objeción era de hecho realizada por otro Centrista, el Senador Arbo, uno de los halcones de guerra de Coruscant. "La Senadora Organa viajará con un escuadrón entero de guardias para protegerla en todo momento. ¡No ponga en duda su habilidad o su valentía!"

Tai-Lin Garr negó con la cabeza. "No podemos esperar que la investigación de la Senadora Organa pueda conducirse con eficacia si la acompaña una amplia presencia militar. El pueblo de Bastatha podría considerarlo una intrusión, incluso una invasión."

Era la primera cosa útil que alguien decía, desde que Leia se había ofrecido para la misión. Dado el tono que estaba asumiendo la conversación acerca de cómo protegerla de su viaje a Bastatha, en vez de negarle el permiso, empezaba a sentirse alentada a pesar de todo.

Si se hubiera dado cuenta de la sensación que tenía por la sola idea de estar de nuevo en el campo, por la posibilidad de trabajar con personas normales en vez de políticos, de evaluar una situación por si misma sin comités de por medio, se hubiera inventado otra misión hacía mucho tiempo. El viaje a Bastatha sería la manera perfecta de terminar su carrera en el Senado: haciendo algo interesante y significativo una vez más. Entonces podría retirarse con un sentido de satisfacción por al menos haber logrado algo real, un bien tangible antes de irse.

¿Quién sabe? pensó. Derrocar un cártel de especias, tal vez podía conseguir algunas historias que rivalizarían con las de Han. Ya deseaba poder contarle sobre esto.

Sin embargo, Lady Carise no había terminado de hablar. "La duda sobre la necesidad de esta misión permanece. Como otros han dicho, solo tenemos el testimonio del emisario de Ryloth. Lo que considera actividad criminal puede no ser más que un intento de los Niktos de reconstruir su economía después de escapar de la influencia de los Hutts. Además, y discúlpenme, pero he de decirlo, una investigación así no puede dejarse solo en manos de una senadora Populista. Aunque la Princesa Leia no gusta de las teorías conspirativas, algunos de entre las gradas Populistas están determinados a ver lo peor en cada organización, ya sea gubernamental, militar o económica."

"Puedo ser objetiva," comenzó a decir Leia, pero su voz fue inmediatamente silenciada. Las protestas emergieron de los senadores Populistas, y Leia intentó no quejarse. Ahora su propio partido le impedía hablar.

La cabeza dorada de C-3PO se movía de lado a lado mientras intentaba grabar todo el debate. "Debí haber pensado que el Senado aceptaría su gentil oferta," dijo. "Oh, cielos."

"'Oh, cielos', vaya que sí," Leia permanecía con la barbilla levantada, determinada a esperar el resultado. Ahora que había probado tan solo la esperanza de entrar de nuevo en acción, no iba a rendirse tan fácilmente.

Uno de los droides moderadores comenzó, "Se otorga la palabra al Senador Cásterfo de Riosa."

Al tiempo que su nombre era mencionado, Ransolm Cásterfo se había puesto de pie, para mostrarse mejor a los holodroides. La capa de terciopelo color verde oscuro mostraba su riqueza y privilegios. Leia pensó con acritud si había escogido sus ropas para hacerse parecer proveniente de un planeta con más poder y prestigio que Riosa, o porque iban de acuerdo a su complexión. Había un toque de celebridad en él... como en muchos de los jóvenes senadores, para quienes el gobierno significaba más fama e influencia que servicio y deber.

"Mis compañeros senadores," proclamó Cásterfo. Su estrecha cara aristocrática se mostraba en todas las pantallas y hologramas; ya había dominado el truco político de parecer hacer contacto visual con todos al mismo tiempo. "La Senadora Sindian ha encontrado un punto valioso. Esta debe ser una misión bipartita. De hecho, estoy apenado por mis propio partido que no nos hayamos ofrecido como voluntarios antes, porque como Centristas valoramos la ley y el orden, ¿no es así?" Los murmullos de asentimiento surgieron de varios senadores Centristas. Cásterfo continuó, "No solo necesitamos las perspectivas de los Populistas y los Centristas para con los cárteles Niktos, sino que debemos ser suficientemente generosos para resarcirle a la Senadora Organa su valor de ofrecerse a hacer sola un viaje tan potencialmente peligroso."

Es hábil, pensó Leia con cierta admiración.

Cásterfo continuó, "Es por eso que me ofrezco a acompañar a la Senadora Organa en su misión a Bastatha. Trabajaremos juntos para presentar un reporte objetivo y meticuloso al Senado a nuestro regreso."

La sensación en el pecho de Leia se parecía a viajar en un velero a toda velocidad sólo para ser detenida por el ancla. Su última gran aventura se había convertido... en un trabajo de niñera.

"Sabía que era demasiado bueno para ser cierto," murmuró.

"¿Perdone usted, Princesa Leia?" C-3PO gesticuló hacia la imagen de Cásterfo en los hologramas. "No pude grabar su último comentario. Si desea que forma parte de la grabación..."

"No importa, 3PO. Olvídalo." Leia escuchó otras voces discutiendo sobre los puntos finos del protocolo, pero sabía demasiado bien cómo funcionaba el senado para saber como terminaría el asunto. Iría a Bastatha, pero con Ransolm Cásterfo a su lado.


"Pudo haber nos dicho que planeaba hacer ésto," le dijo Greer a Leia en sus oficinas, tiempo después.

"Les hubiera dicho que me ofrecería de voluntaria si lo hubiera sabido yo misma."

"Así que, ¿se llevará la Espejo Reluciente?" El tono de Greer era casual mientras trabajaba en su datapad, pero no podía ocultar la pequeña sonrisa en sus labios.

"Te daré la respuesta que estás esperando, que es, si, Greer, tu podrás pilotear la nave." Leia hizo una pausa.  La misión a Bastatha tenía un pequeño pero genuino elemento de peligro. No sería un crucero de placer. "Si estás segura..."

"Estoy segura," brilló Greer. Aún cuando fuera tan buena en sus deberes de oficina, nunca había perdido su amor a pilotear. Es una lástima que Greer haya tenido que abandonar las carreras, pensó Leia, aunque no por primera vez.

Ahora Leia tenía que verificar como verdadero cada datapad que contenía registros visuales, sonoros y sensoriales de la sesión en el Senado, otra capa de burocracia con la que tenía que lidiar cada día. "Terminemos esto tan rápido como sea posible. Ya quiero ir a las oficinas de Cásterfo."

"Pero..." Korrie miró alternadamente entre Leia y Greer, portando un hato de datapads en sus brazos. "¿No debería el venir a usted?"

"¡Por supuesto que debería!" C-3PO estaba feliz de poder aportar algo útil a la conversación. "El protocolo senatorial demanda que el senador más joven deba ser siempre quien visita al senador de mayor rango. Sin duda el senador Cásterfo estará aquí a primera hora de la mañana."

"Sin duda," aceptó Leia. "Razón por la que quiero ir a visitar su oficina primero, antes de que termine el día. Quiero que se de cuenta que no estaré siguiendo el 'protocolo' en nuestra misión a Bastatha, y quiero tomarlo desprevenido."

Greer captó el mensaje inmediatamente, normalmente lo hacía. "Estará sorprendido. Halagado. Usted tendrá oportunidad de ver qué dice y cómo se comporta cuando no tiene un guión que seguir."

"Exactamente." Leia comenzó a verificar los datapads uno tras otro, una huella digital aquí, un escaneo de retina pro acá. Korrie superó su sorpresa y pudo proporcionarle los datapads con agilidad. "Además, de esta forma podemos hacer arreglos concretos para viajar de inmediato. Mientras más pronto abandone Hosnian Prime, mejor."

Fingió no darse cuenta de las miradas que intercambiaban Greer y Korrie.

Pronto, Leia pudo salir de sus oficinas y dirigirse a las de Cásterfo. En contra de las objeciones de C-3PO, lo hizo sola. Si Leia no acudía con sus asistentes, podía solicitarle a Cásterfo que excusara a los suyos. Tomarle la medida sería más fácil su tuviera que responder por sí solo a las preguntas, sin tener la atención de sus fuentes normales de apoyo.

El complejo senatorial de Hosnian Prime era una inmensa estructura, albergada en su mayoría en un edificio plano y largo de un solo piso. Esto había sido diseñado para evitar cualquier sentimiento de colocar las oficinas de alguien "más prestigioso" por encima de los demás, lo cual había sonado sensato en su momento, pero significaba que Leia debía viajar casi un kilómetro y medio para llegar a las oficinas de Cásterfo. Se subió a una de las aceras automatizadas, cubriéndose la cabeza con su capucha blanca. No evitaría que nadie la reconociera, pero podría pasar desapercibida lo suficiente para evitar ser arrastrada en conversaciones sin consecuencia que solo desperdiciarían su tiempo.

Los paneles transparentes revelaban amplias capas del cielo nocturno. Leia miró la estatua de Bail Organa, de un color blanco al caer la noche, mientras pasaba a su lado. Su padre parecía mirarla. Los numerosos ciudadanos de muchos mundos, se congregaban alrededor. Algunos en las aceras automáticas, otros fuera de ellas: un grupo de Bothans gruñendo entre sí frente a la oficina de un senador; un Gungan teniendo una conversación animada con alguien al otro lado de su comunicador; y dos Wookiees mas adelante de ella, que eran llevados sobre la acera pasando frente a cientos de políticos, trabajadores, cabilderos, y visitantes, que en conjunto llenaban siempre el complejo. Ver a los Wookiees fue suficiente para hacer sonreír a Leia.

Me pregunto cómo estará Chewbacca. El viejo compañero Wookiee de su esposo se había retirado a una pacífica vida doméstica en Kashyyyk. Aunque le resultaba difícil a Leia imaginar a Chewie contento en su hogar, había permanecido ahí lo suficiente como para pensar que lo estaba disfrutando. Han nunca me enseña los hologramas de Chewie; necesito tomar un tiempo para revisarlos, y pronto.

El planeta Riosa era un olvidado centro de manufactura en el Anillo Interior, que intentaba reconstruirse. Por tal motivo, se le habían asignado oficinas en los extremos de una de las alas del edificio. Tanto se hablaba de la supuesta "igualdad" de las oficinas; pero el status siempre se podía obtener de cualquier substancia que deseara la gente, y en la experiencia de Leia, siempre había quienes lo deseaban. Esto significaba que casi nadie la observó arribar a las oficinas de Cásterfo. Cuando entró, por un momento sus asistentes se quedaron simplemente parados, ansiosos.

"¿Asumo que el senador Cásterfo sigue aquí?" Leia preguntó amablemente, uniendo sus manos frente a ella dentro de las amplias mangas de su vestido. "¿Podrían preguntarle si tiene tiempo para reunirse con la Senadora Organa?"

A su favor, Cásterfo salió casi inmediatamente de su oficina privada. "¿Senadora Organa?" Sonrió al tiempo que ajustaba su capa verde; aparentemente ya había empezado a ponerse cómodo para terminar su día. "Esperaba visitarla en la mañana"

"Cuando hay trabajo que hacer, ¿por qué dejarlo para después?" Leia regresó su sonrisa tan amablemente como pudo.

"Soy de la misma opinión." Cásterfo tenía el mismo acento aristocrático con el que había hablado el Grand Moff Tarkin la última vez que estuvieron frente a frente. Leia intentó no hacerle caso. "Por favor, pase y siéntese. ¿Puedo ofrecerle té? ¿Agua? ¿Algo?"

Leia rehusó las bebidas mientras se adentró con Cásterfo a su oficina privada, y se detuvo, petrificada.

De una de las paredes de la oficina de Cásterfo colgaban reliquias del Imperio.

Un casco de un soldado imperial. La negra caja de control del traje atmosférico de un piloto de TIE. Banderas y estandartes del Imperio, de las legiones de soldados imperiales, una de ellas, descolorida y rota, tenía una dedicatoria al mismo Palpatine.

Era una cosa ver estos artefactos en un museo... no es que Leia hubiera ido de buena gana a una exhibición así, pero al menos habría entendido su significado histórico. Esta adulación, en cambio, era grotesca.

"¿Senadora Organa?" Cásterfo clavó la mirada en Leia, completamente ignorante de la fuente de su incomodidad. "¿Se encuentra usted bien? Se ve pálida. Tal vez debería tomar asiento."

"¿Aquí?" Leia gesticuló con las manos, señalando el despliegue de artefactos que los rodeaban. "¿En medio de su altar a la gloria del Imperio?"

Cásterfo sonrió. ¿Cómo podía atreverse a sonreír? "Vamos, vamos, Senadora. No exagere. Son reliquias históricas, no más."

Como si la guerra contra el Imperio hubiera tenido lugar hacía milenios, en vez de en el transcurso de una generación. Leia pensó si Cásterfo también la consideraba una reliquia histórica.

"Entonces se considera un coleccionista." Su tono permaneció frío, pero se sentó en una de las sillas. Como ella lo había sospechado, Cásterfo no se sentó detrás de su escritorio, lo cual hubiera sido una muestra de su autoridad. No quería insultarla de esa manera, pero no sabía qué mas hacer, así que se quedó de pie frente a ella, tomado por sorpresa.

Pero seguía con ánimos de hablar de su pasatiempo. "Sí, exactamente. Yo era solo un niño pequeño cuando terminó la guerra. ¡Las aventuras que ustedes debieron de haber tenido! Cuando miro estas cosas, me imagino vívidamente las batallas como si estuviera ahí."

Si Cásterfo hubiera podido realmente imaginarse en las grandes batallas de la guerra, no hubiera disfrutado la experiencia. Leia había conocido a muchos soldados Rebeldes con neurosis de guerra para saberlo. Sin embargo, su entusiasmo inocente al menos la tranquilizó. Está bien, no es un belicista. Solo un niño que creció creyendo que se había perdido toda la "emoción".

Nunca antes había estado tan cerca de Cásterfo, así que ahora podía ver que su pulida apariencia no era perfecta en realidad. Se dejaba largo el cabello rubio probablemente para cubrir sus grandes orejas, que sobresalían de su estrecha cara. Pero había puesto suficiente laca en su cabello para que se viera pulcro, sin duda porque de otra manera se hubiera rizado. Incluso su capa era para ocultar lo delgado que era. Antes, Leia veía la preocupación de Cásterfo por su apariencia como vanidad; ahora se daba cuenta que era para cubrir sus vulnerabilidades, evidencia de que Cásterfo intentaba mostrarse más maduro, más próspero que su planeta. Quería resaltar en el Senado y parecer que encajaba bien.

Su opinión sobre él se reblandeció... durante el medio segundo antes de añadir, "Además, aún si no podemos respetar los métodos de éstos soldados, podemos honrar su sueño."

"¿Su sueño?"

"El sueño del imperio, por supuesto." Cásterfo sonrió como un hombre que recuerda los mejores días de su niñez. "Si la galaxia realmente se hubiera unido bajo el mando de un líder sabio, con autoridad, dicho imperio hubiera durado por mil años, rivalizando a la misma Vieja República."

Leia se dio cuenta en ese momento que tenía la boca abierta. "¿Desearía que el Imperio siguiera en pie?"

"No el Imperio que tuvimos, gobernado por alguien tan corrupto como Palpatine. Pero si el Imperio se hubiera reformado, tal vez, para convertirse en un liderazgo mejor y más responsable..."

"Quiere decir, si la Rebelión hubiera sido derrotada," interrumpió Leia. Su temperamento se había encendido más allá de su dominio sobre sí misma. "Lamento que lo hayamos decepcionado, Senador Cásterfo, al luchar y morir con tal de liberar a la galaxia."

El Senador se ruborizó. "Oh, por favor no me malinterprete. Nunca hubiera deseado que la Rebelión perdiera la guerra. Solo que dicha guerra no hubiera sido necesaria."

"¿Cree que Palpatine era el único problema del Imperio? Piénselo otra vez. Ese tipo de estructura de poder solo generaba corrupción desde los más altos niveles en Coruscant hasta el puesto de avanzada más pequeño en el borde de la galaxia. Cuando la gente con autoridad no rinde cuentas a los ciudadanos de la galaxia, el resultado es la tiranía."

La consternación pueril de Cásterfo se había desvanecido, reemplazada por una ira tan poco encubierta como la de Leia. "¿Entonces la respuesta es no darle poder a nadie? Para que no se haga el mal por parte de aquellos con autoridad, ¿nos aseguramos que nadie pueda hacer nada, entonces?"

"¿Que de bueno crees que el Imperio haya podido ofrecer?"

"Parece que muy poco. Pero si la Vieja República no hubiera tenido sus defectos, Palpatine no hubiera usurpado el poder en primer lugar."

Esto tenía algo de sentido, y Leia estaba incómodamente consciente de ello. Había escuchado las historias de su padre sobre los últimos días de la Vieja República demasiadas ocasiones como para no haberse enterado de como murió la libertad. Pero Cásterfo no había aprendido esas lecciones; solo deseaba justificar el surgimiento del Imperio. "Una república puede cambiar cuando sea necesario, porque permanece rindiendo cuentas a su pueblo."

"Un Emperador sabio y justo también escucharía a su pueblo," insistió Cásterfo. "El único problema es que no teníamos al emperador correcto."

¿El único problema? Había un límite al grado de estupidez que Leia podía tolerar en un solo día, y éste había sido superado. Se puso de pie. "No tengo tiempo para una conversación sobre la política galáctica con alguien tan profundamente ignorante de sus implicaciones."

Cásterfo se irguió con mayor altura. "Ni yo tengo el tiempo de discutir estos asuntos con alguien tan intolerante con otros puntos de vista."

Para ese entonces, las sienes de Leia retumbaban, dando pie al dolor de cabeza que su ira generaba en su cráneo. "Mi droide de protocolo vendrá por la mañana para intercambiar detalles sobre el viaje." No soñaba siquiera con obligar a Greer o Korrie a tener que lidiar con este hombre ni un momento más de lo necesario. Además, C-3PO estaría encantado de tener algo que hacer. Nunca antes había estado Leia tan agradecida con un droide de protocolo. "Mi asistente podrá lidiar con todos los detalles del viaje. No será necesario que nos reunamos hasta que sea momento de partir, eso por supuesto, si usted está de acuerdo."

Cásterfo se cruzó de brazos. "Créame. Encuentro que es un gran alivio que así sea."

"El sentimiento es mutuo." Leia salió a zancadas de su oficina, atravesando la multitud de asistentes que fingían no haber escuchado a través de la puerta.

Mientras se subía a la acera móvil, se cubrió la cara con una mano. Su temperamento le había jugado malas pasadas muchas veces en su vida, pero no había muchas personas con la capacidad de enfurecerla tan rápido como Ransolm Cásterfo y su colección de "reliquias históricas," que insultaban todo por lo que había luchado. Pronto estaría atascada con él por días, incluso semanas; durante el tiempo que fuera necesario para llegar al fondo de la situación con los cárteles Nikto en Bastatha.

Ni que pensar en una emocionante misión final. Parecía que sus últimos días como senadora de la Nueva República iban a ser un completo dolor de trasero.



Escrito por Claudia Gray.
Traducido por Mario A. Escamilla




4 comentarios:

  1. Genial. ¿Esto es todo, o el resto del libro vendrá en otros posts futuros?

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  2. Esa es la muestra gratuita del libro, por razones de derechos, no podemos poner más.

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  3. Mario, gracias por darte este trabajo, y felicitaciones por lo bien hecho que está. Tengo la versión en inglés pero me es mucho más grato leer en castellano. Espero que la traducción oficial salga pronto.

    Un detalle: arriba, antes de la imagen, mencionas la novela de Claudia Gray "Estrellas perdidas", donde me parece que te estabas refiriendo a "Bloodline"

    Saludos.

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    1. Hola, ¡gracias por tus comentarios!
      Me doy cuenta que no fui enteramente claro, pero se usa la convención de poner entre paréntesis otros trabajos de la misma autora para ofrecer más información.

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