Scorched (Chamuscada) es una historia corta por Delilah S. Dawson que apareció originalmente en la revista Star Wars Insider #165 y sucede justo antes de la impresionante novela Star Wars: Líneas de Sangre, de Claudia Gray. También se presenta el arte hecho especialmente por Joe Corroney. Scorched trata de la piloto Greer Sonnel y su participación en una carrera legendaria, la cual puede cambiar su vida, si sobrevive.
El momento en el que Greer Sonnel terminó de engullir su bebida, supo que algo estaba mal. Normalmente hubiera saboreado la adrenalina que le quemaba la garganta, llegando a su estómago como una bomba que prácticamente sacaba humo de su nariz. Para cualquier piloto de Pamarthe, no había mejor forma de asegurar la fortuna que una copa vacía de Puerto Tormentoso. Pero esta vez, el calor rasgó su cabeza y le llegó por detrás de los ojos como un tornado, revolviendo sus pensamiento y mareándola al tiempo que la copa golpeaba la barra.
No otra vez, pensó. No hoy.
Rodeada por docenas de pilotos que adorarían derrumbarla, no cambió su sonrisa. No mostraría debilidad. Ni ahora, ni nunca.
Mientras otras tres copas de arcilla golpeaban la tosca madera, Greer levantó su copa vacía, "Por el Guantelete. Si no gano yo, espero que sea alguno de ustedes bastardos."
"¡Por nosotros, los pilotos de Pamarthe!" gritó Torret, chocando su copa contra la de ella.
"¡Por la piedra sangrienta de Corelia. ¡Que nunca la probemos!" gruñó Bors.
"¡Por los perdedores!" alardeó Vee. "Que son todos menos nosotros."
Sus tres compañeros Pamarthianos eran competidores talentosos, y Greer podía decir honestamente que esperaba que ninguno de ellos muriera hoyo. El Guantelete era una carrera misteriosa y peligrosa patrocinada por el mismísimo Han Solo, y todos sabían que era la antesala en la que los jóvenes pilotos de élite eran seleccionados para los equipos de los Cinco Sables. Ese había sido el sueño de Greer, desde que sus padres le habían contado sus hazañas volando con los rebeldes: participar en los Cinco Sables y hacer que se sintieran orgullosos de ella. Sin una guerra que luchar, los feroces e inquietos hijos de Pamarthe debían ser los mejores en algo, y ese algo bien podía ser el premio más abultado y con más renombre.
Más y más patrones en el bar se dieron cuenta de la hora y se apresuraron a salir del lugar hasta que solo la mesa de Greer estaba ocupada. Habían checado sus naves hasta la última molécula. ¿que podrían ganar preocupándose? No era su forma de ser. Ninguno de ellos se levantó hasta que sonó el gong de advertencia, diez minutos antes del inicio. Incluso entonces, Greer y sus amigos caminaron a paso lento hasta el hangar. Podrían correr hasta sus naves, algún día... si volvía a haber una guerra digna de luchar.
Al llegar a la puerta abierta, cada quien partió hasta su respectivo caza estelar. Los lugares de acoplamiento del hangar en forma de domo habían sido asignados por sorteo, las naves eran remolcadas hasta su lugar de salida mientras los pilotos esperaban. Era una extraña combinación. Cincuenta naves en un círculo, con sus narices apuntando hacia el centro como los rayos de una rueda. Greer observó su nave en el extremo más lejano y no se detuvo cuando un joven piloto desconocido dejaba caer su herramienta mientras pasaba. Con sus caderas contoneándose naturalmente en su traje de vuelo ajustado y su cabello negro como la tinta recogido en un moño, Greer estaba acostumbrada. Le daba más importancia a la habilidad que a la belleza y prefería que vieran su parte posterior cuando dejaba a las demás naves mordiendo el polvo.
Un silbido grosero llamó su atención, mientras posaba su mano en su cuchillo. Girando lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo, miró al que le había lanzado el piropo con una mirada que se volvió más fría cuando lo reconoció. Con un bufido de burla, continuó caminando.
"No me puedes ignorar para siempre," le gritó Karsted desde un caza TIE pintado de color negro brillante.
"Puedo intentarlo," musitó.
¿Y quién sabe? Tal vez su despiadado, ególatra y traicionero ex novio estampara su nave y explotara en mil pedazos. Sería casi tan bueno como que lo matara ella misma.
Pasó junto a dos naves más y se detuvo frente a su nueva obsesión: la Quebrantahuesos. El Guantelete publicaba las especificaciones requeridas para las naves concursantes cada año, y Greer se había gastado todos sus ahorros en lo que parecía un pedazo de basura. La nave había comenzado su vida útil como un A-Wing lleno de marcas de combate contra el Imperio, y a pesar de las extensas modificaciones que Greer le había hecho, la Quebranta ostentaba sus marcas de disparos como pintura de guerra. Greer trepó, se puso su casco y miró a su alrededor, intentando descubrir como funcionaría la carrera.
Ese era el secreto del Guantelete: cada año cambiaba. El año anterior tuvieron que esquivar géisers sobre las tormentas del oceano en Cato Nemoidia. El año antepasado, los corredores habían competido a través de una ciudad abandonada casi enterrada por un terremoto, llena de gigantescos lagartos. Los pilotos no tenían más pistas que las especificaciones de sus naves y un mapa que recibían justo a la salida. Cuando sonó el timbre de advertencia final, una voz mecánica surgió de los audífonos del casco de Greer.
"Bienvenida a El Guantelete. El tramo de este año se llama El Ojo Malvado. Tu mapa se cargará simultáneamente cuando empiece la carrera. Hay diez Ojos, y tu puntuación dependerá de cuantos Ojos puedas atravesar comparado con tu tiempo total. Cuando el conteo termine, la carrera comenzará. Diez. Nueve..."
Greer encendió la Quebranta y miró hacia la puerta del hangar, pero estaba cerrada... y bloqueada por un B-wing verde. Su corazón se aceleró y su cara se calentó cuando se dio cuenta que no había forma de salir. El piso parecía sólido, y el domo no parecía ser de ningún material que pudiera abrirse o cambiar de forma. Y eso significaba que...
"Dos. Uno. Fuera."
Las luces inundaron la habitación mientras que una escotilla circular se abría en el centro del techo del domo, y Greer supo en un instante lo que tenía que hacer. Pisando el acelerador, se echó en reversa dejando marcas en el piso mientras apuntaba su nave hacia el hoyo en el cielo que estaba rodeado de luces azules parpadeantes: el primer Ojo.
Los otros pilotos no fueron tan rápidos, y Greer se permitió felicitarse desde el otro lado del hangar, mirando la extraña danza que hacían para salir por una escotilla por la que solo cabía un caza a la vez. Dos naves se apresuraron y chocaron estallando en una bola de fuego, retrasando al resto del enjambre. Había sido suficiente presunción, ahora era hora de volar.
Su mapa tenía el icono de un ojo, y salió a toda velocidad, deslizándose rápidamente sobre la superficie de Corellia. Otras dos naves estaban cerca, el resto los seguía a más distancia, como cuervos persiguiendo leones de Pamarthe. No tardó mucho en aparecer su objetivo, un aro de parpadeantes luces azules que se encontraba en un extraño ángulo. Fue suficiente pasar por en medio para anotarse el Ojo. Tan pronto como lo hizo, el mapa reveló que el siguiente ojo estaba fuera de la órbita del planeta.
¿Así que este era el tipo de carrera? ¿Entrar y salir de la atmósfera? Que así sea. La Quebrantahuesos podía soportarlo, y también Greer, que había hecho ese tipo de maniobras desde que fue lo suficientemente mayor para "pedir prestado" el destartalado Y-wing de su madre y pilotarlo sobre los traicioneros mares de Pamarthe. Subió surcando las nubes, decidida a ser la primera piloto en alcanzar el siguiente objetivo. Pero las mismas dos naves la perseguían, el TIE de Karsted y otro A-wing similar al suyo pero más llamativo, con aletas modificadas y una capa metálica que reflejaba la luz como un espejo. Muy detrás de ellos, varias docenas de naves intentaban alcanzarlos. No estaba preocupada. No podrían alcanzarla, no una vez que llegara al espacio y tuviera lugar para maniobrar.
"¿Están bien, muchachos?" preguntó, usando el canal escogido de antemano por los corredores Pamarthanos.
"Bors no lo logró," dijo Vee. "Se embarró en el hangar. Esta vivo pero furioso."
"Pudo ser peor," añadió Torret. "Al menos ya está bebiendo de nuevo."
"Esta pista es infernal," Greer hizo una pausa debido al calor inesperado que recibió al salir de la atmósfera y llegar a lo negro del espacio. "Estamos buscando un astillero orbital para el siguiente ojo."
"¿Te sientes generosa?" preguntó Torret.
Greer rió entre dientes. "Solo porque se que no hay manera de que me alcancen."
Viajar en el espacio siempre ponía de buenas a Greer. Había algo en la inmensidad, las posibilidades infinitas, las estrellas relucientes, era donde debía estar. ¿Y que fuera durante la carrera más importante de su vida? Que mejor. Se propuso ignorar las preocupaciones que acompañaron al sudor que salía de su cabellera. Estaba bien. No había nada malo en absoluto. Realmente.
El otro A-Wing estaba acercándose mientras llegaban al astillero flotante, abandonado y tranquilo. Solo se veían las luces del Ojo.
"Ese pedazo de chatarra parece que estuvo en un basurero desde la época de la Rebelión."
La voz en el casco de Greer era masculina y no pudo reconocerla, sonaba divertida. Ya que solo había dos naves a su alcance y que había bloqueado el canal de Karsted, tenía que ser el piloto del otro A-wing. No había nada novedoso con hablar mal de otros pilotos, y ella no permitiría que la molestara. Pero eso tampoco quería decir que tenía que jugar limpio.
"Y el tuyo parece que fue sumergido en un baño para droides. Déjame adivinar. ¿Es para que puedas ver mejor tu reflejo?"
El hombre rió. "No siempre se trata del ego, chica."
"Somos pilotos. Siempre es sobre el ego. Ahora cállate."
Con un giro elegante, pasó por en medio del Ojo, planeando su ruta hacia el cuarto obstáculo, que estaba de regreso en Corellia. Y si ella estaba leyendo bien el mapa, se encontraba bajo tierra.
"Buena maniobra," dijo el hombre.
Estaba a punto de bloquear su transmisión como lo hacía con la de Karsted, pero él copió su giro con tal habilidad que tuvo que admitir que sabía lo que hacía. "Solo trata de mantener el paso," le dijo, que era lo más cercano a un cumplido que podía decir.
Greer cruzó la Quebranta a través de la atmósfera y casi cerró sus ojos por un instante antes de que se diera cuenta que había docenas de naves viniendo en su contra, buscando cruzar el Ojo que acababa de completar. Uf. Tenía que enfocarse. Con tiempo de sobra, realizó una espiral para maximizar su velocidad y evitar a los demás pilotos. Detrás de ella, el otro A-wing seguía su paso.
"¿Estás bien?" preguntó el piloto.
Ella lo ignoró y buscó a sus amigos entre la multitud.
"¡Kothan si!" gritó Torret mientras pasaba cerca.
"¡Kothan si!" replicó ella con el tradicional grito Pamarthano, que se traducía casi como "Que mueras a toda velocidad". "Espera, ¿dónde está Vee?"
"La perdí desde el primer Ojo," dijo Torret. "Derrapó. Probablemente esta viva."
"Diablos. Ya son dos fuera."
"Y seguimos dos dentro. ¡El perdedor paga la siguiente ronda!"
Y con eso, salió disparado hacia el espacio. Greer apuntó directo hacia el siguiente Ojo y saboreó la caída. Amaba la mezcla entre el control completo y el caos desatado cuando la nave era gobernada la mitad por su combustible y la otra mitad por la gravedad. Su estómago dio una vuelta, y una oleada más poderosa de calor surgió entre sus ojos haciendo que sus manos temblaran con escalofríos inesperados. No tenía otra opción más que ignorarlo, empujarlo fuera de sí. Abrió sus ojos y se enfocó en el horizonte, respirando hondo.
"¿Eres tu o la nave quien tambalea, chica? ¿Compraste combustible del malo o algo parecido?"
"Creo que mi motor se tragó un piloto," respondió ella, molesta por que el extraño se había dado cuenta de su momento de confusión.
Después de un momento de silencio, él preguntó, "¿Y porqué ayudaste al otro tipo, diciéndole sobre el siguiente Ojo?"
Greer resopló. Estaba perdiendo su concentración. No era normal hablar mucho con extraños durante una carrera como esta, inclusive si eran buenos pilotos. Y aún así no creía que estaba coqueteando con ella, como era usual. Realmente tenía curiosidad.
"Es de mi planeta."
"¿Un amigo?"
"Si quieres decir alguien que no quiero que muera, entonces si. Espera." Miró su comunicador. "¿Cómo es que estás en nuestro canal?"
"Todo está abierto," dijo, ignorando el hecho de que se suponía que era privado. "¿Prefieres que me cambie al canal público?"
"No." Al menos era entretenido y un piloto decente, hablar con él le impedía pensar en su fiebre o en Karsted. Estaba segura que la luz roja en su comunicador eran sus intentos de contactarla y molestarla. "Una molestia de piloto es mejor que treinta y seis otras molestias, gracias. Ahora, guarda silencio. Esto se va a poner difícil."
"Ah bueno," dijo él. "Pensé que te estaba aburriendo."
El siguiente Ojo estaba bajo tierra. Inhalando profundamente, giró la Quebrantahuesos entre las paredes de piedra rojas, evitando las formaciones rocosas. El otro A-wing permaneció detrás de ella, pero Karsted los rebasó de repente, utilizando lo que parecía ser una modificación ilegal. Mientras lo hacía golpeó el ala de su caza, forzándola a hacer un giro de barril para evitar estamparse en la pared. Cuando la cueva surgió a la vuelta de la esquina, ella se precipitó dentro, sus manos temblaban mientras trataba de colarse por debajo de la nave de Karsted. Si iba a perder esta carrera o a morir, no sería por su culpa, ni por culpa de la misteriosa enfermedad que había ignorado por meses. El fracaso, igual que cualquier victoria, sería por sus propios medios.
El piloto del A-wing guardó silencio mientras ella traspasaba la caverna, girando de lado para cruzar entre dos estalactitas y adelantarse a ambos a cruzar el Ojo, que colgaba boca abajo en el techo. El túnel se curvaba inmediatamente y los escupió por un acantilado de basalto sobre un mar enfurecido.
El siguiente Ojo estaba en el promontorio rocoso de una isla. El siguiente estuvo en una ciudad, colgado entre dos rascacielos. Casi rozó un ala con el Ojo cubierto de hiedra en un cañón y luego atravesó un circulo flotante de luces azules que colgaban de un globo meteorológico.
De haber volado a baja velocidad, hubiera sido un hermoso viaje por Corellia. Pero en realidad estaba forzando a la Quebrantahuesos a su límite, y al límite de ella también. La segunda vez que saltó fuera de la atmósfera para dirigirse hacia un Ojo flotando en un campo de asteroides, la fiebre regresó, tan rápida y caliente que se desmayó por un instante y soltó el acelerador.
"¿Te estás volviendo lenta, chica? ¿Quieres dejarme ganar? Respira por la nariz y enfócate en el horizonte si tienes problemas con los saltos fuera de la atmósfera."
Era el tipo del A-wing una vez más, y sonaba preocupado. Era de esperarse. Su velocidad había decrecido y el TIE de Karsted casi la rebasaba. Pisó el acelerador con fuerza sabiendo bien que prefería estrellarse en un asteroide que dejar que Karsted ganara.
"Sé lo que hago. Solo quería darle a los demás una oportunidad de pelear," dijo, tragándose su preocupación y enfocándose en esquivar a los asteroides. Seis naves ya eran visibles detrás de ella, incluyendo el X-wing de Torret. La fiebre se desvaneció tan súbitamente como había llegado, dejando su cara fresca y sus manos firmes, y eso era todo lo que necesitaba para volver a la carrera, volando la Quebranta con el talento sobrenatural que tenía desde su nacimiento.
"Bien," dijo el extraño cuando ella pasó a través del Ojo, girando alrededor de un asteroide y dirigiéndose de regreso a Corellia hacia el último Ojo.
"No podía escucharte mientras pasaba el Ojo."
Su respuesta fue una risa. "Déjame saber como se siente."
Aunque el reluciente A-wing se había mantenido detrás de ella, Greer pudo ver lo que el misterioso piloto era capaz de hacer. Se lanzó dentro del Ojo, ejecutó un giro perfecto y la rebasó con velocidad increíble. Estaba tan impresionada que se olvidó de sentir envidia por un instante.
"¿Tu nave tiene un motor extra?" preguntó ella.
"Es un pequeño regalito de Novaldex. Esta nave es una Doble-A. Es su vuelo de prueba."
"Bien," dijo ella, siguiéndolo de regreso a la atmósfera.
Cuando Greer estuvo de regreso en el cielo azul de Corellia, la Quebrantahuesos se estremeció. Su panel de instrumentos se volvió loco, con las luces parpadeando y las alarmas sonando. Esta vez, al menos el calor que sentía en sus venas era identificable: rabia. El TIE de Karsted llenó su campo de visión. Su puño presionó el botón rojo.
"¿Me acabas de disparar?"
La risa de Karsted rebosaba de arrogancia. "Por supuesto que no. No se permiten armas en la carrera, lo sabes bien. Debió ser algún pedazo que se cayó de esa reliquia que vuelas, digamos, en tu motor derecho. O tal vez es que no naciste para volar."
Así que la había saboteado. Su sistema reconoció una obstrucción en un motor, causando que girara a la derecha al tiempo que bajaba la velocidad.
"¡Oh, no! ¿Es que la famosa Greer Sonnel está a punto de perder?" se burló Karsted.
"¿Quién es este payaso" preguntó Doble-A.
Greer bufó. "Mi ex novio. Si tienes armas, por favor dispárale y convierte su nave en chatarra."
"Olvídate de él. Mira, tu motor derecho está bloqueado. Necesitas apagarlo por diez segundos y reiniciarlo con el acelerador a fondo y tu estabilizador izquierdo al máximo."
Tenía sentido, pero nunca había escuchado ese truco antes. "¿Por qué debería confiar en ti?" preguntó ella mientras Karsted la rebasaba, en dirección hacia el último Ojo.
"Por que sabes que tengo la razón y que podría derrotarte si quisiera. Si no me crees, confía en tu instinto. Pero hazlo rápido, o dejarás que el otro tipo gane."
Sin decir palabra, ella apagó el motor, la nave se precipitó mientras perdía altura. El frío penetró por la cabina y el estómago de Greer se colapsó mientras contaba hasta diez, y su aliento nublaba el parabrisas. El Doble-A aminoró su marcha para ponerse a su lado. Cuando su cuenta llegó a cero, reinició la nave y forzó el estabilizador derecho al tiempo que pisaba el acelerador. La Quebrantahuesos regresó a la vida con una cacofonía de alertas y giró hacia un lado mientras un golpe sonaba en la derecha. El panel de instrumentos regresó a la normalidad mientras el resto de las naves se aproximaba en su cámara trasera.
Greer exhaló con alivio. "¿Dónde aprendiste ese truco?"
Doble-A se rió. "Solía tener un gran copiloto."
"Te debo una," dijo ella. "A ambos."
"Puedes recompensarme ganándole al tipo del TIE."
Greer miró su mapa y su campo de vista. El último Ojo estaba en la superficie, cerca del espacio puerto y era más grande que los demás.
"Esto parece demasiado fácil..." dijo ella.
La voz mecánica en su casco dijo, "Para el Ojo final, se otorgarán puntos dobles si dos naves cruzan los sensores al mismo tiempo."
"¿Aún confías en mí," preguntó Doble-A.
Karsted había girado, pues ya sabía que si cruzaba solo, no tendría manera de ganar. Greer se había dado cuenta demasiado tarde que nunca cortó la comunicación.
"¿Volarías con un completo extraño en vez de con otro Pamarthano?" le espetó. "Sin importar lo que tuvimos en el pasado, sabes que somos un buen equipo. Somos del mismo pueblo. Fui tu primer beso. Me conoces bien. Volemos juntos a través de esto."
Los tres se dirigieron hacia la superficie de Corellia, Greer tenía escasos segundos para elegir. ¿Un extraño que se había ganado su respeto o un tipo conocido que solo la había usado para mejorar sus tiempos? Al menos dos A-wings pasarían mejor por el aro que el estorboso TIE.
"Lo haré con el A-Wing," dijo ella. Su puño golpeó el botón rojo cuando Karsted comenzaba a decirle groserías en Huttés.
"Está bien, Doble-A," dijo ella. "Voy por encima, tu por debajo."
"Enterado. Hagámoslo."
Greer enfiló la Quebranta hacia arriba y vio pasar un rayo de luz, apenas rozando su nave.
"¿Ese es tu exnovio y sus armas ilegales otra vez, no es así? Necesitamos deshacernos de él. ¿Alguna idea?"
Hurgando en su cerebro, Greer no encontró nada. Sin armas y sin escudos, ¿que podían hacer? ¡Maldito Karsted y su enorme ego!
"¡Espera, eso es!" gritó ella. "Doble-A, ¿puedes usar tu nave para cegarlo?"
Doble-A emitió una carcajada. "Buena idea, chica. Haz un giro y déjamelo."
Greer giró hacia atrás, enfilándose hacia arriba y quedando justo detrás del caza TIE negro. El Doble-A giró de lado y pasó justo frente a Karsted, y Greer cerró sus ojos al tiempo que el A-wing con acabado de espejo inundaba con los rayos del sol la cabina del TIE. Cuando volvió a abrir sus ojos, Karsted había bajado la velocidad y estaba tambaleando, ella lo esquivó y regresó a la pista.
"¿Ves? No todo es por el ego."
"Eso lo debatiremos después de que ganemos la carrera," dijo ella.
Mientras giraban en posición, el Doble-A bajó su velocidad para sincronizarse con ella, las naves volaron sobre los verdes pastizales y existía menos de un metro entre la cabina del piloto y el casco de Greer. Sus manos estaban firmes, su cabeza estaba afortunadamente lúcida después de las enormes fiebres y el mareo que ya no podía seguir ignorando. Su barbilla se levantó con orgullo cuando cruzaron el Ojo final con tal suavidad que parecía que llevaban volando juntos por años.
El mapa de Greer cambió, llevándola de regreso al domo donde había empezado la carrera. No podía dejar de sonreír. ¡Había ganado! O al menos, empatado. Y si los empates no fueran aceptados en Pamarthe, al menos su habilidoso vuelo coordinado le había dado el triunfo. Cuando regresara a casa, buscaría un centro médico y averiguaría la causa de su enfermedad, y la cura. Volar era lo máximo para ella, y no iba a dejar que ninguna estúpida fiebre la detuviera. Al menos no era quemadura de sangre. No podía ser. Era una debilidad que no podía permitirse.
"Gran vuelo, Greer."
"Gran vuelo, Doble-A". Y entonces se dio cuenta. "Espera. ¿Cómo sabes mi nombre?"
El otro A-wing voló junto a ella, lado a lado, el piloto la saludó desde su cabina. Se había quitado el casco para revelar su cabello gris y una sonrisa engreída.
"Mi nombre es Han Solo," dijo. "Y me gustaría platicar contigo para que entres a mi equipo para los Cinco Sables."
Escrita por Delilah S. Dawson.
Traucida por Mario A. Escamilla
Original de READ SCORCHED, A SHORT STORY TIE-IN TO CLAUDIA GRAY’S BLOODLINE
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