miércoles, 8 de noviembre de 2017

Extracto del libro The Legends of Luke Skywalker

Luke Skywalker tomará un lugar central en la saga de Star Wars cuando se estrene Los Últimos Jedi el 15 de diciembre. Pero antes, un nuevo libro del aclamado escritor de ciencia ficción Ken Liu nos llevará a una exploración profunda del héroe Jedi, documentando su vida y el misterio que le rodea.

La novela juvenil The Legends of Luke Skywalker es una colección de seis historias contadas por los jovenes miembros de la tripulación de una nave, poco antes de los eventos de Los Últimos Jedi. Las acciones heroicas de Luke Skywalker se han esparcido por la galaxia, pero en el proceso, se han convertido más en leyendas que en hechos.



"Es interesante pensar en Luke como un personaje en el universo de Star Wars porque para muchos de nosotros es un gran Jedi, el héroe de la saga, pero para el resto de su galaxia, era una figura legendaria," dice Liu. "La mayoría de los habitantes no conocieron a Luke. No saben como es en realidad. Y como cualquier celebridad, existen cientos de leyendas e historias que se crean a su alrededor en toda la galaxia. Es un símbolo para mucha gente, incluso a pesar de su propio viaje. Así que creí que sería interesante escribir un libro de historias sobre Luke que lo trata como una figura de leyenda."

En el extracto a continuación, uno de los miembros de la tripulación cuenta una historia que ella escuchó de un oficial Imperial. De acuerdo a ese oficial Imperial, Luke Skywalker tuvo un papel clave en la batalla de Jakku.

Las expresiones específicas de incredulidad de cada especie habían crecido constantemente en las caras de los ayudantes de la nave mientras veían a Dwoogan limpiar eficientemente la barra de la cocina mientras contaba su historia. Cuando finalmente terminó, un clamor se alzó.

"¡Oh, vamos! ¡Eso es ridículo!"

"¡Redy no sabe de qué está hablando!"

“¡TWWWWEEEEE! THPFFFFTTTT WEEEEE!”

"¿Quién era ese hombre encapuchado?"

Dwoogan lavó el trapo en el fregadero, riendo todo el tiempo.

"Ustedes pidieron una historia," dijo ella. "No le echen la culpa al narrador si no es lo que estaban esperando."

"Pero... pero..." Teal, quien había lleagado apenas a tiempo para escuchar la mayor parte de la historia de Dwoogan, luchaba para encontrar las palabras apropiadas. "¡Redy cree que todo lo que la Nueva República ha dicho es mentira!"

"Cada historia es real para el que la cuenta," dijo Dwoogan. "Eso no significa que sean verdaderas en un amplio sentido. La única manera de saber la verdad en general es escuchar cientos de historias."

"Escuchar historias que no te gustan puede ser bueno. Te recuerda que no todos piensan igual," dijo Ulina. "El Imperio quería que todos pensaramos lo mismo, ¿recuerdan? De hecho, Luke y los héroes de la Nueva República pelearon para que gente como Redy pudiera contar historias sin temor a perder sus vidas. A lo mejor la podrán multar por no tener licencia de ingeniero, pero las autoridades no la encarcelarán por sus historias. Eso es algo bueno."

Los ayudantes reflexionaron.


Ulina estuvo a punto de decirles a todos que regresaran a sus cuartos cuando G'kolu interrumpió: "Me pregunto que pensaría un soldado Imperial sobre Luke Skywalker."

Tyra se mostró incómoda. Siempre había sido cautelosa frente a los oficiales de aduana de la Nueva República y cuando había inspectores de seguridad revisando la Wayward Current, y prefería mantenerse fuera de la vista. Aunque era una regla no meterse en la vida de los demás, varios sospechaban que su familia había tenido algún tipo de conexión con el Imperio. Varios asistentes miraron curiosamente a Tyra, pero ella evitó sus miradas.

Dwoogan interrumpió justo a tiempo. "¡Ja! Ellos cuentan buenas historias. Solo debes emborracharlos completamente. No todos son tan malos. Algunos pelearon del lado del Imperio solo porque no conocían otras historias."

Tyra no dijo nada, pero le obsequió a Dwoogan una sonrisa de agradecimiento mientras los demás ayudantes aprovechaban la oferta de la cocinera.

"¡Cuéntanos una historia de un Imperial!"

"¡Cuenta!"

"¡Si!"

Dwoogan asintió en dirección a Ulina. "Pregunten a la tercer oficial. Ella ayudaba a los Imperiales que deseaban abandonar esa vida consiguiéndoles trabajos con tripulaciones contrabandistas."

Los ayudantes se voltearon hacia Ulina con más asombro y admiración en sus ojos.

El parche en el ojo de Ulina parpadeó con una variedad de tonos, desde un profundo turquesa hasta un bermellón brillante, mientras contemplaba la petición. "Los uniformes pueden ser engañosos, tanto para el que los usa como para quien los contempla. Muchas de las historias no puedo contarlas por seguridad. La Nueva República podrá haber perdonado a aquellos que se deshicieron de sus uniformes Imperiales, pero hay personas que no lo harán."

Los asistentes se miraron pensativos. Ciertamente todos tenían secretos que no quisieran que otros supieran; era una de las razones por las que habían entrado en esta vida fuera de la ley. Tyra se mordió el labio inferior y asintió casi imperceptiblemente.

Ulina miró a Tyra. Abruptamente le preguntó, "¿Has estado en Jakku, verdad?"

Tyra, sorprendida, le regresó la mirada. "Somos chatarreros en mi familia, estuve ahí por un tiempo." Ella tragó saliva. "No... no pudimos conseguir otros trabajos."

"¿Viste el cementerio de naves?" preguntó Ulina.

Los ojos de Tyra se encendieron. "Oh, si. Los restos eran magníficos. Mi abuela me llevaba a donde ella... a explorar los aposentos de los oficiales en algunos de los grandes destructores."

"Entonces dejen que les cuente una historia sobre Luke Skywalker y el cementerio de naves."

"¡No sabía que estuvo en Jakku!"

"Bueno, verás. La historia que les contaré ha pasado de narrador en narrador a través de muchas tripulaciones de contrabandistas. El narrador original fue alguien que peleó para el Imperio..."

La voz de Ulina cambió e incluso su apariencia parecía ser la de alguien más mientras empezó a contar la historia desde la perspectiva del primer narrador.

EL CEMENTERIO DE NAVES


Viví bajo el glorioso reino del Emperador Palpatine. Viví para ver como los mezquinos líderes de la Nueva República peleaban por las cenizas de lo que había sido una gran galaxia. Viví, pero mis camaradas murieron.

La Batalla de Jakku se celebra ahora como la derrota final del Imperio Galáctico, pero para mí, fue tanto mi primer como mi último combate de guerra como artillero a bordo de un Star Destroyer de la Armada Imperial. Era un joven de veinte años, dedicado a la causa del Emperador de llevar el orden a la galaxia.


La vida de un artillero es de eterna espera interrumpida por relámpagos de terror.

Esperar... esperar... esperar... mis dedos se tensaban sobre la consola, mi corazón palpitaba, el sudor corría, y ahí estaba, ¡destellos luminosos sobre la proa a estribor! ¡Rastrear, apuntar, disparar! Esperar... esperar... esperar... la voz del comandante sonaba por el enorme puente mientras los bancos de consolas parpadeaban en la penumbra bajo las estrellas, iluminando caras aterrorizadas, tan jovenes como la mía.

Aún siendo un novato, podía darme cuenta que la batalla no estaba saliendo bien.

El Imperio había reunido prácticamente cada nave capital en órbita sobre Jakku, y los rebeldes, empeñados en causar caos y destrucción, habían llegado a la misma esquina del espacio con su desorganizada flota. Esta iba a ser una típica batalla de manual, una confrontación entre el bien del orden y la maldad de la anarquía.

Leales a nuestro compromiso con la disciplina, las naves Imperiales se colocaron en ordenadas filas y formaciones estrechas. Leales a su detestable adoración por el caos, los rebeldes no siguieron ningún código de tácticas o reglas de combate. Se deslizaban por nuestros flancos, saltaban por nuestros puntos ciegos, se rehusaban a enfrentarnos en combate directo.

Una serie de explosiones hizo temblar el puente de mando. Las luces brillantes nos cegaron momentáneamente. Habíamos sido golpeados. Muy duro.

El puente tambaleó, hombres y mujeres cayeron de sus sillas, las pantallas y ventanas se inclinaron y brincaron como locas, mostrando atisbos de estrellas girando locamente y el arco del planeta desértico debajo de nosotros.

"Pérdida de altura," entonó la computadora. Las sirenas tronaron. "Los vectores de velocidad no son compatible con una órbita estable."

Estábamos cayendo hacia el planeta, incapaces de escapar de la trampa mortal que era su pozo de gravedad.

Mis compañeros y yo luchamos para estabilizar el puente y los oficiales gritaron órdenes. Fuera de las ventanas, podíamos ver la enorme proa volverse naranja por la fricción contra las capas superiores de la atmósfera.

El puente de mando volvió a doblarse, y gritamos mientras caíamos.

Mi cabeza golpeó una consola mientras caía, y la sangre corría por mi cara, nublando mi visión. A través de la neblina causada por la sangre, el sudor y el terror, pude ver un holograma brillando y girando sobre la consola.

SE BUSCA: LUKE SKYWALKER, CRIMINAL DE GUERRA JEDI. EXTREMADAMENTE PELIGROSO.

El canal interno estaba transmitiendo las facciones y los crímenes de los rebeldes más peligrosos. Durante funciones normales, el canal tenía el efecto de mantenernos alerta contra infiltraciones rebeldes. Pero ahora, mientras estaba postrado en el piso, era terrorífico ver la imagen de este terrorista Jedi encapuchado girando lentamente con las estrellas como fondo, amenazante sobre mi como un monstruo burlón.

Mi corazón dio un brinco cuando el puente tembló una vez más. Entre los gritos y la lluvia de chispas, mirando a través del holograma, me enfoqué en las ventanas principales del puente de mando. Un poderoso rayo de energía cruzó el espacio para golpear un Star Destroyer Imperial. El ángulo del holograma hacía parecer que Luke Skywalker estaba flotando en el espacio, y que el rayo deslumbrante surgía de sus dedos.

No soy un hombre supersticioso, pero temblé ante esa horrible imagen.

Al instante, grietas brillantes aparecieron en el casco oscuro y el destructor golpeado parecía quejarse de dolor en el silencio del espacio.

Como un antigua nave de mar que se llenaba de agua, el destructor con forma de daga se inclinó y cayó hacia la superficie de Jakku. Cada vez más rápido, se tornó rojo, después naranja y finalmente un blanco intenso mientras caía a través de la densa atmósfera hacia su muerte más abajo.

Mi corazón convulsionó mientras imaginaba las voces clamando por piedad dentro de la nave condenada.

Como un dios enojado y caprichoso, el holograma del Jedi giró al tiempo que dos rayos más parecieron salir de él. Los rayos cruzaron el espacio y golpearon otros dos Star Destroyers. Desintegrándose lentamente, las naves cayeron al turbio océano de tierra como un par de fénixes Corosianos, dejando a sus escuadrones TIE a la deriva en el espacio, tan indefensos como polluelos huérfanos.

Era una señal. Era una pesadilla. Tenía que significar algo.

Los rayos cruzaron por las ventanas y atacaron más Destructores Imperiales. Como bestias lazadas, sus oscuros y metálicos cuerpos, danzaron grácilmente y se resistieron a los rayos de tractor. Pero sus esfuerzos eran inútiles. Una por una, las naves perdieron impulso, se tambalearon y fueron lanzadas hacia Jakku.

No vi ningún crucero rebelde que hubiera podido lanzar los rayos. De hecho, todos los disparos parecían salir del holograma giratorio del Jedi, con su máquina de muerte, ese X-wing con franjas rojas, que flotaba sobre él como una amaestrada ave de cacería o como el ayudante de un mago.

Despreocupado, con lentitud, el holograma giró hasta mirarme, y se detuvo.

Comencé a jadear. En lugar de una cara solo veía un óvalo brillante sin marcas, bajo la capucha. Los circuitos holográficos chisporrotearon y un olor cáustico invadió mi nariz. La proyección se llenó de artefactos de interferencia. Las manos del holograma se lanzaron hacia mí, como si intentaran ahorcarme.

Antes de que pudiera gritar, el proyector holográfico se descompuso, y el Jedi desapareció de la existencia enmedio de una brillante explosión electrónica.

Detrás de donde había estado el holograma, vi que las ventanas del puente de mando se llenaban rápidamente con columnas gigantescas de energía.

"Los escudos han colapsado," entonó la computadora. "Fractura de casco inminente. Preparados para impacto. Preparados, preparados..." 

Una sacudida, como si el Star Destroyer hubiera sido tomado por una mano gigantesca y aventado hacia el suelo. Mis dientes y huesos traquetearon. Mi visión se hundió. Mis oídos se llenaron con un agudo zumbido incesante.

El puente de mando se apagó: las luces, las pantallas, los parpadeos de los bancos de consolas, incluso las tiras de iluminación de emergencia en el piso. A nuestro alrededor estaba solo la oscuridad del espacio; el tenue e insensible brillo de las estrellas distantes; el turbio resplandor del calor que la delgada atmósfera exterior empujaba a las ventanas.

Mis oídos se destaparon. Entonces escuché el gruñido metálico ensordecedor de una nave que muere en el espacio.

Los generadores de gravedad fallaron, y experimentamos la sensación de caída libre cuando nuestros se elevaron del puente de mando.

Mis compañeros y yo gritamos hasta que nos quedamos sin aliento. Los ruidos ya no parecían gritos de seres vivientes sino un horripilante reemplazo del zumbido de los motores, que se había silenciado de repente.

La nave redujo su velocidad, flotó, se detuvo, y entonces, la superficie espantosa y sin vida de Jakku apareció en nuestra vista, llenando las ventanas, y así caímos.

Caímos.

Luchando, empujando, pateando, de alguna manera logré llegar a una de las cápsulas de escape y me abroché el cinturón de seguridad. El único pensamiento que tuve antes de perder la conciencia entre los chillidos y quejidos de los puntales y mamparas que se acercaban a su límite de resistencia fue lo siguiente:

No debimos haber perdido; no debimos perder; no fue una lucha justa.

Escrito por Ken Liu.
Traducido por Mario A. Escamilla
Original de: Read an excerpt of Ken Liu's The Legends of Luke Skywalker novel.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario