UBICACIÓN: Wobani.
PRISIONERO: Liana Hallik, #6295A
CRÍMENES: Falsificación de Documentos Imperiales, Resistencia al Arresto.
MES 01
Señaló el largo pasillo iluminado solo por luces arriba de cada puerta.
“Es más divertido así,” dijo el stormtrooper, poniendo de pie a Jyn sujetándola por las esposas en sus muñecas. Las bandas metálicas cortaron su piel y rozaron los sensibles huesos debajo, pero Jyn no hizo ningún gesto. No quería darle esa satisfacción.
“Siempre son tan…” El alcaide, un hombre alto y delgado vestido de negro, agitó su mano buscando la palabra correcta. “Son tan nobles cuando llegan por primera vez, ¿no crees?"
El stormtrooper hizo un sonido evasivo mientras empujaba a Jyn, obligándola a entrar en el pasillo oscuro hacia su celda.
El alcaide se rio de su propio chiste, y luego ofreció una disculpa. "Lo siento, es que me divierte tanto. Siempre puedo distinguir a los nuevos. Se paran más rectos." Su zancada se alargó, pasando a Jyn y al stormtrooper y girando para mirarlos de frente, deteniendo su avance. El alcaide tomó a Jyn por la barbilla, forzándola a mirarlo, pero Jyn sacudió desafiante la cabeza. Él rio de nuevo. "Los nuevos todavía tienen poco espíritu de lucha," dijo, sacudiendo su nariz al pronunciar la palabra poco.
Como Jyn no se prestó a su juego, su cara se oscureció. "Por aquí, prisionera." Giró sobre sus talones y caminó rápidamente por el pasillo. Jyn miró hacia el frente, tratando de mantener derechos sus cansados pies para evitar tropezar y alargar su penuria.
"Fuiste capturada... ¿dónde?" preguntó casualmente el alcaide.
Jyn no respondió.
El alcaide giró y la abofeteó, con fuerza. "Te hice una pregunta, Seis-Dos-Nueve-Cinco-A."
"Fui capturada en una nave en el sistema de los Cinco Puntos," dijo a dientes cerrados.
"Capturada... y arrestada." El alcaide sonaba orgulloso de si mismo, aunque no hubiera tenido nada que ver en ello. "Y ahora estás aquí." Se sacudió el brazo sin moverse de su lugar. Una de las celdas estaba oscura y vacía. El stormtrooper empujó a Jyn, quien trastabilló al entrar al pequeño cuarto. Cuando levantó los brazos, esta vez le quitó las esposas. La luz de la banda cambió de rojo a verde, y las muñecas de Jyn cayeron con alivio.
"Estoy seguro que disfrutarás nuestra pequeña administración en Ele-E-Ge-Ocho-Uno-Siete," dijo el alcaide. Pronunciaba la abreviatura del sistema de prisiones tan rápidamente que parecía decir "elige". Jyn pensó que era apropiado. "Bienvenida a Wobani." Sonrió al decir esas palabras, conciente de la mala reputación que tenía el planeta.
"Tus crímenes, aunque no son los peores que el Imperio ha encontrado, no deben ser tolerados. Has hecho un daño a la galaxia, y para reparar tu deuda con la sociedad, deberás trabajar." El alcaide ingresó un código en el datapad biométrico cerca de la puerta de Jyn, y las barras metálicas ocuparon su lugar, atrapándola en la celda. "No te gustará el trabajo," añadió el alcaide, todavía con un tono suave y agradable. "Y no te gustará tu nuevo hogar aquí. Pero eso es lo que obtienes cuando cometes crímenes contra el Imperio. Bienvenida a los peores días de tu vida."
El alcaide la miró por debajo de su nariz a través de los barrotes. Sonrió ligeramente. Sin duda estaba acostumbrado a que los criminales se derrumbaran durante su discurso, pero Jyn simplemente lo miró fijamente.
¿Los peores días de su vida?
El alcaide solo pudo hacer una mueca cuando Jyn comenzó a reir en su cara.
CAPÍTULO UNO.
JYN ERSO, EDAD 8.
Jyn Erso se escondió en la oscuridad.
No tenía miedo de la oscuridad. Antes le temía, si, pero ya no. Conocía ésta oscuridad. Había estado aquí por horas.
Desde que vio a su mamá ser sacrificada.
La cueva era estrecha, pero no tan apretada como se suponía tenía que serlo. Ella había practicado estos simulacros con Papá y Mamá, cada que pretendían que el Imperio había llegado por ellos y era hora de esconderse, se ocultaban juntos.
Jyn estaba sola ahora.
Tenía su mochila con ella, algunas pocas posesiones que había logrado meter cuando su mamá le dijo que era hora. Abommy el Gig no estaba con ella. Lo había dejado debajo de la cama, donde la protegía de los monstruos que ahora sabía que no existían. Deseaba que estuviera con ella; deseaba poder acariciar la suave piel sintética que olía a la fragancia que usaba Papá después de rasurar.
Jyn sacudió su cabeza. No. Un juguete no iba a hacer que perdiera la compostura. Desearlo era algo estúpido. No podía seguir siendo una bebé.
Jyn apretó el collar que su madre le había dado instantes antes de morir. Cerró con fuerza sus ojos. Se preguntó si dolería morir. Supuso que sí.
Estaba demasiado oscuro.
Jyn prendió una linterna. Las sombras bailaron a través del interior rocoso de la cueva.
Le recordaron a los soldados vestidos de negro.
"Papá vendrá," se dijo, el sonido de su voz parecía metálico y frágil en la oscuridad.
Mamá había dicho "confía en la Fuerza," y Jyn lo intentó. Intentaba creer. Tener esperanza.
La escotilla encima de ella comenzó a temblar. Jyn ahogó un grito de miedo cuando se abrió y apareció la cabeza de un hombre.
¡No pudo contener un sollozo! ¡Saw! ¡Había venido a rescatarla!
Pero no Mamá. Ya era demasiado tarde para Mamá.
"Ven, mi niña," dijo él. "Tenemos un largo camino frente a nosotros." Extendió su mano dentro de la cueva, para ayudarla a salir.
Jyn miró a Saw cara a cara, dudando por un instante antes de tomar su mano. La última vez que lo había visto, había traído a su familia a Lah'mu, para comenzar de nuevo su vida después de huir de Coruscant. Mamá y Papá habían hecho simulacros para cualquier eventualidad que pudiera pasar si, es decir cuando el Imperio los encontrara.
"Y ésto," diría Mamá, mostrándole cómo operar la torre de comunicaciones. "Si llegara a pasarnos lo peor a tu Papá y a mí y no estamos contigo, aprieta éste botón, y Saw Gerrera vendrá."
Y cada vez, Jyn intentaba apretar el botón. "¡Nunca viene a visitarnos!" decía antes de que su mamá la detuviera, regañándola puesto que solo debería usarlo en caso de emergencias.
Ahora la mandíbula de Saw estaba fija en una mueca severa. No había ni un atisbo de sonrisa en sus labios, ni jovialidad en sus ojos como en la última vez que lo había visto. Una enorme cicatriz cruzaba su ojo izquierdo, haciendo que su párpado cayera. Sus ojos estaban hinchados, sus labios hacían una mueca hacia abajo. La lluvia caía sobre su cabeza calva. Parecía enojado.
Jyn se levantó y deslizó su pequeña y pálida mano dentro de su enorme y callosa mano. Él apretó sus dedos ligeramente, y ella regresó el apretón, sosteniéndose como si fuera a ahogarse y él fuera la cuerda que la regresara a tierra.
"Debemos irnos," dijo Saw.
Jyn ahogó su miedo, su tristeza. Asintió.
El aire olía a limpio, fresco después de la lluvia. Caminaron juntos a través de los campos hasta la casa de Jyn. Parecía extraordinariamente extraño que el mundo pareciera estar dormido a su alrededor, hermoso y calmado, aunque Mamá estuviera...
"Había soldados," dijo Jyn, jalando la mano de Saw. Se mordió el labio inferior mientras se autocastigaba. Debió haber contado a los soldados que habían llegado a la granja. Estaba el hombre de blanco, con el que Papá trabajaba de vez en cuando. Y los soldados negros. Y...
Debió haber puesto más atención. Pero todo había sucedido tan rápido.
"No hay nadie más aquí," dijo Saw.
Su hogar y el equipo de la granja, una torre de comunicaciones, unidades de irrigación, un droide cosechador, eran los objetos más altos en el mar de maíz cielo que ondulaba suavemente. Una camisa ondeaba en el cielo, atrapada por la brisa, volando como un fantasma contra el cielo nocturno antes de caer al piso.
Jyn estaba casi segura que la camisa era de su padre, la que estaba roída en los puños y que siempre olía como él, una mezcla de clavo y polvo y grasa y algo más, algo duro y frío. Pero antes de que pudiera recoger la camisa y ponérsela encima, el viento la volvió a levantar y la alejó.
Mientras más se acercaban a la casa de Jyn, había más ropa volando en el viento, alejándose por el pasto y desapareciendo en el medio de la noche. Entonces, divisó la canasta de ropa, y las huellas que quedaban en el pasto, manchadas de sangre.
El corazón de Jyn se llenó de esperanza. El cuerpo de su mamá ya no estaba.
Pero supo, dentro de sí, supo que no era porque Mamá hubiera sobrevivido. Nadie podía sobrevivir un disparo de blaster directo en el pecho.
Jyn se mordió el cachete, hasta sentir el sabor metálico de la sangre. Pero no dijo nada.
Saw se movía con un propósito, abriendo la puerta de la granja. Jyn lo siguió en silencio, mientras un olor acre hacía que su nariz se arrugara. Los soldados habían iniciado un incendio que aún ardía en la cocina, chamuscando la pared de color negro.
Saw sabía donde buscar, en el gabinete de trabajo, en los recovecos ocultos, las maderas bajo la alfombra. Todo estaba vacío.
Él maldijo. "Se llevaron todo," gruñó.
Y se lo llevaron, pensó Jyn en shock. Se llevaron a Papá.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no por el humo. Aún cuando había sido Saw quien la había rescatado, todavía esperaba que Papá estuviera allí. Escondido. Esperándola.
Pero no estaba. Se había ido.
El piso estaba tapizado de vajilla rota. Jyn sabía que su padre había intentado destruir todo su trabajo antes de decirle que huyera. No habría nada. Papá no hubiera permitido que quedara algo.
Saw entrecerró los ojos y se volteó hacia Jyn. "¿Tu papá tenía algunos escondites secretos? ¿Algo que el Imperio no pudiera encontrar?"
Su hogar estaba destruido, y mientras Mamá había sido capaz de destruir algo de las investigaciones de Papá, el Imperio había llegado demasiado rápido. Ella apuntó al lugar donde se encontraba la caja fuerte oculta en la habitación de sus padres, pero estaba vacía. La caja de registros no se encontraba, el banco de archivos estaba vacío. Miró en su propio cuarto. No estaba seguro si habían encontrado algo. Pero de todas maneras no importaba, todo estaba en el cerebro de Papá. Y ahora lo tenían.
"Necesitamos huir del planeta," dijo Saw bruscamente. "Piensa, Jyn. ¿Algo del trabajo de tu padre que aún quede por aquí?"
"No," dijo ella en un susurro.
"Entonces debemos irnos."
Jyn intentó dirigirse a su habitación, pero Saw le puso una pesada mano en el hombro, deteniéndola.
Jyn tragó saliva y con una mano apretó el cristal que su madre le había dado. Ya había tenido que abandonar todo una vez, cuando su familia abandonó Coruscant. Podía hacerlo de nuevo. Al menos tenía su mochila.
Jyn abandonó la casa, y de repente escuchó un sonido metálico golpear contra el piso de madera en la casa antes de que Saw cerrara la puerta. La tomó por el codo y la jaló; casi tuvo que correr para poder seguir su paso. Estaban apenas a unos cincuenta metros de distancia cuando la casa explotó. Jyn trastabilló con el sonido y sintió una ola de calor pasar por encima de ella. Lo que había quedado del lugar que llamaba hogar estaba incendiado, las llamas de color naranja lamían el pálido pasto y amenazaban con iniciar un incendio forestal.
Saw no dejó de caminar. Ni siquiera volteó hacia el fuego o hacia Jyn. Su transbordador los estaba esperando y Saw caminó por la rampa de embarque. Jyn hizo una pausa, girando para mirar el humo.
No quedaba nada aquí para ella.
CAPÍTULO DOS
Jyn se sentó al lado de Saw en la cabina de la nave. Miró fuera de la ventana, observando como se elevaban por encima de las nubes de Lah'mu. El anillo que rodeaba el planeta parecía un arcoiris blanco que siempre estaba por encima de ellos, hasta que surcaron la atmósfera. El cielo se tornó negro, moteado con estrellas blancas, un brillo de luz en el reflejo de la luz solar en el anillo planetario apenas visible.
Jyn jadeó.
Saw miró hacia donde ella miraba y asintió severamente. Un Destructor Estelar se recortaba contra la negrura del espacio, el sol iluminaba el vientre de la nave.
Habían enviado un Destructor Estelar por su padre.
Papá está en esa nave, pensó Jyn, sus ojos abriéndose como platos. Estaba en algún lado, cerca, lejos de su alcance pero cerca.
Saw estaba ocupado con los controles. Su nave era minúscula comparada con el Destructor Estselar, una mosca al lado de un gigante, pero el murmullo de sus maldiciones le decía a Jyn que estaba preocupado porque no los descubrieran. En segundos, ya estaban lejos del Destructor Estelar, y en minutos habían entrado al hiperespacio. La corriente azul-gris de las luces afuera de la ventana hacían que Jyn parpadeara rápidamente, su vista emborronada no por la luz sino por sus lágrimas que se rehusaban a abandonar sus ojos.
"Hey, niña," dijo Saw, girando sobre sus silla para observar directamente a Jyn. "Yo..."
Se detuvo. Jyn sabía que iba a decir que lo sentía, pero había algo en sus ojos que le hicieron saber cuán fútiles eran sus palabras.
Ella lo miró fijamente, recordando cuando era divertido y amable. Su piel oscura hacía que sus cicatrices arrugadas alrededor de su ojo destacaran aun más. Parecía enojado. Excepto por sus ojos.
"No quiero hablar de eso," dijo Jyn, levantando las rodillas hacia su barbilla y abrazando sus piernas.
La expresión de Saw se endureció. "Que mal", dijo, "porque necesito saber porqué el Imperio vino por tu padre."
"Tu sabías porqué mis padres se escondieron," dijo Jyn.
"Solo sabía partes. Pero no tenía idea que enviarían un Destructor Estelar sólo por él."
Jyn tenía que admitir que también estaba sorprendida. Sabía que su padre era importante y que había trabajado como científico para el Imperio antes de huir de Coruscant y establecerse en Lah'mu. Sabía algo de lo que había hecho. Mamá y Papá dijeron que no había que decirle a nadie de la investigación de Papá, pero ella podía confiar en Saw. Mamá lo había hecho.
"Estudiaba cristales," dijo Jyn, sacando el collar que le había dado su madre de debajo de su blusa. Lo pasó por encima de su cabeza y se lo pasó a Saw cuando él extendió su mano.
Él lo volteó en su palma y lo miró a contraluz, entrecerrando los ojos. Jyn sabía que era un cristal kyber. No era uno muy bueno, no valía mucho. Papá había trabajado con mejores cristales kyber cuando trabajaba para el Imperio. Le gustaban las rocas.
"Se algo sobre cristales," dijo Saw, regresándole el collar a Jyn. "Pero tu padre debía estar trabajando en algo más, en algo más concreto. Algo que ellos desean. El Imperio no vendría por él solo por los cristales."
"Eso es todo en lo que trabajaba," insistió ella.
"Es lo que sabías," dijo misteriosamente Saw. "¿Dijo algo más cuando se enteró de la llegada del Imperio? Cualquier cosa, alguna pista."
Jyn cerró sus ojos. Aún podía escuchar la voz de su padre. Jyn, lo que yo haga, había dicho, lo hago para protegerte.
Y entonces se había ido con el hombre que mató a Mamá.
"No," le dijo Jyn a Saw.
Saw miró hacia la ventana, la mirada perdida en la luz azul-gris del hiperespacio. "Hay algo más aquí," dijo en parte para sí mismo. "Desde Coruscant, Galen había estado trabajando en algo importante, lo sé. Tenemos que averiguar qué era."
Jyn sintió las lágrimas en sus ojos. Su padre había estado trabajando en un droide recolector la noche antes de la llegada del Imperio. No era un gran secreto. Pero sabía que Saw tenía razón. Mamá y Papá hablaban de ello, por las noches cuando creían que Jyn estaba dormida. Sobre la investigación, y los cristales y sus temores. Desearía haber puesto mayor atención. Desearía al menos saber porqué estaba pasando todo esto.
Intentó recordar cómo eran las cosas. En Coruscant, cuando su padre había trabajado abiertamente para el Imperio. Ella había sido más pequeña y se distraía fácilmente, pero aún así podía ver que sus padres no eran felices. Cuando se fueron a Lah'mu, las cosas parecían mejores. Estaban más relajados. Mamá le enseñaba todos los días, matemáticas, ciencia, literatura e historia. Papá trabajaba en los campos, y en la noche continuaba su investigación, pero no como en Coruscant. No trabajaba hasta el cansancio, musitando, ignorándola. Las cosas habían sido mejores.
Pero siempre había estado ese sentimiento de temor. De repente empeoraba, como cuando la torre de comunicaciones captaba estática, o cuando Mamá y Papá insistían en otro simulacro. Inventaban posibles escenarios de cosas malas que podían pasar y le decían a Jyn qué hacer. Papá decía que era solo un juego, pero Jyn sabía la verdad.
Nunca hicimos un simulacro para la muerte de mamá, pensó Jyn. Habían hecho innumerables planes, pero ninguno terminaba con Jyn estando sola. Se hubieran escondido, huido, sobrevivido. Juntos. Mamá nunca había pensado qué podía pasar si su cuerpo hubiera terminado quemado en el pasto mientras Jyn escapaba a través del hiperespacio.
Pero cuando miraba a Saw, sabía que no era verdad. Él era el plan de sus padres si llegaba a ocurrir lo peor. No se lo habían querido decir; no habían querido decirle cuán mal podían ir las cosas, pero Jyn sabía que era verdad.
Saw era su última esperanza.
Sus ojos estaban enrojecidos, y suspiraba fuertemente mientras se pasaba la mano sobre su cabeza lisa. Como si pudiera sentir su mirada, volteó hacia Jyn, y trató de mostrarle una sonrisa tranquilizadora. Pero entonces dijo, "No se que hacer contigo, niña," y toda la confianza que ella sentía, desapareció.
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Mientras más se alejaban de Lah'mu, más surreal le parecía el viaje a Jyn. Aún esperaba que fuera alguna clase de error, y que cuando finalmente dejaran de viajar, estarían de regreso en casa, y todo seguiría normal.
Pero cuando salieron del hiperespacio unos cuantos días después, no era el hermoso Lah'mu verde y azul lo que los esperaba. Era un cinturón de asteroides.
Saw se sentó más recto, y Jyn miró como su atención se concentraba en el ventanal. "Estamos llegando a la Huida del Contrabandista," dijo. "Ponte el cinturón."
Al principio, eran solo unos cuantos asteroides, pero pronto estuvieron enmedio de ellos, el transbordador brincando hacia arriba y hacia abajo, a la derecha e izquierda mientras Saw navegaba con pericia la nave a través del cinturón de asteroides.
"Me gusta Wrea," dijo Saw. "El cinturón evita que la gente se acerca. Es tranquilo."
Wrea. El planeta al que iban. El cuerpo de Jyn se estrellaba contra el arnés de seguridad mientras Saw evitaba otro asteroide. Iba justo con él, vivir en un planeta difícil de llegar.
Cuando pasaron los asteroides, Jyn vio a Wrea. Era más pequeño que Lah'mu, y más azul. Agua, pensó. Con unas pocas islas verdes y blancas y marrones esparcidas sobre la superficie, parecían enormes dedos emergiendo del océano.
Saw apuntó al transbordador hacia abajo, aterrizando en un pequeño claro rodeado de peñascos. Wrea era frío, y el aire olía a sal, pero no podía ver el océano. Solo podía ver rocas y matorrales enredados. Mientras se aproximaban a una torre de comunicaciones rota, Jyn se dio cuenta que había más que una base. Una puerta estaba tallada en una roca, era una puerta pesada, a prueba de blasters, a la que Saw accedió mediante una cerradura biométrica. El metal crujió cuando se abrió. Las luces se encendieron iluminando un pasillo tallado en la piedra.
Jyn se detuvo en la entrada, mirando hacia la isla rocosa. En la parte superior de una colina que parecía hecha de una sola piedra, se encontraba una torre de comunicaciones. O al menos parte de ella. La mitad estaba oxidada y hecha pedazos a un lado de la base.
"No se ha usado desde la Guerra de los Clones," dijo Saw, caminando frente a Jyn hacia el interior de la base. "Los nativos no son exactamente amigables, pero se mantienen alejados de esta isla."
"¿Qué tipo de nativos son?" preguntó Jyn, trotando para seguirle el paso. La puerta se cerró detrás de ellos, bloqueando el pasillo oscuro.
"Wreanos," dijo Saw con un guiño. Cuando Jyn no respondió, la miró, notando su nerviosismo. "Son criaturas acuáticas, y se quedan en las profundidades. Estarás segura."
Jyn asintió, tragando saliva. No le creía. Ya no creía en la "seguridad".
CAPÍTULO TRES
La base era más grande de lo que aparentaba desde el exterior. Estaba construida dentro de la roca, tenía tres puertas a cada lado del pasillo, que terminaba en un cuarto común de mayor tamaño que la nave de Saw. Él se detuvo en el pasillo por un momento, como si considerara sus opciones, entonces abrió la puerta justo a su derecha. Era una vieja oficina que se había usado como almacén. "¿Te servirá?" le preguntó. Jyn no sabía a qué se refería así que solo asintió.
La llevó a través del pasillo y Jyn miró con curiosidad las demás puertas, pero no se detuvo. El cuarto grande parecía ser parte de una cueva, con un enorme techo de piedra. A Jyn no le gustó en absoluto, se parecía demasiado a la cueva donde se había ocultado.
Había una enorme mesa en el centro, y los gabinetes se habían tallado en la pared. Saw sentó a Jyn en la mesa y abrió una lata de leche nutritiva para ella. Desde su asiento, ella lo miró regresar al pasillo, hasta el primer cuarto, donde empezó a despejar cosas. El trabajó
(aquí termina la muestra).
Escrito por Beth Revis.
Traducido por Mario A. Escamilla.
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